Capítulo 3

Metiéndome de en lleno en el trabajo de llamar a los bancos y a los números de referencia en la solicitud de ambas familias, olvidé que ni siquiera había desayunado, pero cuando llegó la hora del almuerzo fue imposible que pasara desapercibido para el señor Wolsky el que no me había visto en el comedor a la hora de la comida.

Él tocó mi puerta a las doce con cuarenta y una vez le permití el paso lo vi abrir la puerta para que una belleza de siete años entrara en mi oficina con un plato entre sus manos.

Ella era Natalia, una pequeña de ojos grises y cabellos rubios que había sido abandonada cuando apenas tenía cuatro años.

Recuerdo que ese día llegué a las siete de la mañana al orfanato porque debía levantar a los niños y ducharlos ya que sus familias vendrían por ellos y quería ser quien les diera la noticia.

Pero esa misma mañana cuando dos niños salían, una más entraba. Había sido amarrada a la manija de la puerta para que no pudiera irse. A penas iba cubierta con unos shorts y una camiseta que no la cubrían nada del frío que había hecho esa mañana.

Y nunca quise pensar en cuanto tiempo había estado la niña ahí afuera, soportando el frío y sin derramar una sola lágrima de sus ojos.

Y lo que me había cautivado de ella fue la pequeña sonrisa que me dio cuando quité el nudo de su muñeca y la cargué en mis brazos mientras le preguntaba su nombre.

Sus palabras fueron inentendibles, pero luego de que las repitió un par de veces logré entender que me decía que se llamaba Natalia.

—Hola señorita, Estefanía —saludó mientras dejaba el plato con un tenedor sobre mi escritorio en el único espacio libre.

—Hola, cariño ¿cómo has estado? —mi sonrisa para ella fue enorme y ella me la devolvió con un brillo lleno de felicidad en sus ojos.

—¡Muy bien! ¡Anoté tres goles esta mañana! ¡Si solo hubiese podido ver!

Mi boca se abrió con sorpresa y todo mi ser se llenó de energía al ver la euforia con la que contaba sus logros del día.

—¡Sabía que mejorarías! —con mi mano en un puño la impulsé hacia ella y sin dudarlo chocó los puños conmigo de forma severa haciéndome reír.

—Hice caso a sus consejos, señorita Estefanía.

—Me alegra que lo hicieras.

Y una vez me dio una última sonrisa se dio la vuelta y pasó junto al señor Wolsky para volver de regreso al comedor, probablemente con sus amigos.

—Cuidas tanto de los demás que terminas olvidando que debes cuidar también de ti —y aunque no pareciera, él me estaba sermoneando y severamente.

—Para eso lo tengo a usted —él se cruzó de brazos indignado y yo solté una leve risita mientras tomaba el plato con lo que parecía ser puré de papas y bistec con muchos vegetales, más de los que me gustaría comer —¿lo sirvió usted o qué? —cuestioné con el ceño fruncido mientras apreciaba las zanahorias a grandes cantidades.

—No sé qué clase de porquerías comes cuando sales de aquí, así que al menos debo asegurarme de que aquí si te alimentas bien.

—Ya sé lo que sienten los mocosos cuando les digo que deben tragarse todas las verduras.

Mi boca formó un puchero, pero aun así me preocupé por comenzar a comer para terminar pronto y poder regresar a mi tarea de organizar toda la información que había recolectado que no había sido puesta en su solicitud.

—¿Cómo vas con eso? —cuestionó mientras se recostaba del umbral de mi puerta.

—Hay una de la que no estoy segura, ya que aparece que uno de los padres es el hijo fruto de una relación entre padres violentos. Sé que las conductas se repiten dependiendo del patrón, pero sé también que muchos de ellos nunca son iguales que sus padres, por eso los enviaré a psicología antes de que vengan a ver el niño para ver que dice el psicólogo, pero por lo demás creo que esta todo bien.

—Recuerda que tienes un compromiso con las niñas.

Y bien que lo recordaba, ese día las maquillaría a todas para que hiciéramos una pasarela en el pasillo con los vestidos que habían creado con la ropa vieja.

—Lo sé, nunca olvidaría algo referente a mis niñas.

Y después de eso tomó mi plato ya vacío y salió de mi oficina para dejarme trabajar.

Una vez terminé mi trabajo fui hasta el segundo piso en donde estaban las habitaciones de las niñas y pasé el resto de la tarde con ellas, tal fue la perdida de la noción del tiempo, que terminé saliendo a las seis con treinta y seis, cuando mi hora de trabajo era hasta las cinco con treinta.

Pero bien decían por ahí, haz lo que amas y no tendrás que trabajar el resto de tu vida.

Una vez salí caminé las cuadras necesarias para llegar a la parada del autobús y me recosté del tubo de metal que servía para sostener el techo que servía para cubrirte en caso de sol o lluvia.

