Capítulo 5

—¿Qué tan malo es? —ella negó nerviosa.

—Están aquí, llegaron más temprano de lo esperado.

Un suspiro escandaloso escapó de mis labios y sin remedio alguno le pasé mi maletín para caminar hacia la oficina del señor Wolsky en donde suponía ya estaban las señoritas Stella y Alice. Dos rubias despampanante de ojos azules y que, aunque trabajan juntas parecían detestarse más que a cualquier cosa.

Pero era difícil que dos víboras convivieran juntas por mucho tiempo, se terminaban lanzando el veneno entre ellas al sentirse amenazadas.

 Al entrar en la oficina sin tocar interrumpí una charla vana que se estaba llevando a cabo, pero no me importó en lo absoluto y en completo silencio pasé junto a ellas para quedar del otro lado del escritorio y sentarme en la silla que había sido colocada para mí como siempre.

Dentro del orfanato el señor Wolsky y yo éramos los más importante, él porque llevaba el orden del dinero y yo porque llevaba el orden de la entrada y salida de los niños, por eso éramos los únicos en las reuniones con las señoritas y una vez terminábamos, les dábamos la información a los demás empleados si era necesario.

—Esta reunión será corta, pues ya nos habíamos reunido hacía menos de quince días.

—¿Aprobaron el presupuesto para la construcción de más habitaciones en el último nivel?

La rubia de nombre Stella negó lentamente.

—El presupuesto que tienen es lo que hay, no se puede hacer nada más.

Pero claro que si podía ¡yo lo sabía! Y no precisamente porque tuviesen más dinero para darnos, sino por otra razón más sencilla.

Si el benefactor diera la cara a los medios estaba segura de que los demás millonarios de su entorno donarían de todo su dinero para esta causa.

Era bien sabido que quien nos daba los fondos era dueño de una compañía muy prestigiosa, pero ellos nunca habían querido dar la cara a los medios para que de esta forma pudiésemos tomar su imagen y usarla a nuestro favor.

Y eso de una forma u otra hacía mi sangre enervar, ya que podríamos hacer tantas cosas que no podíamos ¿qué le costaba salir a la luz? ¿Qué le costaba usar su imagen para darle mejor vida a más niños?

Y sí, hacía muchísimo por este lugar, pero yo había sacrificado tantas cosas por este orfanato que no entendía como los demás no podían dar un poco más de todo lo que tenían para mejorar cada vez más más este asqueroso mundo.  

Con un suspiro escandaloso interrumpí el montón de palabras que estaba soltando, excusándose en que la imagen de los benefactores se debía mantener así por seguridad de ellos mismos y que si queríamos continuar administrando debíamos seguir las reglas.

Ella frunció su ceño algo incómoda, pero por primera vez dejó pasar mis comentarios y continuó hablando y para mi sorpresa, nunca esperé escuchar esas palabras saliendo de su boca.

—El motivo de esta reunión es tu ascenso, Estefanía. Es bien sabido que el señor Wolsky hace mucho tiempo desea retirarse y pidió que fueras evaluada para ocupar su puesto y todos estuvimos de acuerdo en que eres La más apta, tienes más tiempo aquí que cualquiera y podrás cumplir con la responsabilidad perfectamente ya que estas preparada para ello.

—Lo único que necesitamos es que firmes tu nuevo contrato y el anterior será cancelado, tendrás mejor salario, mejores horarios y podrás apoyarte de un contable que estará ocupando su puesto mañana por la mañana, lo hemos elegido nosotras mismas —las palabras de Stella de por si me habían dejado choqueada y aunque no asimilaba del todo las anteriores, hice el intento por entender las de Alice.

—Te dejaremos una copia del contrato para que analices todas las cláusulas y así mañana nos lo envías a la dirección pautada y recuerda, debes cumplir con todo lo impuesto y una de esas cosas es mantener el nombre del benefactor en secreto, aun cuando sabemos que quieres usar su imagen para expandir los alcances del orfanato.

Inevitablemente mis ojos se rodaron, cosa que ella no notó al estar poniéndose de pie para irse al igual que Alice.

