Lucas entró al despacho de Flora tras ser anunciado por Ignis, dio dos besos a Flora como siempre y se sentó dispuesto a escuchar que la mujer mayor tenía que decir. Sin embargo, Flora no parecía dispuesta a poner las cosas fáciles, simplemente sonreía sin quitarle la mirada de encima, y comenzaba a ponerlo verdaderamente nervioso tanto misterio.
—Flora, sabes que te respeto y que te quiero como a la madre que perdí hace años…—Comenzó a hablar, pero fue interrumpido por esta.
—Lo sé, querido, sabes que yo siento lo mismo hacia ti. — Sí, lo sabía, por eso tenían la relación que tenían, como de una madre y un hijo. Ella era para él literalmente aquello, su segunda madre.
—Bien Flora, entonces, te lo pido por favor, por ese cariño que ambos sentimos hacia el otro, cuéntame de una vez qué es lo que pasa. ¿A qué viene tanto misterio y por qué estás tan feliz? — Él no podía recordar haber visto jamás a Flora tan sonriente. No es como si Flora no fuera una persona feliz o fuera una amargada, pero tampoco regalaba sonrisas a la ligera como ahora. Y, obviamente, a él le gustaba verla contenta, pues, ¿quién no desea la felicidad de aquellos a los que quiere? No obstante, aquella situación era muy diferente. Necesitaba saber el motivo tras aquella aparente gran dicha de la mujer.
—Cuéntame que tal con la clienta de anoche, querido. — Flora ignoró sus preguntas, cambiando el tema totalmente. Como si él nunca hubiera hablado.
¿Elizabeth? ¿Por qué le preguntaba por ella? — Todo bien, sin complicaciones. — No era mentira, solo ocultaba la verdad porque a Flora no le tenía que importar lo que él había hecho o dejado de hacer con Elizabeth.
La risa de Flora llegó a sus oídos, poniéndolo alerta. —¿Ah sí? Eso no es lo que la señorita Borell me dijo. — Flora disfrutó la sorpresa en los ojos de Lucas. No era fácil sorprender al chico, pero claramente él no se esperaba la noticia que le estaba dando.
—¿Elizabeth? ¿Ella vino aquí? — Los sentimientos de Lucas eran una mezcla de preocupación y enfado con esa hermosa joven que no media las consecuencias de sus actos. ¿Cómo se atrevía a ponerse en peligro de esa forma? Lucas no quería imaginarse que hubiera pasado si tan solo uno de los clientes hubiera puesto sus sucias manos sobre ella. — ¿Qué quería? — ¿Para qué demonios había venido? Le urgía saberlo.
Lucas vio como Flora sacaba del cajón un sobre y reconoció ese sobre. El sobre del dinero, el cual él había dejado en la mesilla a Elizabeth. —Vino a devolverlo. Querido, parece mentira que tan bello y encantador como eres no sepas como evitar ofender a una joven. La señorita Borell se sintió terriblemente indignada por el hecho de que le devolvieras el dinero. —Aclaró ante la atónita mirada de Lucas.
—Pero no hicimos nada, Flora. Nada. No podía quedarme con el dinero. —Explicó el joven sin hacer el amago de coger el sobre.
—Te entiendo, querido, y ella también lo entiende, sin embargo, debo informarte de que tal y como ella dijo, el dinero debes devolvérselo a sus amigas, no a ella. — Volvió a tenderle el sobre y en un papel escribió los números de teléfono que habían dejado sus amigas cuando rellenaron el formulario de la página web del burdel y se lo tendió también junto al sobre.
Esta vez Lucas sí recogió el sobre y el papel con los números de teléfono. —¿Algo más o esto era todo lo que tenías que decirme, Flora?
—Esto es todo querido, pero no te vayas aún. —Lo detuvo cuando este hizo el intento de irse. —Me gustaría hablar de la señorita Borell. No es como me la imaginaba cuando sus amigas vinieron. — Flora quería sonsacarle información, eso estaba claro, pero no sabía de qué. Elizabeth no tenía nada que ver con las otras.
—Yo tampoco me la imaginaba así. Es una chica muy inocente… — Todo lo contrario a sus amigas y no necesitaba conocerlas para saberlo. Esas chicas no le daban muy buena espina.