Por su parte había dejado de llover, aunque el cielo seguía con nubes oscuras evitando el paso de los rayos de sol.

Y el frío era palpable en el ambiente, aunque la sensación de frescura en el aire que había dejado la lluvia era algo que se aprovechaba de todas las formas posibles

Esta vez evité acercarme a la orilla, aunque la ropa que llevaba eran unos pantalones de chándal que me quedaban ajustados y una camiseta blanca con un estampado de la banda Maroon 5.

En cuanto el autobús se detuvo frente a mí y abrió sus puerta me acerqué para subir y buscar un asiento vacío.

Cosa que no fue tan difícil, ya que iban a ser las siete de la noche, por lo que la hora pico ya había pasado permitiendo que disfrutara del viaje con tranquilidad.

Di un buenas noches cuando descendí del autobús y me encaminé hacia mi edificio con pasos rápidos al saber que la noche ya había caído envolviendo mi camino con su oscuridad.

En cuando llegué, abrí la puerta con las llaves que había llevado en el bolsillo para asegurarme una rápida entrada y en cuanto lo hice cerré detrás de mí para ir hacia mi piso por las escaleras y poder recorrer las puertas a cada lado del pasillo hasta dar con la mía en el fondo.

Sonreí aliviada cuando abrí la puerta y el olor a comida me envolvió.

Mónica cocinaba de una forma exquisita y amaba cada cosa que preparaban sus manos, aunque ciertamente escasas veces lo hacía, ya que le tocaban mayormente los turnos nocturnos y durante el día mientras ella estaba en casa yo me encontraba en el orfanato.

—¿Qué tal tus niños? —fue lo primero que cuestionó al verme aparecer.

Yo dejé caer el maletín cerca de la puerta de mi habitación y me acerqué a ella para envolverla con un abrazo mientras meneaba lo que suponía era una paella.

Y es que sus raíces españolas eran difíciles de soltar, cosa que agradecía, porque permitía que me deleitara con cada cosa tradicional que cocinaba en casa.

Ella y yo teníamos alrededor de cinco años viviendo juntas, la había conocido cuando yo apenas tenía veinte y ella veintiuno en un tribunal en donde estaba observando un caso como estudiante.

Ella estaba ahí como policía recién graduado, viendo cómo se daban declaraciones en un caso en donde la policía se había visto involucrada.

Recuerdo que estaba junto a mí y me susurró que era más aburrido que leerse el libro y no pude evitar reírme, porque lo que para ella había sido aburrido, para había sido uno de los mejores días de mi vida, ya que había sido mi primera vez en un tribunal.

Luego de eso nunca perdimos el contacto y terminamos mudándonos juntas años después cuando le comuniqué que tendría que buscar mi propio espacio.

Buscamos juntas y al final amoldamos el lugar a los gustos de ambas y lo mejor de todo era que convivamos tan perfectamente, tanto por las carreras que ambas habíamos elegido y que coexistían, así como nuestro gusto por salir solo una vez al mes y no todos los fines de semana.

—Mañana es viernes —me dejó saber.

—Lo es.

Sin dudarlo me dejé caer en el sofá acostándome completamente en él.

—¿Saldremos este finde? —yo negué efusivamente.

—Definitivamente no, no tengo ganas.

Ella apagó la estufa y comenzó a buscar los platos para servir nuestra cena.

—Bien, entonces podemos ir al parque en la tarde y regresar con pizza y helado para ver algo el sábado.

—¿No trabajas? —le cuestioné levantando mi cabeza para observarla atenta.

—Gracias a Dios no, cubrí a Jimmy la semana pasada, por lo que tendré libre dos fines de semana seguidos este mes.

—Bien por ti.

Una vez puso nuestros platos en la mesita del sofá yo encendí el televisor y coloqué un show de chistes que daban todos los jueves. Y luego ambas comenzamos a comer despacio procurando masticar adecuadamente antes de tragar.

—Conocí a una chica —susurró Mónica —es una chica que fue por violencia intrafamiliar, tomé su declaración y al final su número.

—Llévala despacio, si la violencia fue por parte de una pareja no estará lista para una relación ahora.

—Lo sé.

—Pero si te interesó sigue por ahí, hazle saber que estarás si te necesita y si ella decide buscarte entonces ya la tienes.

—Para saber cómo comenzar una relación es extraño que estes soltera —mi sonrisa fue suave.

—Del orfanato a la casa no hay mucho que pueda encontrar.

—Sin mencionar que nunca sales.

—Dejemos el tema.

—Espero verte envuelta con un hombre antes de morir, Teffy —yo rodé mis ojos.

—Estaré sola hasta que no llegue quien entienda que esos niños van incluso primero que yo.

Y con esa última afirmación dejé zanjado el tema que siempre sacaba a relucir cada que podía con cualquier argumento pobre de fundamento.

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