La argucia

—Estás muy equivocada en todo, preciosa —me responde Alessio y su voz ronca, como antes...me hace cosas que todavía me sorprende tiene el poder de hacerme —. Nunca vas a olvidarme, hace mucho me aseguré de eso pero disfruta de tu experiencia rusa, no te va a durar para siempre y sabes que nunca hablo por hablar.

—¡Alessio, Alessio...! —me acerco a él en el coche, antes de que aparquen —. Necesitas olvidarme tú, ya no puedes lastimarme y jugar contigo es tan fácil como respirar. No te confundas que aunque Ian no existiera esto de aquí —me acaricio la cara interna de mis muslos —nunca más estará cerca de tí. Me jodiste la vida, mataste a mi hijo, me enviaste a la cárcel y me pusiste los cuernos, ni en mil años de matrimonio con el mismísimo diablo me haría sentir peor que tú. No te confundas.

Me mira serio, como es él. Alto y despeinado, luce nervioso, no entiendo por qué y bufa cuando se detiene el coche, niega dejándome con la palabra en la boca para bajar cuando nos abren. Entonces
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