La brisa paró al amanecer. Mojando el árbol del patio. A través de sus hojas, una gota se deslizó cayendo hacia abajo, pasando de rama en rama. De pronto, el árbol se agitó levemente haciendo que la gota se desviara del camino, dirigiéndose al suelo; sin embargo, su trayectoria fue bloqueado y en cambio, cayó sobre una cabeza cubierta por cabellos húmedos.
El joven chico sostenía, entre sus manos, un libro. Protegiéndolo de la brisa con su cabeza agachada. Al sentir la gota deslizarse por su cabello, se sacudió, mandando un ciento de gotas a volar alrededor. Estaba tan concentrado en la lectura que no fue consciente del tiempo hasta que amaneció. Estuvo haciendo huelga desde la noche anterior; así que no entró a casa a pesar del clima húmedo y se distrajo por completo cuando empezó su nuevo libro.
-Teo - una voz suave lo llamó desde un lado.
Por costumbre, siempre respondió a su llamado - ¿Sí?.
Desde las orillas del patio, su madre lo llamó - Ven a desayunar.
Sin pensarlo dos veces, recompuso las piernas y se paró - Sí - dijo en el proceso. Luego se acercó.
La dama bien vestida, lo observó de arriba a abajo, diciendo - Mira cómo has quedado. Si te enfermas será sólo tu culpa.
Teo sonrió - No pasa nada. Hace mucho tiempo que no me enfermo - salió de la tierra del patio, pisando el piso rústico del pórtico en uno de los extremos de la casa. El techo sobresaliente, cubrió su cabeza - ¿qué ha dicho papá? - se paró junto a ella. En ese momento había dejado de ser un chico pequeño, para convertirse en un hombre de gran altura, sobrepasando a su madre por bastante.
La señora sacó todo el aire por la boca, suspirando - Está muy enojado. Creo que esta vez si te has pasado con tu rabieta.
-Tengo una razón para hacerlo - se excusó dignamente - es una buena oportunidad para mi que me envíen a estudiar a otro pueblo.
-Debes comprenderlo ya que se preocupa por ti - le tomó un brazo - Vamos, ve a hablar con él.
Obedientemente caminó con ella rodeando la casa en búsqueda de su padre enojado. No tenía miedo, ni dudaba de la decisión final de sus padres; debido a que cada vez que deseaba algo usaba sus métodos de manipulación. Primero, no comía; segundo, si solo lo primero no funcionaba, dormía fuera de casa, en el patio junto a su habitación. La primera en ser conmovida era su madre, quien se encargaba de convencer el corazón testarudo de su padre. La veces anteriores, no pasaba la medianoche cuando cedían a sus caprichos; sin embargo, aunque no fue ningún problema, tuvo que pasar la noche entera bajo la brisa.
Mientras giraba en la esquina del pasillo, miró hacia atrás. El libro que había estado leyendo quedó tendido en el suelo, descuidadamente, mojado por las gotas que se desprendían de las ramas; pero, no le importo, ya que lo terminó de leer durante toda la noche transformándose en uno más de su larga colección. Los dos caminaron alrededor del piso rústico que rodeaba la pequeña casa donde estaban. La puerta principal quedaba a la derecha, frente a la enorme casa donde sus padres dormían.
Llegaron al sendero que se unía adelante con el camino a la casa grande. Todo el patio del frente estaba cubierto por grama, excepto, los pisos largos que se asemejaban a una escalera que guiaba a la entrada, puestos en línea uno tras otro, además del corto sendero desde la esquina de su habitación hasta cruzarse con los pisos justo frente a la casa. Subió las gradas del pórtico con su madre, dándole el tiempo suficiente para que ella diera el paso como todo un caballero.
Entraron a la enorme sala, subieron las gradas adornadas con una elegante baranda negra. Luego, a la izquierda, junto al balcón, se encontraba su padre con la vista hacia afuera. Sentado a una mesa redonda de delgadas patas de metal. Las personas se acercaron; pero el señor no desvío la vista. Teo se aclaró la garganta antes de decir - Buenos días, padre - tomó su lugar en la única silla frente a él; mientras su madre se sentaba en la que quedaba justo a un lado de las grandes puertas.
-Buenos días - el señor respondió secamente, sin verlo.
Teo empuñó las manos sobre sus piernas, esperando más palabras de su parte. Podía ver el malestar en su rostro fruncido; pero también miraba la angustia en sus ojos apagados - ¿cómo pasaste la noche? - provocó, con la intención de que el señor dijera lo que tuviera que decir.
-Muy bien comparado contigo - volteó sus ojos desafiantes.
¡Lo consiguió!, entonces podía usarlo a su favor - anoche fue bastante frío, además de la brisa que cayó desde la madrugada - era necesario dar lástima indirectamente.
Los ojos del hombre rudo se abrieron - ¿te has resfriado?.
Teo negó con la cabeza - estoy bien, puedo soportarlo. Ya no soy un niño - El hombre puso una gruesa mano sobre la mesa - puedo cuidar de mí mismo - agregó.
La mano del hombre se empuñó - ¿crees que haces buen trabajo quedándote fuera toda la noche? - Teo cerró la boca, pensando qué podía responder - Esta es la última vez que cedo a tus caprichos - amenazó el hombre. El corazón de Teo dio un salto - como tú has dicho, ya eres un hombre, así que no nos queda más que dejarte asistir a las clases, si ganas el examen final, tienes nuestro apoyo para irte.