Y sorpresivamente no se despidieron de mí, aunque el sarcasmo es notable en esa oración ¿no?

En cuanto ellas cerraron la puerta de la oficina me levanté de mi lugar para pegar un brinco que me dejó los pies alucinando ante el impacto contra el piso al caer gracias a los tacones.

—Seré directora del orfanato, seré directora del orfanato —repetí incrédula.

—Eres, cariño, eres —rectificó.

Mis ojos en automático se llenaron de lágrimas y él se levantó para envolverme entre sus brazos.

—Gracias, señor Wolsky, gracias, de verdad.

—Te lo ganaste, hija, te lo ganaste con creces, porque toda tu vida se ha resumido a esto y sé que serás capaz de sacar adelante este orfanato y ayudarás a más niños de los que nunca pudimos ayudar.

—Lo haré, prometo que seguiré su legado, prometo salvarlos como usted salvó a otros tantos.  

Él besó mi cien y pronto las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

—Ahora, señorita Estefanía, lea su contrato para que sea oficial su cargo, yo por mi parte daré mi último recorrido como director para dejarte tu puesto desocupado antes del mediodía.

—Sabe que lo van a extrañar —susurré aun entre sus brazos.

—No voy a perderme, Fany, esta también ha sido mi vida entera.

Separándome de él sequé mis lágrimas y me extendí para tomar el contrato en la mesa y encaminarme a la salida.

—Fany —me llamó antes de que pudiese salir.

—¿Sí? —cuestioné dándome la vuelta.

—Si lees bien el contrato encontraras muchas respuestas y cuando lo hagas, no dudes en ser como realmente eres, esa mujer que lucha por lo que cree y que defiende lo que más ama que son estos niños.

Asentí un par de veces y luego de una suave sonrisa me di la vuelta para salir de la oficina y encaminarme a la mía.

Definitivamente una de las primeras cosas que haría sería derribar la pared del pasillo y moverla un metro más adelante para que la oficina tuviera más espacio para el nuevo contable.

Sí, llegaría mañana, pero eso era cosa de desmontarla intentando conservarla y moverla más adelante, barnizar el piso en donde estaba y ordenarla y eso podría hacerlo con ayuda de los niños grandes.

Una vez en la oficina, comencé a recoger todas mis cosas y las fui metiendo en una caja de madera que me servía como basurero vintage, pero que realmente no usaba ya que en el orfanato reciclaban los papeles para hacer más papel para los niños en la escuela.   

No eran tantas las cosas que tenía, eran más fotografías enganchadas que me había tomado junto a los niños en diferentes épocas del año y que había decidido enmarcar para mantenerlas a la vista y poder verlas siempre que pudiera.

Una vez terminé de tomar todas mis pertenencias, me senté en mi cómoda silla y tomé el contrato para comenzar a leerlo.

Ciertamente esto se me daba bien, después de todo había estudiado durante cuatro años para lograr ser una buena abogada y aunque nadie me consideraba la mejor por mi falta de renombre en el mundo legal, yo si me consideraba una de las mejores.

Una vez leí página tras página, captando cada cosa importante y haciendo marcas con mi lápiz, me detuve abruptamente a mitad de la quinta hoja al ver por primera un nombre, bueno, era el nombre de una compañía, pero un nombre después de todo.

Kravec Company.

Mi boca se abrió con absoluta sorpresa y sin dudarlo un solo segundo tomé mi móvil y puse en el buscador el nombre de dicha compañía encontrando cientos de resultados, pero lo que me terminó helando toda la sangre, fue el encontrar el nombre del dueño de la compañía, el hombre que probablemente daba los fondos que sustentaban a este orfanato.

Kadet Kravec.

Un hombre que en vez de empresario parecía modelo. Y de cierto modo entendí por qué quería seguir de incognito, no era como si quiera que esa imagen de hombre rudo que se carga se viera desmentida al mundo enterarse de lo que hace por un orfanato de niños de todo tipo y de todas las edades.

—Por eso el señor Wolsky me dijo que leyera bien —susurré para mis misma.

Porque él siempre supo el nombre del benefactor y sabía que su apellido estaría en estas líneas.

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