Karina sabía que le gustaba y que sentía algo más que no podía identificar de manera precisa y que se negaba a confesar, es más, la sola idea de decirlo le aterraba sobremanera. Es difícil volver a confiar cuando lo había dado todo en una relación y terminabas defraudado; luego de lo sucedido con Ricardo, le costó recoger los pedazos de su corazón y volverlos a armar. Aun cuando todo dentro de ella gritaba que le diera una oportunidad a Marino, su razón se negaba a hacerlo. Se quedó observándolo por un par de segundos más y aunque estaba segura de que las palabras que pronunciaría le dolerían más a ella que a él, no titubeó en decirlas, tan firmes como si ellas encerraran toda la verdad, pero debía encontrar la forma de alejarlo de ella.
—Marino, en verdad lo siento, me gustas mucho, pero no te amo, no para pensar en c
Los tres adultos lo observaron tan sorprendidos de su confesión que por breves segundos enmudecieron, las palabras sobraban en ese instante, sobre todo fue de impacto para Dara y Martín, quienes no podían creer que Marino, ese hombre que habían conocido tan egoísta y pagado de sí mismo, se hubiese enamorado; y aunque su trato con la pequeña Tara es lo que se llamaría clase aparte, jamás se imaginaron que ese amor que sentía por su hija, se pudiera extender a una mujer que no fuese ella ó Dara.El primero en romper el silencio fue Martín —Me has dejado mudo, pero ahora estoy desconcertado, porque no entiendo la molestia de Karina, ¿Por qué ha salido molesta? Cuando debería sentirse feliz, porque es obvio que ella siente lo mismo por ti—habló con certeza mientras los otros dos movían afirmativamente la cabeza.Mari
Alzaron a Marino y lo llevaron a la vans para trasladarlo hasta Filadelfia, la capital del departamento de Boquerón, localizado en la región occidental de la República de Paraguay, aproximadamente a unos cincuenta y cinco kilómetros de donde estaba ubicada la hacienda “La Italianera”. Al hacerlo, como Martín fue uno de quien lo alzó, para quitar drama a lo que estaba sucediendo expresó con burla: —¡Vaya! ¿No sabía que te gustaba que te cargaran en brazos como una princesa?Sin embargo, luchando con la nubla de su mente, Marino le respondió con fina voz: —Martín: ¡Eres pajúo!
Karina hizo su recorrido hasta la ciudad en tiempo record, estaba ansiosa por conocer el estado de Marino y ver su rostro cuando le dijera que se había replanteado su propuesta y que iba a aceptarlo. Llegó al Centro Médico donde estaba hospitalizado, preguntó en información y le notificaron que estaba internado en la habitación veinticuatro, subió al segundo piso con premura, siguió las indicaciones, al llegar tocó la puerta e ingresó, Martín estaba sentado en un sofá cama, leyendo un libro, extendió su mirada al otro extremo y vio a Marino totalmente dormido. Ella se sonrió ante sus palabras, pero le produjo ternura, que él volviera a parpadear seguidamente y ante la incredulidad de que ella no estuviera allí, se restregó los ojos con los puños de las manos y volvió a observar hacia donde estaba ella, asombrado de que aún no desapareciera.—No sigas intentándolo que no voy a desaparecer, soy yo en carne y hueso—dijo levantándose para inclinarse y acariciarlo, lo que provocó un suspiro en él.—Me alegro de que hayas venido a cuidarme tú, como comprenderás prefiero tu compañía que la del princeso—dijo con una sonrisa.—¿Princeso? —preguntó ella desconcertada.—Martín, es que siempre bromeábamos de esa manera, hoy después de mucho tiempo, sent&iacutCAPÍTULO 27. SORPRESAS DE LA VIDA
Al identificar a la persona con la cual tropezó, se quedó con la boca abierta unos segundos, no tenía la menor idea de que hacía allí, ni remotamente se lo había imaginado.—¿No vas a saludar a tu madre? —interrogó Graciela la mujer de su padre.— La única madre que tenía murió hace unos años, tú no eres nada mío, de hecho no eres de mis personas ni medianamente aceptable y menos luego de cómo nos trataste a mis hermanos y a mí después que lograste casar con mi padre.— No tuve que ver con la decisión de tu padre vender las propiedades que tenía cuando vivía tu madre, además si haber sido cierto eso que dices, él pudo decir que no, entonces no creo que seas justo que me endoses a mí esa responsabilidad.—¿
Todos estaban totalmente indignados por las palabras de la bruja, y la niña más que ninguno, las lagrimitas corrían por sus mejillas, mientras lloraba no con escándalo, sino con un profundo sentimiento que conmovía el corazón más duro, menos el de Graciela. Marino le entregó a Karina a Tara y luego tomó a Katherine, sentándola en su pecho, buscando calmarla.—¡Hey! —Llamó la atención de la pequeña, quien lo observó con párpados caídos, mirada triste y ojos humedecidos por las lágrimas que aún seguía derramando y que bañaban el pequeño rostro—¡No llores! Claro que soy tu padre, es más, te escogí desde que te vi por primera vez, me enamoré de tu sonrisa, de tus ojos, de tus ocurrencias. Nadie puede hacerte sentir mal porque venga a decirte
Un día después Marino fue dado de alta, siguió la recuperación y el tratamiento antibiótico para el combate de la infección de su pierna en la casa, sin embargo, después de tres días de reposo, estaba hastiado de tanta inactividad, se reveló de sus cuidadores porque ya no quería estar en cama, por más que le insistieron y le hicieron ver que lo mejor es que guardara reposo, no hubo fuerza humana que lo convenciera de hacerlo, pues uno de los defectos de este hombre es que era tan terco como lo era Karina, definitivamente ellos eran tal para cual, pero se notaba como cada uno de ellos hacia esfuerzos para acoplarse uno a otro.Se dedicó a hacer las tareas más sencillas en la hacienda, pues decía que el ejercicio físico le serviría como terapia de rehabilitación para lograr recuperarse con mayor rapidez. Ayudó a limpiar los establos, las ca
Se quedaron abrazados, ella desnuda y él a medio vestir acostados en la hierba, le quitó la coleta que le sujetaba el cabello y empezó a acariciárselo con mucha ternura, tomó un mechón en sus manos y acarició con este delicadamente su rostro, produciéndole un cosquilleo, luego acercó su rostro a ella y comenzó nuevamente a besarla con suavidad, pero Karina se sentía demasiado impetuosa para ir con calma, se subió encima de su amado diciéndole.—Ahora me toca a mi señor Russo—empezó a recorrer su rostro con las manos, perfilando cada facción del mismo, embebiéndose de ella, fue haciéndose camino por su barbilla hasta llegar a su manzana de Adán, iba probándolo con la punta de su lengua, mientras él la sostenía por la espalda, recorriéndosela con delicadas caricias, intentando bes