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Capítulo II: Encuentro con sus amigos

Corrió emocionado hasta que encontró a la gente agrupada en la calle. El sudor se acumuló en su frente, no sólo por el ejercicio; sino que también por los nervios que lo invadían. Paró justo antes de introducirse en la multitud, asesando. Algunas personas tenían caras conocidas, vistas en reuniones algunas veces. De repente, escuchó - ¿Teodoro? - sus ojos se abrieron, buscando el sonido.

-Ah, es cierto, es él - por un lado, dos personas salieron de entre la multitud - ¿no es un milagro o será una alucinación? - uno de ellos bromeó.

-Oh, chicos - Teo los saludó.

Se acercaron uno a cada lado y los dos pusieron una mano en sus hombros - No te has escapado de casa, ¿verdad? - con pesadez, recibió las palmadas de los dos chicos que tenían una gran sonrisa en el rostro.

-Claro que no - sonrió, arreglándose la ropa - me han dado permiso de asistir a clases.

-¡Qué bien! - el de la izquierda, vestido con un traje cafés, dio otra palmada - estarás en nuestro grupo.

El otro, con camisa gris y pantalón negro, agregó - Vamos, debemos apartar lugar. Que sea cerca de la puerta; así podemos escaparnos cuando queramos.

Teo asintió; aunque un poco inseguro y temeroso. Se acercaron a la gran entrada sostenida por redondos parales gigantescos. No subieron las gradas; puesto que toda la gente estaba esperando a que las puertas del salón se abrieran. Algunos, sostenía un reloj en su mano; mientras las agujas se movían, una de ellas dio un salto y marcó las tres de la tarde. Pronto, las grandes puertas rechinaron. El aire fue succionado al interior. Las ropas ondearon, el cabello fue jalado; en tanto el espacio era descubierto.

Una línea de fuertes postes abría el camino desde la entrada hasta llegar al escenario construido al fondo. A los lados se encontraba el área vacía donde los estudiantes se acomodaban para recibir la clase. Muy pocos tenían el privilegio de asistir a tal evento, sólo los hijos de los burgueses, gente de la clase alta y estudiantes sumamente aplicados podrían entrar al salón. Como ventaja para Teodoro, él pertenecía a ambas categorías, inteligente y rico.

-Vamos, vamos - el de traje cafés los llamó. Tomó la manga de Teo y empezó a correr hacia adentro.

-Toma el rincón - el otro gritó a unos pasos atrás.

La multitud se abultó queriendo entrar todos al mismo tiempo. Teo fue empujado de un lado a otro; mientras su amigo lo jalaba y el otro lo empujaba para atravesar la selva de personas. De pronto, fue jalado con fuerza. En el proceso, empujó a la gente que se atravesó antes de salir del torrente humano - Sentémonos ahí.

En todo el salón no había sillas ni bancas, sólo era un enorme espacio vacío y limpio. El lugar donde el chico señalaba era la pared del fondo de todo el lugar, donde la luz no llegaba. Un poco reacio, Teo lo siguió; puesto que el prefería un lugar cerca del escenario donde pudiera escuchar claramente al profesor. Sin embargo, no podía negarse a pasar el rato con sus amigos, ya que no podría hacerlo después de clases - Oliver, no me jales tan rápido - susurró, tropezando con sus propios pies.

Oliver paró sólo cuando estuvo en el sitio deseado - Lo siento, es que si nos tardábamos alguien más nos ganaba el lugar.

-¿quién más querría sentarse en este lugar? - reclamó, un poco molesto. Oliver se limitó a sonreír cuando sus ojos se desviaron a la parte trasera de Teo.

-Estoy aquí - el otro chico habló desde atrás. Teo se volteó para ver su rostro cansado - Me quedé atrapado en la multitud. Los perdí de vista por un momento.

Oliver rio - Teo casi se pierde también, pero logré salvarlo - soltó una risa baja.

Los ojos de Teo lo fulminaron - Por poco caigo y era aplastado por tu culpa.

-Eres muy lento Teodoro, necesitas agilizar los pies - Oliver señaló con la barbilla al otro chico - Mira, sino te hubiera jalado te habrías perdido como Edgar.

-Bueno, sentémonos antes de que alguien más venga - El chico de ropa gris se camuflaba muy bien en la oscuridad - oye Oliver, ¿has visto quién está por allá? - susurró; mientras el otro chico se acercó con curiosidad.

Mientras ellos hablaban, Teo se pegó a la pared y se sentó en el espacio solitario del fondo, con las piernas dobladas a sus costados. A través de las piernas de los dos chicos inquietos, vio a las personas sentarse en grupos, alineadas cerca de la parte baja del escenario. Únicamente ellos eran los únicos que pasaban desapercibidos bajo la sombra del pilar. Un momento después, sus amigos se sentaron distraídamente donde estaban hablando.

De pronto, los dos se giraron a verlo - Teo - Oliver se inclinó hacia él. La distancia era un poco notable; así que tuvo que susurrar con fuerza - mira quien ha venido - en la oscuridad, su mano cubierta por una manga cafés se alzó. Cubierta por la espalda de Edgar, señaló a la otra esquina del salón - ¿no es una belleza?.

En el lado superior derecho, cerca del escenario, una joven bella, se sentaba con la espalda recta y las manos unidas al frente. Sus labios rojos resaltaban de su piel blanca, suaves y un poco abultados. Su vestido, formaba una curva esbelta desde su espalda hasta el inicio de la falda que se extendía sobre el suelo. Su cabello negro sujetado hacia arriba, le daba un semblante serio a su cara. Era como un afrodisíaco para los ojos, haciendo difícil separar la vista.

-Es una belleza rara, una en un millón - Oliver siguió hablando.

-Sí, ¿pero qué hace aquí? - Escuchó a Edgar.

-¿por qué no?, es su derecho - Oliver no paraba de hablar - Además, ¿no es mejor para nosotros?. Podremos verla todos los días.

-Sólo por eso, pero creo que es innecesario.

Ciertamente, en ese grupo de casi cien personas sólo había unas pocas chicas y la mayoría estaban ahí por el privilegio de ser de una buena familia. Asimismo era el caso. La joven pertenecía a una familia de un estatus mucho más alto que el de Teo; sin embargo, a él no le importaba. Él estaba ahí únicamente para aprender; así que apartó la vista de la mujer y se fijó en los dos del frente - ¿ustedes, chicos, a qué han venido?.

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