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Emilia y Rubén bajaron por las escaleras y esta vez él no le tomó la mano, aunque tampoco se alejó mucho. Llegaron a la sala, de donde se oían voces, y allí encontraron a Gemima, Santiago, y también a Álvaro. En la mesa de centro de los muebles había un rompecabezas infantil con sus piezas esparcidas y Santiago, sentado en el suelo, lo armaba mientras conversaba con sus abuelos.

Rubén se encaminó a ellos y se sentó al lado de su hijo también en el suelo.

—¿Está muy difícil? –le preguntó tomando una pieza y analizándola como si fuera un enigma muy grande. Santiago lo miró con sus ojos iluminados de entusiasmo.

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