Darren esperó a que su padre se liberó del trabajo para ver cómo iba a jugar un rato en la sala con su nieto, el pequeño Jordan, hijo de su difunto hermano gemelo y de Alina. El pequeño de solo cinco años era la alegría de la familia, y era como un hijo para él, aunque hubiera sido el hijo de su hermano y la mujer que él amaba, era Darren quien había sido toda su vida un verdadero padre para el infante, y el único que había sabido amar correctamente a Alina, como ella se lo merecía. Su hermano había sido un cerdo con ella. Los había separado y casi la había matado frente a sus narices. Darren nunca se perdonaría todo lo que Alina sufrió a manos de ese canalla. La caricia de esta en su espalda lo sacó de sus pensamientos. Su dulce sonrisa le hizo recordar que el pasado ya no dolía. No más. Rodeándola con un brazo por la cintura, la sacó de la salita.
—¡Darren! Quería hablar un rato con tu padre. —Se quejó divertida cuando él la sacó al pasillo.
—Luego, amor, luego. Primero debemos hablar de Lucas. — Se obligó a detenerse cuando al pronunciar el nombre de su hermano Alina se detuvo abruptamente.
—¿Qué le ha pasado? Dime que no… — Alina estaba en lo peor, el miedo en su voz y esas ganas de llorar que él sabía que ella tenía y que ya comenzaban a aguar sus bellos ojos de lágrimas sin derramar.
—No, no. No te preocupes mi amor, él está bien. —La tranquilizó y la envolvió en un fuerte abrazo. Tal vez debería haberle dicho del tema de otra manera que no la asustara tanto, se recriminó mentalmente. —Lo que quiero comentarte trata sobre él y Elizabeth.
—La sorpresa en la cara de su prometida hubiera resultado divertida si él no se encontrara igual de confuso que ella, o más. — Lucas ha comprado todos los libros de Elizabeth y no puedo estar seguro, pero sé que no es casualidad. Lucas no tiene tiempo para un libro, ¿lo tiene para tres? Y el tipo de escritura de Elizabeth no es precisamente la que le gusta a Lucas. — Había algo detrás de todo esto, no sabía todavía el que, sin embargo, lo averiguaría.
Alina negó con la cabeza sin saber qué hacer o que decir. Intentaba encajar las piezas en su cabeza, mas no le encajaban. Elizabeth y Lucas provenían de mundos tan distintos y ellos eran tan diferentes que Alina no podía imaginarlos en el mismo sitio. —No lo entiendo… ¿De qué conoce Lucas a Elizabeth? — Oh, esa era la pregunta del millón para ambos.
Y bien, si Darren no tenía una respuesta para ello, por la puerta entraba la persona que si la tendría. Lucas había llegado a la casa y se acercaba a ellos.
*
Elizabeth sabía que el siguiente paso era enfrentar a sus amigas. Una vez había devuelto el dinero que habían pagado a la madame, ese era el siguiente paso. Pero eran tantas emociones en apenas tan poco tiempo que prefería dejarlo para un poco más tarde. Sin embargo, eso no pudo ser. Al girar la llave para entrar a su casa se encontró en el salón a sus amigas, bien cómodas, viendo la televisión. Ella normalmente se alegraba de ver a sus amigas, no obstante, ese día no. Cerró tras de ella la puerta, no dio ningún portazo porque ella cuidaba muy bien su apartamento, aunque ganas no le faltaban. Sus amigas la observaban con sonrisas en sus rostros, como esperando impacientes que ella les contara que tal la noche. Bien, iban listas. No iba a decir nada. A ver si tenían el valor de sacar ellas el tema. Dejó el bolso en el brazo del sofá y se dirigió a la cocina, sin saludarlas aún.
Sus amigas se miraron la una a la otra, esta vez sin sonrisa cuál ya se había esfumado de ambos rostros. Genial, porque ella tampoco sonreía. No había sonreído cuando se había enterado de lo que esas que valoraba sus amigas le habían regalado, ni cuando había tenido que ir por primera vez en su vida a un burdel por culpa de ellas. Sola, siendo esto todavía peor e incluso más peligroso.
Ahora podían ponerse un poco en su lugar, ¿no?
—¿Dónde estabas? Estuvimos tocando como cinco veces antes de tener que sacar la copia de la llave. — Fue Priscille la que se atrevió a comenzar una conversación.
—Sí, estábamos preocupadas. — Añadió Charlotte mientras hacía hueco para que Elizabeth se sentara a su lado, pero esta al volver de la cocina optó por sentarse en un pequeño sofá aparte.
Así que ahora estaban preocupadas. Qué interesante. — No teníais porque solo fui a devolver los seis mil dólares a Madame Boaiur. — Contestó tranquilamente, como si no hubiera entrado al burdel con el miedo en cada célula de su cuerpo, y como si los descubrimientos que había averiguado no le hubieran afectado de alguna forma.
—¿Has ido sola al burdel? — Fue la pregunta de Priscille causando que Elizabeth alzara una ceja.
¿De verdad? ¿Eso era todo lo que tenía que decir? No podía creer que eso fuera todo lo que tenía que decir. La preocupación por ella llegaba muy tarde. No la tuvo a la hora de contratar a alguien de ese mismo lugar para ella, ¿por qué la tendría ahora sobre su estancia en el sitio mencionado?
—¿Eso es lo único que vais a decir? ¿Lo único que os preocupa es si fui sola? — Nunca había pensado mal de sus amigas, pero en ese momento le parecían unas hipócritas.
Priscille y Charlotte se miraban la una a la otra, como decidiendo quien hablaría. — Y… Bueno, ¿te gusto tu regalo? — Fue Charlotte la que nerviosamente habló, terminando con una sonrisa, como si eso arreglara todo.
—Suponía que me conocíais mejor como para saber que no…— Vale, no sabía cómo decir que no había desenvuelto el regalo porque hablaban de una persona y le parecía feo referirse así a alguien. — No pasó nada. — Salvo el beso que no podía sacarse de la cabeza. Pero estaba muy enfadada con ellas como para decirles nada de eso. Ya cuando hicieran las paces podría contárselo. Porque si, a pesar de lo que hicieron a sus espaldas, Elizabeth quería hacer las paces y seguir teniéndolas como amigas, porque al fin y al cabo, eran sus amigas, a pesar de todo, y de que la hubieran fallado bastantes veces.
—Pero mira que eres tonta. Una tonta y una malagradecida. — Ahora Priscille parecía enojada. ¿En serio? ¿Con qué derecho se enfadaba ella? — ¿Sabes cuánto nos gastamos? Cada una puso tres mil dólares. — La morena buscó con su mirada el apoyo de la rubia cuál se limitó a asentir con la cabeza como si con eso diera más fuerza a las palabras de su amiga.
—No os preocupéis por vuestro dinero, precisamente fui para eso al burdel. Madame Boaiur os los devolverá. —Las tranquilizó Elizabeth muy decepcionada con sus amigas. Se le había quitado hasta la sed y sabía que hoy no iba a poder escribir, no estaba de ánimos, y cuando estaba tan decaída no le salía nada bueno.
O por lo menos a ella no le gustaba nada de lo que escribía en ese estado. Donde de normal ya era bastante insegura, cuando su ánimo era como en aquel momento, aquello se intensificaba, yendo a peor.
—Eli, no es el dinero lo que nos importa… —Comenzó Charlotte, pero Priscille la interrumpió.
—Sí, si es el dinero lo que nos importa. — Dijo ganándose un codazo por parte de la rubia. — ¡Déjame! Ni golpes ni nada. Estoy harta de sus tonterías.
¿Tonterías? ¿De verdad veía tonterías sentirse mal por algo como lo que ellas le habían hecho? Porque ella lo veía normal, estaba segura de que no era la única que se sentiría así si le hacían tal regalo. Elizabeth se levantó de un salto y se dirigió hacia la puerta cuál abrió para que se marcharan. —Descuida, no vas a tener que aguantar más tonterías. Fuera.
Sí, las estaba echando de su casa porque prefería hacer a eso a que las cosas pasaran a mayores y terminaran arrepintiéndose. Las echaba de su casa, pero lo hacía por el bien de su amistad.
Priscille se levantó casi que aún más enfadada que la propia Elizabeth. — ¡Vámonos, Charlie! Dejemos a la malagradecida sola en su miseria. — Finalizó con una sonrisa que iba directa a herirla y fue hasta la puerta girando cuando notó que la rubia no la seguía. — ¡Camina! — La apuró haciendo que esta se levantara y un poco cabizbaja saliera por la puerta. En esta misma fue que la morena se detuvo para lanzarle un poco más de veneno a la que había sido su mejor amiga. Una de ellas. — No vales la pena. Nuestro tiempo, dinero, la preocupación por tu persona… No vales nada de eso.
Y se fue después de esas crueles palabras, con la cabeza muy alta, dejando a una Elizabeth llorando en el suelo, tras la puerta cerrada.
No lloraba solo por sus palabras, que también. Lloraba por el miedo de perder a sus mejores amigas, de estar mal con estas, y por su soledad, por su miseria. Priscille sabía hasta los más horribles secretos que Elizabeth escondía y cuando se enfadaba al parecer los usaba en su contra y aun así no podía odiarla porque para bien o para mal era su mejor amiga. Incluso más que Charlotte. La confianza entre ellas siendo más grandes. Habían compartido tanto juntas… Tantos años de amistad… Tantos secretos que se guardaban la una a la otra, el buen trío que hacían las tres juntas… Lloraba desconsoladamente por pensar en perder esa amistad. La más valiosa para ella.
*
Lucas arrebató a Alina de los brazos de su hermano para abrazarla y besarla como su mejor amigo que era, y para qué mentir, porque le encantaba como su hermano se molestaba y las risas de Alina, que esta vez no lo acompañaban. No, parecía más sería cuando, por lo normal, cuando él hacía eso, sus cantarinas carcajadas hacían eco por aquella gran casa. — ¿Qué sucede? ¿Jordan tiene enfadada a mami? — Bromeaba intentando averiguar porque Alina, en lugar de reír como siempre y llenarlo de besos, lo miraba como enfadada, incluso alejándose de él para pegarse a su prometido, cruzada de brazos. Él había hecho algo al parecer. Podía asumirlo, pues estaba acostumbrado, siempre hacía algo, no por nada era la oveja negra de los Court, sin embargo, la gran pregunta era, ¿qué hizo esta vez?
— Mi hijo es un encanto que se porta fenomenalmente. Bueno, se comporta bien. A ver, es un niño, hace travesuras. Pero al menos no oculta cosas a su mami, no como tú. ¡Tienes un único deber como mejor amigo! ¡Solo uno! Mantenerme informada. Y para uno que tienes no lo haces. — Ya estaba comenzando a explotar. Esa era Alina, explotando sin perder su característica dulzura, porque esa mujer era puro amor.
— Ali, no sé qué te he ocultado, lo juro. — Y era verdad, estaba muy perdido. Miró en dirección a su hermano buscando un poco de ayuda, pero este parecía de parte de su prometida.
— Lucas, los libros que compraste. ¿Por qué esa escritora en particular? — Su hermano comenzó.
¿Elizabeth era el asunto? No entendía. ¿Por qué eran tan importantes unos libros? Aunque sabía que no eran los libros. Era su escritora. Elizabeth. Se trataba de ella por quien verdaderamente reaccionaban de esa manera.
— ¡Déjate de andar con rodeos! — Se quejó Alina a su pareja antes de formular ella la verdadera pregunta. — ¿De qué conoces a Elizabeth, Lucas? Y no te olvides ningún detalle.
—Ayer fue su cumpleaños. — Su hermano y su mejor amiga asintieron, como que eso ya lo sabían. Aquello le confirmaba que efectivamente la conocían, y no poco. No podían conocerla solo de vista cuando sabían aquella fecha tan importante. — Sus amigas querían darle un regalo especial. Yo fui el regalo. — Su hermano había entendido al instante a lo que se refería, porque después de abrir mucho los ojos comenzó a maldecir, sin embargo, Alina parpadeaba sin terminar de comprender.
— ¿Cómo que tú fuiste su regalo? ¿Solicitaron tus servicios para ella? — Ante al asentimiento de Lucas fue Alina la que parecía enfadada y con todas las ganas de maldecir. — ¡Pero bueno! ¡¿Qué clase de amigas tiene esta pobre niña?! — Lucas podía notar que Alina de verdad le tenía aprecio a Elizabeth, esto alimentando sus sospechas.
—De la peor calaña, desde luego, ahora os toca a vosotros el turno de hablar. ¿De qué la conocéis? — No se iría sin saberlo, eso estaba más que claro. Ya lo había decidido.
—¡Nada de eso! —Alina interrumpió a Darren antes de que este puediera contestar a su hermano. — Primero tenemos una pregunta mucho más importante. ¿Lo hicisteis, Lucas? —Lucas observó a su hermano, cuál parecía igual de interesado en la respuesta.
—No. Ella se puso bastante mal cuando descubrió lo que sus amigas planeaban. — Pero cuanto hubiera deseado, él responder con un sí. Que hubiera podido realmente disfrutar de esa bella morena.
—¡Encima lo hicieron a sus espaldas! ¡Menudas amigas! Bueno, “amigas”, que insulto a la palabra amistad llamar de esa manera a esas arpías.—Alina despotricaba a las amigas de Elizabeth, mientras que Darren no apartaba la vista de su hermano.
—No sucedió nada, pero te hubiera gustado. ¿No es así? Nuestra querida Elizabeth te ha atraído. —Darren solo quería confirmar lo que estaba comenzando a pensar. La teoría que comenzaba a formarse en su cabeza, cada vez cogiendo más forma.
Lucas asintió con la cabeza y Darren volvió a soltar otra maldición, mientras que Alina solo lo contemplaba como intentando leer en sus ojos la verdad. Ir más allá.
¿Qué demonios les pasaba? Por el amor de dios. Solo le atraía una bella chica, no es como si fuera a casarse con esta o nada parecido.
Elizabeth se había recompuesto de su pequeño golpe emocional, o al menos físicamente, estaba más presentable, no rompía a llorar a la mínima, podía mantenerse algo más estoica, más fuerte, y decidió con motivo de ello ir a hacer una visita a su editor a casa de este. Más que un editor, él era como un segundo padre para ella, y la familia de él la adoraba casi tanto como ella a ellos. Y no solo a la familia, también al servicio, por eso abrazó al ama de llaves cuando le abrió la puerta y entró saludándola con una gran sonrisa, preguntándole por su vida, sus nietos… Hasta que mientras es guiada al salón donde está su editor en el camino ve al hijo de este, la pareja del chico, y… Se quedó blanca. Todo el color se esfumó de su rostro.¿Qué hacía él aquí? ¿Qué hablaba con ellos? No tardaron en notar su presencia mientras ella sentía su mundo caer encima de ella.—¡Puedo explicarlo! ¡Juro que puedo explicarlo! —Odiaba ser tan sensible. Lo odiaba. No controlaba sus lágrimas, cuáles ya llena
El sonido de su insistente timbre fue lo que la despertó. Mirando el despertador comprobó que solo eran las seis de la mañana. ¿Quién era tan cruel de despertarla a estas horas? Una idea se le pasó por la cabeza y fue la que la hizo levantarse con energías, sin importarle estar todavía legañosa. Se fue quitando dichas legañas por el camino, calzándose también sus pantuflas de Hello Kitty. Sí, aquella gatita tan fan del rosa y tan presumida no parecía ser del agrado de todos, sin embargo, a Elizabeth le gustaba. Tenía varias cosas de esa gata tan famosa, y no solo su calzado de aquel momento.Ella esperaba ver tras la puerta a sus amigas, fundirse en un gran abrazo, reconciliarse y actuar como si nada hubiera pasado. Demostrar que su amistad es más fuerte que todo. Es decir, lo que hacían siempre, tan solo con la pequeña diferencia de que esta vez no sería ella la que, como siempre, corriera tras las faldas de las otras dos. Aquello era algo ya rutinario. Incluso sin tener la culpa, si
Elizabeth había pasado el día en casa de los Court hasta que se fue con Carl a cenar. El sobrino de Edgar cambió los planes de ser dos más en las mesas, pues no pensaba dejar aquella oportunidad de que la joven finalmente hubiera aceptado una de las invitaciones que le hacía.Directamente fueron al restaurante Estancia Steaks donde disfrutaron de una deliciosa comida. Una agradable velada con una compañía bastante encantadora. No terminaba de comprender por qué Alina no se llevaba bien con Carl. Es más, muchas veces le había advertido que tuviera cuidado con él, cosa que a Elizabeth le parecía ridícula. Carl era tan bueno, caballeroso, divertido… La chica que lo tuviera tendría que aprender a valorar al hombre que tendría.—Muchas gracias por traerme, y por la cena, Carl. Estuvo todo delicioso. —Agradeció ella una vez llegaron a su casa.—Gracias a ti por aceptar a mi invitación. Eres una mujer difícil de convencer, Elizabeth. — Él bromeó un poco con ella mientras se bajaba para abrir
Otro día más sin saber de sus amigas. En ese segundo día ya estaba desesperada, necesitaba a sus amigas. No soportaba más estar enfadada con ellas. Sí, había soportado tanto, porque para ella esos días eran muchos, sin embargo, necesitaba ya a sus amigas. No aguantaba más. Así que salió en dirección a la casa de su mejor amiga, Priscille. Jugueteaba nerviosa con el asa de su bolso mientras esperaba que su amiga la abriera. Cuando finalmente su amiga abrió puso mala cara al ver que se trataba de ella.—No tienes nada que hacer en mi casa, lárgate. —Y estaba dispuesta a cerrarle la puerta en las narices, cuando Elizabeth la detuvo, poniendo su pie en medio.—No, por favor, Pris, vengo a hacer las paces…—Venía en son de paz, ¿no podían calmarse aunque fuese solo un poquito? —Solo quiero recuperar a mis amigas. A mis mejores amigas.—Tus únicas amigas, dirás. Somos las únicas que te han aguantado y aun así decidiste pagárnoslo… Muy mal, Eli, muy mal. Ahora, sufre, porque nos has perdido p
