Capítulo 2

Definitivamente este era mi lugar favorito en el mundo y no precisamente porque me agradara la situación de los niños aquí dentro, todo lo contrario, era algo que me tocaba tanto que como abogada prefería mantenerme de este lado a irme a un bufet reconocido en donde podría avanzar en este mundo y obtener mucho dinero.

Era tan fiel a este lugar que aun después de que trabajara por un sueldo muy bajo, una vez costeaba todos mis gastos del mes, el resto lo gastaba en regalos para los niños de aquí.

Dejando que la sonrisa apareciera en mis labios, me encaminé hacia mi pequeño espacio de aquella enorme casa con patio trasero enorme, aunque carecía de jardín delantero.

Esta casa estaba llena de habitaciones en cinco de los seis niveles que poseía, mientras que el primer nivel constaba de oficinas en donde se llevaba a cabo la administración del lugar y el recibimiento de los prospectos a padres.

Y en la parte trasera se encontraba una capilla a la izquierda del jardín y a la derecha un pequeño edificio con salones que servían como aulas para impartir las clases.

Y por último una cancha y un comedor no muy lejos de las demás estructuras.

Al llegar a mi pequeño lugar dejé mis pertenecías sobre la pequeña mesa y luego me encaminé hacia la oficina del director al cual tenía que reportarme una vez llegara para ver si tenía algo que darme para comenzar a investigar.

Los pasillos de la enorme casa eran de madera, casi toda la casa lo era en su totalidad y eso le daba un aspecto de casa de cuento que me encantaba.

La puerta de la oficina del señor Wolsky era doble, hecha con una madera clara que se encontraba algo desgastada y que había visto a tantos niños pasar a través de ella con un brillo en sus ojos que te dejaba saber que estaban felices de al fin ser adoptados por una familia que valía la pena.

Toqué un par de veces y pasé solo cuando escuché el adelante.

Dentro estaba él, de cabello canoso y barba cuidada ya blanca. Era viejo, la verdad había que admitirla, pero le costaba jubilarse, pues aún no estaba seguro de dejar su puesto en manos de alguien que no cuidaría estos niños como él lo había hecho.

Y es que él había luchado tanto por estos pequeños, los había mantenido con su salud mental y emocional lo mejor posible para evitar dañarlos más de lo que sus familias lo habían hecho.

Él era ese escudo que los protegía del mundo cruel que los había abandonado a su suerte.

—Señor, Wolsky —saludé en un susurro con una leve sonrisa.

—Fany, cariño —él se levantó de su escritorio luciendo su impoluto traje negro, traje que terminaría arruinando como me abrazara como lo hacía todos los días.

Él rodeó su escritorio para acercarse y poder estrujarme entre sus brazos, pero al ver las fachas en las que me encontraba, se detuvo y frunció el ceño.

—¿Qué te ha pasado? —su voz era tan suave y amable, aunque cargada de dominio y masculinidad, pero amable en todas sus expresiones.

—Yo… —mi voz titubeó y era por el simple hecho de que cuando lo tenía frente a mi simplemente no podía ocultar lo mal que la pasaba.

Aunque la mayoría de las veces en las que solía estar así eran por tonterías o niñadas, pero él nunca las minimizaba.

Dejaba que llorara por no poder comer un helado aun cuando era una mujercita de veintisiete años bien cumplidos.

¿Pero que podía hacer? El señor Wolsky me conocía desde hacía tantos años que comportarme de una manera diferente se sentiría extraño.

—Es que un autobús me salpiqueó toda de agua.

Un brillo de diversión bailó en sus ojos y mi puchero se intensificó al saber que él se reiría en cualquier instante.

—No se vaya a reír —y efectivamente.

Comenzó a reírse como si le hubiese contado el mejor de los chistes jamás escuchado.

Fingiendo enfado me crucé de brazos, pero al final terminé riendo junto con él ante su contagiosa risa y su forma de burlarse de las cosas catastróficas que me pasaban cada día y que venía a contarle sin importarme verme más patética de lo que ya era.

—Lo lamento, Fany, pero es que si vieras como te ves refunfuñando y pareciendo un pollito mojado en todo su esplendor —calmando su risa se irguió nuevamente y dio un par de palmaditas al aire de forma divertida.

—Lo sé, soy una comedia andante, pero al menos tómese enserio mi sufrimiento.

—Lo siento, cariño, a la próxima intentaré reírme cuando ya salgas de la oficina.

Una de mis comisuras se elevó y dejé caer ambos de mis brazos a mis costados para cambiar mi peso de un lado a otro mientras lo veía recostarse de su escritorio.

—Hay dos familias con intenciones de adoptar, han enviado su solicitud por la plataforma y una vez los revises y verifiques que las informaciones dadas son verídicas, concordaremos una cita con los niños de las edades que tienen intención de adoptar.

—Sabe que vendrán por los más chicos —susurré llevando a mi mente las tantas veces que he llevado a cabo este proceso.

—Nunca se sabe, Fany, no seas tan negativa —me encogí de hombros sin interés de contradecirlo para no comenzar con un debate que no nos llevaría a ningún lado, ya que él nunca se rendía ni yo tampoco.

—Mejor me voy a hacer mi trabajo —él me dio una sonrisa que decía claramente que sabía que estaba huyendo de poner mis argumentos sobre la mesa y asintió de acuerdo con finalizar la tertulia antes de siquiera darle inicio.

—Si no te cambias de ropa te vas a enfermar —yo me encogí de hombros.

—Tomaré algo de las niñas grandes —él sonrió recordando algo que yo desconocía, pero terminó haciendo un ademán para que me fuera, por lo que me di la vuelta y salí de la oficina cerrando la puerta detrás de mí para ir hacia mi pequeño lugar.

Ahí tenía un computador con el que podría acceder a la base de datos en donde debían estar registradas las nuevas familias, de esa forma podía analizar sus solicitudes para luego de terminar e informarle al señor Wolsky si las familias calificaban para poder hacer una cita.

Por lo general esta era la parte más fácil, enviar la solitud, hacer una cita, conocer al niño en cuestión y ver si él conectaba con ellos.

Pero una vez esta parte pasaba, comenzaba lo difícil, ahí era en donde analizaban su historial psicológico, además de que debía ser enviado a diferentes ministerios hasta consolidar todo y que pudieran adoptar al niño.

Ahí era donde yo entraba, intentaba hacer las cosas más fáciles para ambas partes, ya que, si una familia me convencía, lo más que mi corazón me pedía era que los ayudara a poder sacar al niño del orfanato y que pudiera tener un hogar.

Y aunque había fallado tres veces en mi tarea un récord de veinticinco de veintisiete niños reivindicados no lo tenía cualquiera.

Y me enorgullecía enormemente de poder ayudar no solo a las familias a cumplir su sueño de tener una familia que para ellos no estaba completa sin un niño, sino también de poder sacar a un infante de este lugar, que, aunque estaba en las mejores condiciones, no era un hogar verdadero.

Y para ser sinceros, mi meta no era exactamente dejar al orfanato libre de niños, sino, el poder sacar a otros niños de los orfanatos públicos y traerlos a este.

Y no, este orfanato no pertenecía al gobierno, aunque estaba registrado en el ministerio, los fondos que adquiría este orfanato provenían de una compañía anónima que se había hecho cargo del orfanato restructurándolo en todos los sentidos hasta que fue uno de los mejores del país.

Por eso quería que muchos niños salieran de aquí, porque mientras más de ellos formaran parte de una familia, más niños tendrían la oportunidad de salir de los orfanatos del gobierno en donde sus vidas eran peor de lo que ya de por sí eran.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo