La señora sonrió - Es algo bueno - luego, sus ojos se desviaron al espacio vacío entre Teo y la puerta - ¿regresaste acompañado? - preguntó con calma - ¿tus amigos están aquí?.
El aire se escapó de sus pulmones - No, he vuelto solo.
La señora lo vio, con la espalda erguida - Abre la puerta - pidió.
Teo exhaló suavemente a escondidas. Después abrió, caminando; en tanto empujaba la puerta. No se atrevió a negarse porque sería extraño; así que se paró a un lado, descubriendo el interior del cuarto. Desde la entrada, los ojos de su madre pasaron por cada rincón de la habitación. El corazón de Teo palpitó en su pecho, temeroso que descubriera la mentira. Los ojos recorriendo en un círculo hasta posarse en el joven parado estático sosteniendo la puerta a su espalda.
La señora lo miró sin decir nada - ¿pasa algo? - preguntó, conteniendo los nervios.
La señora negó, desviando la mirada. Tomó los extremos de su vestido, girando para marcharse - Creo que vi mal - volteó la cabeza, dedicándole una última mirada fugaz - ya sabes quién es bienvenido en casa y quién no - empezó a caminar - Mañana levántate temprano - informó - irás con tu padre a resolver unos asuntos.
-Lo haré, ten una buena noche - cuando la figura desapareció en la esquina, cerró para girarse y quedar ante la vista completa se su habitación. Los pasos sonaron a un costado. Luego se detuvieron. El silencio inundó el espacio. Como si el tiempo se hubiese detenido. No hubo movimientos, sólo el pecho de Teo subía y bajaba tensamente. Un momento después, los pasos volvieron a sonar, alejándose.
Era cierto que a sus padres no les agradaban sus amigos; pero eso no era un secreto para ellos. Tenía rotundamente prohibido tener contacto con Oliver y Edgar, específicamente; debido a que su actitud era libertina y tenían malos hábitos. Tachados como una mala influencia para el digno Teodoro; en consecuencia, se vio obligado a mantenerlos ocultos desde que eran niños. Esa regla fue la única que se atrevió a romper a lo largo de los años. Ya que su amistad venía desde la infancia. Él los consideraba buenas personas a pesar de su mala educación y las travesuras que hacían. Para él, eran un momento de libertad divertida; aunque no se atrevía realmente a hacer todo lo que ellos eran capaces.
Los pasos se desvanecieron a la distancia; mientras el silencio seguía en la oscuridad. El dosel de su amplia cama, sostenía cortinas amarradas a sus cuatro extremidades. Su cama, se colocaba pegada al fondo de la pared, puesta sobre un pedestal redondo justo en medio de la habitación. Bajo ese pedestal que dejaba un espacio a los extremos y al frente, sus cosas personales se distribuían ordenadamente. Con un enorme armario del lado izquierdo y diversos libreros al derecho, donde, en el extremo pegado a la puerta, había una fina mesa de madera tallada, con un recipiente de cristal lleno de agua nítida y vasos a su alrededor. Junto a la mesa también había una silla de fina madera.
De pronto, un lado del dosel se movió, estirando la cortina como si fuera movida por el aire; al mismo tiempo, una sombra se movió bajo la cama. Lentamente, la cortina se desató, descubriendo a un hombre alto con vestimenta gris y negra. Cuando los pies de la persona tocaron el suelo, una mano salió de debajo de la cama, arrastrando a un cuerpo camuflado en la oscuridad. Los dos chicos salieron, mostrando sonrisas en sus rostros. Como si la adrenalina que acababan de vivir fuera solamente parte de una aventura.
Oliver bajó del pedestal - Estuvo cerca, ¿no? - sus dientes blancos demostraban la burla en su rostro - Debes aprender a mentir mejor, casi no lo logras.
Por otro lado, Edgar se lanzó a la cama con los brazos abiertos, boca arriba y las piernas colgando de la orilla - Ah - exclamó a gusto sobre el suave colchón.
Por un momento, Teodoro se había sentido culpable por el desprecio de su madre; pero al ver que sus amigos seguían queriéndole a pesar de eso, la calma volvió a él. Queriendo compensar su falta dijo - Enséñame a mentir la próxima vez que salgamos a divertirnos.
Los ojos de Oliver se abrieron; al mismo tiempo que Edgar se sentó de golpe en la cama - Tú lo has dicho, vendrás con nosotros.
Edgar se paró y fue a ellos - la primera vez que saldrás con nosotros - sonrió. Vio a Oliver y en un acuerdo tácito dijo - te llevaremos al mejor lugar.
Un cosquilleo le cubrió todo el cuero cabelludo, provocando que todo el vello se alzara. Los chicos se quedaron jugando casi toda la noche. Hasta antes del amanecer, Teo salió al patio para abrir la puerta silenciosamente y dejarlos marchar. Al regresar a su habitación se ocupó en recoger todas las cosas regadas por el suelo antes de acostarse a dormir. No había pasado mucho tiempo desde que cerró los ojos, cuando la puerta sonó - ¿Teo, estás listo? - era una voz grave.
Inmediatamente, abrió los ojos. Lo había olvidado. Tenía que salir con su padre en la mañana - En un momento voy - se levantó. Se quitó la ropa del día anterior y la lanzó al mueble destinado para las prendas sucias.
- Desayuna primero - dijo el hombre antes de marcharse.
Se cambió de ropa y mojó su cabello con el agua para beber antes de salir. La noche había sido divertida; pero no podía dejar que sus padres lo supieran porque estaba bajo condición. Si se enteraban que había roto las reglas, sería encerrado en casa sin el derecho de participar en las clases que tanto anhelaba. Debía tener cuidado, ya que su futuro estaba en juego. Corrió a la casa y subió al comedor. A la mesa, sus padres ya se sentaban en la posición de siempre.
Inhalando, se acercó - Buenos días Madre, Buenos días Padre - jaló la silla echando un vistazo superficial al balcón que sobresalía en lo alto antes de sentarse. Desde ahí, se podía ver parte del patio frente a su cuarto; sin embargo, la cima del árbol los mantenía ocultos bajo sus ramas.
-¿has dormido bien? - su padre le preguntó.-Sí - sonrió - aunque anoche me quedé estudiando hasta tarde.-¿a sí?, ¿cómo han estado las clases?.-Muy bien, me parecen bastante interesantes - tomó los cubiertos - ¿iremos a un lugar en especial hoy?.Su padre se aclaró la garganta; en tanto partía lo que estaba en su plato - Sabrás que hoy no iremos de paseo, ¿verdad?.Teo levantó los ojos - ¿entonces? - sintió cierta ansiedad.-Bueno - su padre no lo miró - Sabrás que al tener más privilegios, también adquieres más responsabilidades - las manos de Teo se mantuvieron fijas a cada lado del plato - te asignaré nuevas tareas. Dependiendo de tu desempeño, veremos si eres digno de marcharte a otro lugar - los ojos oscuros del señor se enfocaron en él - ¿crees poder mantener las clases junto con tus tareas?, no te cargaré mucho; pero depende de lo que tú desees.-¿qué pasa si no quiero hacerlo?.-Naturalmente, no tendrás derecho a marcharte aunque ganes el examen.Su corazón dio un brinco - L
Después de un par de horas de tratar asuntos triviales, las piernas de Teo ya dolían por estar tanto tiempo parado. Se movió inquieto, intentando relajarlas - en un momento descansaremos - le informó su padre.Por la puerta, entró un hombre alto y serio. Teo lo reconoció como el tipo que vio afuera; pero el hombre no dijo nada cuando entró y escaneó toda el área. Tenía un cuerpo robusto, cubierto por un traje completamente negro. Dio pasos hacia los libreros y barrió la vista lentamente. Teo se quedó paralizado en el lugar. El hombre no saludó al entrar y no dijo nada al salir. Después, un señor mayor pasó en su lugar, apoyándose en un bastón con la espalda curvada, tratando de mantener la mejor postura posible, con una mano tras la espalda - Disculpa que mi guarda espaldas te haya importunado - a pesar de la vejez la alegría aún marcaba sus rasgos.-Descuida - su padre se paró. Dio un paso al lado; sin embargo, el viejo levantó una mano, deteniéndolo - Has cambiado de nuevo, ¿no te si
Debido al repentino encuentro con su madre, cuando llegó al salón, las puertas ya estaban abiertas. Todas las personas ya habían entrado; por tal motivo, corrió a la entrada. Puso un pie en las gradas cuando escuchó - Mira, ahí está - la voz se le hizo conocida; así que volteó. Sus compañeros se acercaban desde la pared al otro lado de la calle - ¡Teo! - Oliver corrió hasta él; mientras Edgar caminaba con más calma - ¿tuviste problemas? - habló con falta de aire al estar cerca - ¿por qué te retrasaste?.Teo se terminó de voltear - Mi madre me entretuvo hasta que se me hizo tarde.Los ojos de Oliver se ampliaron - ¿se dio cuenta que estábamos ahí?.-Tal vez sí - dijo nada más; pues no pudo saber los verdaderos pensamientos de su madre.-Bueno, entonces será complicado salir a divertirnos esta noche - Oliver bajó la vista; en tanto se acariciaba la barbilla con una mano.Teo abrió la boca - yo… - Dudó, con miedo de ir y ser descubierto.-Jóvenes - de pronto, una voz profunda se escuchó d