Las siguientes semanas Elizabeth dividía su tiempo, o bien ayudando a Alina con los preparativos, o siendo sorprendida con planes de Lucas para conocerse mejor. Incluso muchas veces este se quedaba a ayudarlas si daba el caso que Elizabeth le rechazaba la invitación.Un día fueron con Alina y Darren en tren a Lübeck donde visitaron museos y también hicieron interesantes recorridos en barco. En otra ocasión fueron de excursión a Blankenese. Fueron unas semanas para conocer las partes de Hamburgo que Elizabeth aún no conocía y con las cuales quedó completamente encantada. Aunque no todo fue turístico, hubo un poco de todo. Cada día algo distinto, una sorpresa, y Lucas tenía razón, le encantaban esas sorpresas que él organizaba. Era fantástico en ello.Según iban pasando esas semanas, Elizabeth se interesaba más por saber que era lo que ocurría en esa familia a la que tan unida estaba. Por eso, un día, mientras ayudaba a Alina con la fiesta que debía organizar y en la cual anunciarían su
Era la primera vez que veía el dormitorio del chico. Aquella estancia que tan personal era para uno y donde tanto siempre se pasaba, así como varios momentos se vivían, lo representaba mucho. Al menos cuadraba con la imagen que quería dar. Esa que se encargaba de transmitir.Colores oscuros. Las paredes eran de un azul marino. Los grandes ventanales, por los cuales seguramente cuando corriera aquellas pesadas cortinas entrara una barbaridad de luz, estaban cubiertos por aquellas cortinas de color marrón de tonos sepias que iba a juego con el cabezal de la enorme cama, así como el edredón y tres de los seis cojines que esta tenía (sin contar las dos correspondientes almohadas). Una mesita de cristal, de color negro, estaba frente a los ventanales. Era una mesa con dos barras. La superior tenía una bonita escultura de un sol tribal, a su lado un enorme cuenco de cristal con varios chocolates en su interior, y por último, alrededor de ambos objetos, terminando de adornar la parte superio
Fue una noche maravillosa. Para Elizabeth la mejor de su vida, o así lo pensó la mañana siguiente cuando despertó en esa enorme cama, con la luz del sol entrando por las ventanas. Se despertó sola en la cama, pero no estuvo así por mucho tiempo. Antes de que pudiera hacerse alguna idea errónea sobre lo que sucedía, él apareció con el desayuno preparado para ella.“Un desayuno inglés para la señorita.” Presentó el delicioso desayuno, cuál luego entre juegos termino él ayudándola a comerlo y luego volvió a hacerle el amor antes de llevarla a la ducha insistiendo él en ayudarla, que no haría nada más y la dejaría descansar… No cumplió su palabra, pero ella descubrió estar encantada de que no cumpliera su palabra. Cuando finalmente la llevo a su apartamento, ella pudo descansar.Las primeras semanas él a veces se quedaba a dormir, y no solo dormir, en su apartamento, o había veces que era ella la que se quedaba en el loft. No era ninguna relación, no sabían exactamente qué es lo que era,
Tres meses después.Los rayos del sol golpeaban el rostro de Alina. Una de sus manos se paseaba rítmicamente, arriba y abajo, sobre su abultado vientre. Ya se le notaba el embarazo. Darren estaba a su lado, uno de sus brazos rodeaba los de esta, mientras que otra de sus manos se posaba sobre las de su mujer para sentir dentro del vientre al fruto del amor que ambos se tenían.El pequeño Jordan corría por el gran jardín en el cual la canción que en aquel momento emitían los altavoces y la cual era “who you are” de la artista Jessi J. Un globo colgaba de una de las manos del niño, que como si más que un globo aquello fuera una cometa, lo paseaba por todo el jardín sobrevolando su cabeza y haciendo reír tanto a su abuelo como a los demás adultos. La mayoría amigos de este o de sus padres. Sus padres, pues aunque Darren fuese en realidad su tío, cosa de la que pese a ser un niño era consciente, pues en la familia no llevaban bien lo de ocultarse las cosas y siempre le habían hablado con l