ADVERTENCIAS.Antes de comenzar con esta aventura debemos dejar en claro algunas cosas para evitar en el futuro cualquier posible malentendido, ¿sí? Bien, aclaremos algunas cositas de las cuales considero importante advertir.La sinopsis ya nos da una pista, pues hablar por si sola, más quiero explayarme e ir más allá. Sí, el protagonista parece ejercer una profesión que no es precisamente la ideal. Queremos aclarar que en NINGÚN MOMENTO se apoya ese tipo de negocios, que en ningún momento es tan ‘sencillo’ como nos pueden hacer creer los medios; es algo que causa sufrimiento a muchas personas. La mayoría de las mujeres y hombres que ejercen dicho trabajo, lo hacen obligados. Probablemente, la cifra sea del 99%. Por favor, aunque en el texto debido a la historia se hable de ello, tengamos siempre presente que nunca es la solución. Que causa dolor a muchas personas, lleva a otras a la muerte. Esto es ficción, y ahí voy al siguiente punto: separemos ficción de realidad. Que la historia
Charlotte comenzaba a arrepentirse al ver la entrada de semejante palacio. ¿Cuánto dinero se iban a gastar? Y para nada, porque en el fondo sabía que Elizabeth no sabría agradecer el regalo que sus amigas le harían. Tal vez sería mejor dar media vuelta y volver al coche antes de entrar al burdel de Madam Boaiur. Se giró hacia Priscille para comunicarle su decisión.—Pris, creo que será mejor comprarle un vestido o alguna cosa friki de las que tanto le gustan.¿Era miedo eso en su voz? Puede que lo fuera, sin embargo, no lo admitiría en voz alta. Eso jamás. Antes muerta que mostrar debilidad.Su amiga la miró, en un principio con el cejo fruncido, aunque luego alzó una ceja y pareció divertida con el temor que tenía la rubia, lo cual no sentó nada bien a esta.— No te rías a mi costa. Esto ni siquiera parece un burdel, más bien parece la mansión playboy. Y así era. Tan enorme como una mansión y tan elegante que al verlo por fuera nadie diría que era un burdel.—Es un burdel de clase a
Elizabeth estaba verdaderamente cansada. No podía recordar haber estado tan agotada nunca en su vida. Y todo era por culpa de sus amigas. Ellas la habían mareado durante todo el día. Por la mañana había recibido felicitaciones de todas sus amistades y conocidos, además de la visita de Priscille y Charlotte, las que se habían presentado sin regalo, cosa que no le importaba a Elizabeth, ella no era materialista, aunque si empezó a molestarse cuando desde tan temprano la llevaron de compras como regalo. Con un pequeño detalle: sin permitir que fuera ella la que escogiera la vestimenta, ni nada de lo que llegarían a comprar. Sus amigas fueron las que decidieron por ella, haciéndose con un hermoso pero demasiado corto vestido, de color azul oscuro, y unas sandalias de un azul más claro. Ellas habían querido comprarle tacones, no obstante, como Elizabeth no sabía caminar con estos, desistieron de esa idea. Después de una larga mañana de compras la habían llevado a comer a un pequeño bar d
Elizabeth apenas había podido dormir. Se había pasado la noche entera dando vueltas en la cama y a las seis de la mañana ya estaba metida en la ducha. Al salir para desayunar había vuelto a ver el dinero y volvió a sentir la misma rabia que la noche anterior bullir en su interior. Hizo un desayuno rápido y lo degustó mientras en su ordenador buscaba la dirección del burdel. Se encontró con que el burdel tenía una página oficial y no pudo evitar cotillear un poco mientras buscaba la dirección. Vio que no se podía entrar sin contraseña y que esta se cambiaba cada día, por lo que aparte de la dirección se apuntó la clave y luego apagó el computador y se vistió con algo sencillo, como ella solía vestir. Con sus vaqueros y una camisa. Llamó un taxi y le dio la dirección para que la llevara al burdel. Todo el trayecto estuvo nerviosa jugueteando con el asa de su bolso, hasta que el taxi se detuvo frente a lo que parecía una mansión y Elizabeth miro al taxista confundida. —Perdón, ¿está s