—Y muy linda. —Añadió Flora, sin perderse ninguna sola reacción de este. —Querido, he visto tu cara al decirte que se trataba de ella. Y tu rostro cuando hablas de ella, es el mismo que ella puso cuando le dije tu nombre. — Y la cara que él ponía ahora le decía a Flora todo lo que ella necesitaba saber. Lo que ya sospechaba y sus reacciones tan solo le confirmaban. — Es la primera desde Kristal que te hace sentir vivo, ¿verdad? —Lucas asintió con la cabeza y la sonrisa de Flora se volvió compasiva. — Te llama la atención, te atrae. Todo demasiado rápido, apenas una noche. No puedes entenderlo, ¿cierto? Sobre todo porque ella es tan diferente a Kristal. Pero querido, déjame decirte una cosa; así es la vida. A veces las cosas pasan demasiado rápido y nadie puede entenderlo porque a ellos no le han pasado y piensan que eso es imposible, que solo pasa en las películas, o en los libros. Sin embargo, no es así querido, también pasan en la vida real. — Flora hablaba desde la experiencia, pues con su difunto marido le había sucedido algo similar. A Flora siempre se le llenaban los ojos de lágrimas al acordarse de Bruno.
Kristal. El recuerdo de esta trajo una punzada de dolor al corazón de Lucas. No había pensado en ella ni un solo momento desde que la noche anterior conoció a Elizabeth. En realidad no eran tan diferentes, tanto Kristal como Elizabeth eran buenas mujeres. Inocentes en algún momento de su vida. Kristal lo había sido al principio y le había enamorado con su chispa natural. Kristal había sido diferente a todo lo que Lucas había conocido hasta que ella llegó a su vida. Ella había supuesto una aventura nueva para él en un principio. Había llegado a su vida y se la había llenado de sonrisas y risas, de felicidad. Ella había sido la única capaz de llevarle al matrimonio, aunque jamás llegaron a casarse. El mismo día de su boda la desgracia se precipitó sobre ellos y él había perdido a Kristal para siempre.
La rabia lo llenó, sustituyendo a todo el dolor que había sentido. Pero de pronto en su mente apareció el recuerdo de Elizabeth y la inocencia de sus ojos cuando él la había besado y borró toda la ira. Sí, Flora estaba en lo cierto. Era la primera desde Kristal que le atraía de esa forma. No obstante, tenía razón, todo era demasiado rápido. Solo una noche. Sí, sonaba como una locura, esa clase de locura que le gustaban al antiguo Lucas sin preocupaciones.
Elizabeth lo obsesionaba y quería conocer más de ella. Y por dios que lo haría. Había empezado esta mañana comprándose sus libros y continuaría ahora averiguando de que se conocían su hermano y ella.
—Flora, ¿A dónde quieres llegar con todo esto? — ¿Cuál era el meollo del asunto? ¿Flora solamente quería disfrutar de su nuevo descubrimiento? ¿Eso era tan urgente?
—Quiero llegar querido a que tal vez esta chica sea lo que necesites para dejar aparcado a un lado el asunto de venganzas. — Flora no borró la sonrisa de su rostro, aunque estaba más seria que hace unos momentos.
—No. — Lucas no tardó en responder, muy serio.
Flora siempre le había ayudado con el tema de la venganza, sin embargo, también temía el peligro al que se exponía. Él era consciente de ello, pero nunca abandonaría su venganza. No podía hacerlo. Había recorrido un largo camino para conseguir su venganza y no iba a dejarla ahora. Por nadie.
Flora suspiró. Se temía esta respuesta, no obstante, también creía en el tiempo. El tiempo lo diría todo, hablaría y ella esperaba que lo alejara de esa venganza que no le traería nada más que desgracias y puede que incluso lo llevara a la muerte. Flora no quería ni pensarlo. El simplemente hacerlo ya le resultaba desgarrador.
—Flora, si no tienes nada más que decirme, debo irme. He quedado con Darren. — Lucas se levantó mientras esperaba su respuesta.
Flora negó con un suspiro. —Nada más, querido. Dale un abrazo a ese muchacho de mi parte. —Flora conocía a Darren y aunque no le tenía el mismo cariño que a Lucas, pues su relación con ambos chicos era muy diferente, si sentía un aprecio muy grande por él.