“¿Ganar el examen?, ¡pan comido!” pensó, sin demostrarlo en el exterior.
-pero Teo, debes tener cuidado - su madre aconsejó - esas clases terminan muy tarde, puede ser peligroso andar en la calle por la noche.
Teo sonrió, tranquilizando - lo sé, tendré cuidado.
Las clases tan ansiadas comenzaron unos días después. Emocionado, Teo se esmeró en arreglarse. Vestido pulcramente y con lo necesario para su uso. Solamente, un cuaderno y un bolígrafo. Corrió, desde su habitación a la entrada, escuchando los gritos de su madre al salir - ¡pórtate bien, Teo y ten cuidado! - abrió la puerta y salió a la calle.
Corrió emocionado hasta que encontró a la gente agrupada en la calle. El sudor se acumuló en su frente, no sólo por el ejercicio; sino que también por los nervios que lo invadían. Paró justo antes de introducirse en la multitud, asesando. Algunas personas tenían caras conocidas, vistas en reuniones algunas veces. De repente, escuchó - ¿Teodoro? - sus ojos se abrieron, buscando el sonido.-Ah, es cierto, es él - por un lado, dos personas salieron de entre la multitud - ¿no es un milagro o será una alucinación? - uno de ellos bromeó.-Oh, chicos - Teo los saludó.Se acercaron uno a cada lado y los dos pusieron una mano en sus hombros - No te has escapado de casa, ¿verdad? - con pesadez, recibió las palmadas de los dos chicos que tenían una gran sonrisa en el rostro.-Claro que no - sonrió, arreglándose la ropa - me han dado permiso de asistir a clases.-¡Qué bien! - el de la izquierda, vestido con un traje cafés, dio otra palmada - estarás en nuestro grupo.El otro, con camisa gris y pa
Los dos jóvenes se vieron entre sí, luego miraron a Teo - Mis padres me obligaron - sus voces se mezclaron, convirtiéndose en una sola. Los dos se vieron de nuevo y rieron.Teodoro se sorprendió - ¿en serio no les importa ni un poco estar aquí?.Oliver bufó - ¿para qué?, prefiero estar en la calle que aquí sentado.-Cualquier lugar es mejor que este - agregó Edgar. Después, el de ropa gris lo miró - ¿y tú por qué has venido?.-Cierto - exclamó el otro - es muy extraño que tus padres te dejen salir, ¿también te obligaron?.Teo meneó la cabeza - No, logré convencerlos para que me permitieran asistir. Quiero conocer otros lugares. Si gano el examen me dejaran ir.Los ojos de Oliver se abrieron - Oh, te irás lejos y aún así te patrocinarán el viaje - suspiró, poniendo una mano en el suelo para apoyar su peso en ella - A mi me amenazaron con que si no venía aquí, dejarían de darme dinero.Edgar colocó una mano en el hombro de Oliver, sonriendo - Realmente eres mi hermano. Mis padres me han
La señora sonrió - Es algo bueno - luego, sus ojos se desviaron al espacio vacío entre Teo y la puerta - ¿regresaste acompañado? - preguntó con calma - ¿tus amigos están aquí?.El aire se escapó de sus pulmones - No, he vuelto solo.La señora lo vio, con la espalda erguida - Abre la puerta - pidió.Teo exhaló suavemente a escondidas. Después abrió, caminando; en tanto empujaba la puerta. No se atrevió a negarse porque sería extraño; así que se paró a un lado, descubriendo el interior del cuarto. Desde la entrada, los ojos de su madre pasaron por cada rincón de la habitación. El corazón de Teo palpitó en su pecho, temeroso que descubriera la mentira. Los ojos recorriendo en un círculo hasta posarse en el joven parado estático sosteniendo la puerta a su espalda.La señora lo miró sin decir nada - ¿pasa algo? - preguntó, conteniendo los nervios.La señora negó, desviando la mirada. Tomó los extremos de su vestido, girando para marcharse - Creo que vi mal - volteó la cabeza, dedicándole
-¿has dormido bien? - su padre le preguntó.-Sí - sonrió - aunque anoche me quedé estudiando hasta tarde.-¿a sí?, ¿cómo han estado las clases?.-Muy bien, me parecen bastante interesantes - tomó los cubiertos - ¿iremos a un lugar en especial hoy?.Su padre se aclaró la garganta; en tanto partía lo que estaba en su plato - Sabrás que hoy no iremos de paseo, ¿verdad?.Teo levantó los ojos - ¿entonces? - sintió cierta ansiedad.-Bueno - su padre no lo miró - Sabrás que al tener más privilegios, también adquieres más responsabilidades - las manos de Teo se mantuvieron fijas a cada lado del plato - te asignaré nuevas tareas. Dependiendo de tu desempeño, veremos si eres digno de marcharte a otro lugar - los ojos oscuros del señor se enfocaron en él - ¿crees poder mantener las clases junto con tus tareas?, no te cargaré mucho; pero depende de lo que tú desees.-¿qué pasa si no quiero hacerlo?.-Naturalmente, no tendrás derecho a marcharte aunque ganes el examen.Su corazón dio un brinco - L