Lucas entró al despacho de Flora tras ser anunciado por Ignis, dio dos besos a Flora como siempre y se sentó dispuesto a escuchar que la mujer mayor tenía que decir. Sin embargo, Flora no parecía dispuesta a poner las cosas fáciles, simplemente sonreía sin quitarle la mirada de encima, y comenzaba a ponerlo verdaderamente nervioso tanto misterio. —Flora, sabes que te respeto y que te quiero como a la madre que perdí hace años…—Comenzó a hablar, pero fue interrumpido por esta. —Lo sé, querido, sabes que yo siento lo mismo hacia ti. — Sí, lo sabía, por eso tenían la relación que tenían, como de una madre y un hijo. Ella era para él literalmente aquello, su segunda madre. —Bien Flora, entonces, te lo pido por favor, por ese cariño que ambos sentimos hacia el otro, cuéntame de una vez qué es lo que pasa. ¿A qué viene tanto misterio y por qué estás tan feliz? — Él no podía recordar haber visto jamás a Flora tan sonriente. No es como si Flora no fuera una persona feliz o fuera una amargad
Darren esperó a que su padre se liberó del trabajo para ver cómo iba a jugar un rato en la sala con su nieto, el pequeño Jordan, hijo de su difunto hermano gemelo y de Alina. El pequeño de solo cinco años era la alegría de la familia, y era como un hijo para él, aunque hubiera sido el hijo de su hermano y la mujer que él amaba, era Darren quien había sido toda su vida un verdadero padre para el infante, y el único que había sabido amar correctamente a Alina, como ella se lo merecía. Su hermano había sido un cerdo con ella. Los había separado y casi la había matado frente a sus narices. Darren nunca se perdonaría todo lo que Alina sufrió a manos de ese canalla. La caricia de esta en su espalda lo sacó de sus pensamientos. Su dulce sonrisa le hizo recordar que el pasado ya no dolía. No más. Rodeándola con un brazo por la cintura, la sacó de la salita.—¡Darren! Quería hablar un rato con tu padre. —Se quejó divertida cuando él la sacó al pasillo.—Luego, amor, luego. Primero debemos habl
Elizabeth se había recompuesto de su pequeño golpe emocional, o al menos físicamente, estaba más presentable, no rompía a llorar a la mínima, podía mantenerse algo más estoica, más fuerte, y decidió con motivo de ello ir a hacer una visita a su editor a casa de este. Más que un editor, él era como un segundo padre para ella, y la familia de él la adoraba casi tanto como ella a ellos. Y no solo a la familia, también al servicio, por eso abrazó al ama de llaves cuando le abrió la puerta y entró saludándola con una gran sonrisa, preguntándole por su vida, sus nietos… Hasta que mientras es guiada al salón donde está su editor en el camino ve al hijo de este, la pareja del chico, y… Se quedó blanca. Todo el color se esfumó de su rostro.¿Qué hacía él aquí? ¿Qué hablaba con ellos? No tardaron en notar su presencia mientras ella sentía su mundo caer encima de ella.—¡Puedo explicarlo! ¡Juro que puedo explicarlo! —Odiaba ser tan sensible. Lo odiaba. No controlaba sus lágrimas, cuáles ya llena
El sonido de su insistente timbre fue lo que la despertó. Mirando el despertador comprobó que solo eran las seis de la mañana. ¿Quién era tan cruel de despertarla a estas horas? Una idea se le pasó por la cabeza y fue la que la hizo levantarse con energías, sin importarle estar todavía legañosa. Se fue quitando dichas legañas por el camino, calzándose también sus pantuflas de Hello Kitty. Sí, aquella gatita tan fan del rosa y tan presumida no parecía ser del agrado de todos, sin embargo, a Elizabeth le gustaba. Tenía varias cosas de esa gata tan famosa, y no solo su calzado de aquel momento.Ella esperaba ver tras la puerta a sus amigas, fundirse en un gran abrazo, reconciliarse y actuar como si nada hubiera pasado. Demostrar que su amistad es más fuerte que todo. Es decir, lo que hacían siempre, tan solo con la pequeña diferencia de que esta vez no sería ella la que, como siempre, corriera tras las faldas de las otras dos. Aquello era algo ya rutinario. Incluso sin tener la culpa, si