Lucas asintió y se despidió con un abrazo de ella, repitiendo el mismo gesto con Ignis en la entrada del despacho. Al bajar las escaleras, según se iba, su mirada encontró la de una de las chicas del burdel, Natalie, cuál bailaba con un cliente. Mientras el guardia abría la puerta para que él saliera, Natalie le guiño un ojo y Lucas salió del burdel sin responder al gesto, las puertas cerrándose tras de sí ocultando el We found love de Rihanna que sonaba en el burdel para animar el ambiente. Se montó en su coche y emprendió camino a la casa de su familia. Era hora de averiguar la relación entre Elisabeth y su hermano.
Darren esperó a que su padre se liberó del trabajo para ver cómo iba a jugar un rato en la sala con su nieto, el pequeño Jordan, hijo de su difunto hermano gemelo y de Alina. El pequeño de solo cinco años era la alegría de la familia, y era como un hijo para él, aunque hubiera sido el hijo de su hermano y la mujer que él amaba, era Darren quien había sido toda su vida un verdadero padre para el infante, y el único que había sabido amar correctamente a Alina, como ella se lo merecía. Su hermano había sido un cerdo con ella. Los había separado y casi la había matado frente a sus narices. Darren nunca se perdonaría todo lo que Alina sufrió a manos de ese canalla. La caricia de esta en su espalda lo sacó de sus pensamientos. Su dulce sonrisa le hizo recordar que el pasado ya no dolía. No más. Rodeándola con un brazo por la cintura, la sacó de la salita.—¡Darren! Quería hablar un rato con tu padre. —Se quejó divertida cuando él la sacó al pasillo.—Luego, amor, luego. Primero debemos habl
Elizabeth se había recompuesto de su pequeño golpe emocional, o al menos físicamente, estaba más presentable, no rompía a llorar a la mínima, podía mantenerse algo más estoica, más fuerte, y decidió con motivo de ello ir a hacer una visita a su editor a casa de este. Más que un editor, él era como un segundo padre para ella, y la familia de él la adoraba casi tanto como ella a ellos. Y no solo a la familia, también al servicio, por eso abrazó al ama de llaves cuando le abrió la puerta y entró saludándola con una gran sonrisa, preguntándole por su vida, sus nietos… Hasta que mientras es guiada al salón donde está su editor en el camino ve al hijo de este, la pareja del chico, y… Se quedó blanca. Todo el color se esfumó de su rostro.¿Qué hacía él aquí? ¿Qué hablaba con ellos? No tardaron en notar su presencia mientras ella sentía su mundo caer encima de ella.—¡Puedo explicarlo! ¡Juro que puedo explicarlo! —Odiaba ser tan sensible. Lo odiaba. No controlaba sus lágrimas, cuáles ya llena
El sonido de su insistente timbre fue lo que la despertó. Mirando el despertador comprobó que solo eran las seis de la mañana. ¿Quién era tan cruel de despertarla a estas horas? Una idea se le pasó por la cabeza y fue la que la hizo levantarse con energías, sin importarle estar todavía legañosa. Se fue quitando dichas legañas por el camino, calzándose también sus pantuflas de Hello Kitty. Sí, aquella gatita tan fan del rosa y tan presumida no parecía ser del agrado de todos, sin embargo, a Elizabeth le gustaba. Tenía varias cosas de esa gata tan famosa, y no solo su calzado de aquel momento.Ella esperaba ver tras la puerta a sus amigas, fundirse en un gran abrazo, reconciliarse y actuar como si nada hubiera pasado. Demostrar que su amistad es más fuerte que todo. Es decir, lo que hacían siempre, tan solo con la pequeña diferencia de que esta vez no sería ella la que, como siempre, corriera tras las faldas de las otras dos. Aquello era algo ya rutinario. Incluso sin tener la culpa, si
Elizabeth había pasado el día en casa de los Court hasta que se fue con Carl a cenar. El sobrino de Edgar cambió los planes de ser dos más en las mesas, pues no pensaba dejar aquella oportunidad de que la joven finalmente hubiera aceptado una de las invitaciones que le hacía.Directamente fueron al restaurante Estancia Steaks donde disfrutaron de una deliciosa comida. Una agradable velada con una compañía bastante encantadora. No terminaba de comprender por qué Alina no se llevaba bien con Carl. Es más, muchas veces le había advertido que tuviera cuidado con él, cosa que a Elizabeth le parecía ridícula. Carl era tan bueno, caballeroso, divertido… La chica que lo tuviera tendría que aprender a valorar al hombre que tendría.—Muchas gracias por traerme, y por la cena, Carl. Estuvo todo delicioso. —Agradeció ella una vez llegaron a su casa.—Gracias a ti por aceptar a mi invitación. Eres una mujer difícil de convencer, Elizabeth. — Él bromeó un poco con ella mientras se bajaba para abrir
