Posesión

Nikky Moskav

—¡Puedo explicarlo!

Alzo las manos como si me estuviera apuntando con un arma. En cambio son sus ojos los que me apuntan furiosos. Le veo mirarme lleno de celos y rabia. Me siento sin ánimos ya, justo dónde antes estaba dormido y borracho Samuel. Todavía siento el sofá caliente bajo mis muslos. Es difícil estar dividida entre dos hombres y de formas tan distintas.

Veo como Alessio lo saca hasta donde está su amigo y yo todavía busco en mi mente qué decir a mi marido.

—No hay nada que puedas decir que minimice la ira que siento al haber oído a mi mujer —recalca la palabra mí, con un bramido —, diciéndole a otro cuanto haría por él. Y no sé si mi delirio por tí te ha hecho olvidarte de que tú eres mía —tira de mi brazo y me pega a su cuerpo —. Ni el imbécil de Straits ni el mismísimo Dios puede hacer que eso cambie. Que no se te olvide. Igual estoy dejándote demasiado albedrío y empiezas a confundirte.

—No me hables así, Ian.

—No provoques que lo haga —reclama.

—Estás cru
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