54- Dos aromas.

Sus ojos brillaban, húmedos de furia.

—Hace unos minutos, ni siquiera pudiste marcarme —susurró, como si lo dijera solo para sí misma—. Porque ella… está aquí. En la misma manada. Y tu lobo ya no puede reclamar a otra.

Gregor apretó los puños.

—¡Eres una tonta! ¡Acaso no viste como la traté por ti! —rugió señalando hacia la puerta—. ¿Cómo no puedes ver que te amo? ¿Cómo no entiendes que si no puedo reclamarte como mi luna, preferiría arrancarme los malditos colmillos?

Elyria tembló. No de miedo. De impotencia.

Gregor se giró y comenzó a caminar, resoplando como un animal herido.

Desde el umbral de la puerta destrozada, se detuvo, sin voltearse.

—Esperaré en mi despacho hasta que te calmes.

Al llegar al despacho, Gregor, encontró a Ewan de pie junto al ventanal, ansioso, inquieto, con la mirada fija en la puerta como si hubiese estado esperando una explosión.

—¿Qué fue eso? —disparó en cuanto Gregor entró y cerró con un portazo—. Pude sentirlo por nuestra conexión. Tu lobo… estaba con
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