Otro día más sin saber de sus amigas. En ese segundo día ya estaba desesperada, necesitaba a sus amigas. No soportaba más estar enfadada con ellas. Sí, había soportado tanto, porque para ella esos días eran muchos, sin embargo, necesitaba ya a sus amigas. No aguantaba más. Así que salió en dirección a la casa de su mejor amiga, Priscille. Jugueteaba nerviosa con el asa de su bolso mientras esperaba que su amiga la abriera. Cuando finalmente su amiga abrió puso mala cara al ver que se trataba de ella.—No tienes nada que hacer en mi casa, lárgate. —Y estaba dispuesta a cerrarle la puerta en las narices, cuando Elizabeth la detuvo, poniendo su pie en medio.—No, por favor, Pris, vengo a hacer las paces…—Venía en son de paz, ¿no podían calmarse aunque fuese solo un poquito? —Solo quiero recuperar a mis amigas. A mis mejores amigas.—Tus únicas amigas, dirás. Somos las únicas que te han aguantado y aun así decidiste pagárnoslo… Muy mal, Eli, muy mal. Ahora, sufre, porque nos has perdido p
Las siguientes semanas Elizabeth dividía su tiempo, o bien ayudando a Alina con los preparativos, o siendo sorprendida con planes de Lucas para conocerse mejor. Incluso muchas veces este se quedaba a ayudarlas si daba el caso que Elizabeth le rechazaba la invitación.Un día fueron con Alina y Darren en tren a Lübeck donde visitaron museos y también hicieron interesantes recorridos en barco. En otra ocasión fueron de excursión a Blankenese. Fueron unas semanas para conocer las partes de Hamburgo que Elizabeth aún no conocía y con las cuales quedó completamente encantada. Aunque no todo fue turístico, hubo un poco de todo. Cada día algo distinto, una sorpresa, y Lucas tenía razón, le encantaban esas sorpresas que él organizaba. Era fantástico en ello.Según iban pasando esas semanas, Elizabeth se interesaba más por saber que era lo que ocurría en esa familia a la que tan unida estaba. Por eso, un día, mientras ayudaba a Alina con la fiesta que debía organizar y en la cual anunciarían su
Era la primera vez que veía el dormitorio del chico. Aquella estancia que tan personal era para uno y donde tanto siempre se pasaba, así como varios momentos se vivían, lo representaba mucho. Al menos cuadraba con la imagen que quería dar. Esa que se encargaba de transmitir.Colores oscuros. Las paredes eran de un azul marino. Los grandes ventanales, por los cuales seguramente cuando corriera aquellas pesadas cortinas entrara una barbaridad de luz, estaban cubiertos por aquellas cortinas de color marrón de tonos sepias que iba a juego con el cabezal de la enorme cama, así como el edredón y tres de los seis cojines que esta tenía (sin contar las dos correspondientes almohadas). Una mesita de cristal, de color negro, estaba frente a los ventanales. Era una mesa con dos barras. La superior tenía una bonita escultura de un sol tribal, a su lado un enorme cuenco de cristal con varios chocolates en su interior, y por último, alrededor de ambos objetos, terminando de adornar la parte superio
Fue una noche maravillosa. Para Elizabeth la mejor de su vida, o así lo pensó la mañana siguiente cuando despertó en esa enorme cama, con la luz del sol entrando por las ventanas. Se despertó sola en la cama, pero no estuvo así por mucho tiempo. Antes de que pudiera hacerse alguna idea errónea sobre lo que sucedía, él apareció con el desayuno preparado para ella.“Un desayuno inglés para la señorita.” Presentó el delicioso desayuno, cuál luego entre juegos termino él ayudándola a comerlo y luego volvió a hacerle el amor antes de llevarla a la ducha insistiendo él en ayudarla, que no haría nada más y la dejaría descansar… No cumplió su palabra, pero ella descubrió estar encantada de que no cumpliera su palabra. Cuando finalmente la llevo a su apartamento, ella pudo descansar.Las primeras semanas él a veces se quedaba a dormir, y no solo dormir, en su apartamento, o había veces que era ella la que se quedaba en el loft. No era ninguna relación, no sabían exactamente qué es lo que era,