Al sentarse, los chicos pidieron algunas cosas que él nunca había escuchado antes. Sólo cuando la mujer se fue, tuvo el valor de levantar la vista de nuevo. Aunque los sofás rodeaban la mesa entera, los tres se sentaron en uno mismo. Con la vista hacia la parte interna del lugar. Los otros lugares estaban ocupados, el bullicio de la gente aumentaba conforme se iba llenando el bar.Pronto, la señora regresó. Teo, trató de mantener la vista en el rostro; mientras limpiaba sus palmas sudorosas en su pantalón. Parecía tener entre treinta años o más; pero su rostro estaba bien cuidado. Con las curvas de sus labios pintadas de carmesí. Ojos negros enmarcados por largas pestañas y una nariz corta. La señora se agachó para depositar, las bandejas en sus manos, en la mesa. Sacó las bebidas poniéndolas frente a
Los árboles tras las banquetas se agitaban con el viento. Al final del puente, también habían árboles al lado izquierdo que se movían de un lado a otro - Es silencioso, ¿no? - llegó corriendo; mientras Oliver se acercaba a la fuente - A esta hora los niños ya no andan haciendo ruido por todos lados.Teo intentó recuperar el aliento. Cansado por la poca actividad física que se vio obligado a hacer - ¿no es peligroso estar aquí a esta hora?, por eso los niños no salen - dijo acezando. Sus pulmones ardían.Cerca de la fuente, Oliver se giró - No - dijo con una mueca de poca preocupación, con las manos colgando descuidadamente a sus costados - Sólo les dicen eso para asustarlos. Relájate - movió los hombros al frente con la última pala
El hombre dio otro paso más. Como si se acercara de manera cautelosa para no asustarlo. La mano en su hombro se apretó - no son tan seguras como otros afirman - su altura era imponente. Incluso estando al final del puente podía igualarse a Teo.Teo cerró la boca. Tenía un punto en contra - Tú debes conocer muy bien estas calles, ¿no? - el hombre no respondió - Estoy con mis amigos, creo que no hay tanto peligro.Los ojos del señor se desviaron hacia atrás - Se ven muy valientes - había una pizca de sarcasmo en su tono. Luego, regresó la vista a Teo.Entonces, Oliver bajó la mano - nosotros hemos paseado todas las noches por aquí. Podemos defendernos de cualquier peligro - se puso al lado de Teo - si nos disculpas, seguirem
Toda la noche estuvo intrigado. No sabía en qué momento sus padres recibirían la noticia o si sus intenciones eran que él mismo dijera la verdad. Se revolvió en la cama sin conseguir dormir, hasta que escuchó las aves cantar desde fuera de la puerta. El sol comenzó a alumbrar a través del material casi transparente. Agotado mentalmente, se levantó. Abrió las puertas de par en par y se dirigió al lado derecho por el pasillo que había enfrente de su habitación.Su casa, alejada de la principal, tenía su propio cuarto de baño. Llegó a un par de puertas de madera, separada por un pequeño espacio. Tomó el pomo del de la izquierda, lo giró y empujó. Toda el área era elegante y bien cuidada; así que la puerta ni siquiera rechi
A su espalda, escuchó los recipientes que colocaban en la mesa; mientras observaba las hojas del árbol moverse. La última parte del patio apenas se lograba ver. Sólo la cima de la pared del fondo quedaba descubierta. De pronto, un golpe lo sobresaltó. Los platos se rompieron produciendo un sonido crujiente al despedazarse. Rápidamente se volteó. Su madre estaba parada junto a la mesa, con la vista en el suelo y una mano cubriendo su boca. Pedazos de porcelana se esparcían en sus pies, junto a un bulto de alimentos calientes.Teo se acercó - ¿qué pasó? - puso una mano en la espalda de su madre; en tanto le sujetaba el brazo que tenía elevado con la otra.-Se resbaló de mis manos - se descubrió un poco la boca para luego volverla a cubrir.