Capítulo 2.

Elizabeth apenas había podido dormir. Se había pasado la noche entera dando vueltas en la cama y a las seis de la mañana ya estaba metida en la ducha. Al salir para desayunar había vuelto a ver el dinero y volvió a sentir la misma rabia que la noche anterior bullir en su interior. Hizo un desayuno rápido y lo degustó mientras en su ordenador buscaba la dirección del burdel.

Se encontró con que el burdel tenía una página oficial y no pudo evitar cotillear un poco mientras buscaba la dirección. Vio que no se podía entrar sin contraseña y que esta se cambiaba cada día, por lo que aparte de la dirección se apuntó la clave y luego apagó el computador y se vistió con algo sencillo, como ella solía vestir. Con sus vaqueros y una camisa. Llamó un taxi y le dio la dirección para que la llevara al burdel.

Todo el trayecto estuvo nerviosa jugueteando con el asa de su bolso, hasta que el taxi se detuvo frente a lo que parecía una mansión y Elizabeth miro al taxista confundida. 

—Perdón, ¿está seguro de que es aquí? — Ante la afirmación del taxista, Elizabeth asintió con la cabeza en forma de agradecimiento. — ¿Podría esperar aquí, por favor? — Le pidió rezando mentalmente para que no le dijera que no.

Por suerte el buen hombre le dijo que sí, y con una sonrisa de agradecimiento, Elizabeth bajó del coche y se acercó a la entrada. Tocó tímidamente y se asustó cuando un enorme hombre le pidió la contraseña. Miró la nota de la dirección, donde también había apuntado la clave. —Solo el placer puede salvarnos. — Dijo tímidamente y con algo de miedo, porque sí, debía reconocer que estaba asustada como el infierno. El hombre

 desapareció y al cabo de unos pocos minutos las puertas se abrieron dejándola pasar. Cuando entró se quedó embobada por la belleza del lugar. Solo una mujer que se le acercó la sacó de su embobamiento.

—¿Buscas a Madame Boaiur? — Le preguntó amablemente y Elizabeth asintió. Suponía que sí, buscaba a la madame, pues el chico nunca llegó a decirle su nombre.

La agradable mujer la guio escaleras arriba y luego la dejó con otra fémina a la que informó de que venía a visitar a la madame. Esa otra chica cogió el teléfono para informar a la madame, y solo al tener el visto bueno de esta fue que hizo pasar a Elizabeth, la cual estaba tan nerviosa que temblaba cuando entró al despacho.

Elizabeth se detuvo al ver a la mujer. Era la viva imagen de la elegancia y el respeto. Una señora mayor que se mantenía muy bien para la edad que seguramente tendría, y que claramente era una mujer de armas tomar. —Tome asiento, señorita. — La invitó la madame y Elizabeth obedeció al instante. —¿En qué puedo ayudarla, señorita…? — Esperó a que le dijera su nombre.

—Borell. Elizabeth Borell. —Se presentó. — Verá… No sé cómo empezar…— ¿Cómo explicarle? Si ella aún no se creía que le hubiera pasado esto a ella.

—¿Qué tal por el principio, señorita Borell? —La sonrisa de la madame era tan afable y le transmitió tanta confianza que Elizabeth se sintió más tranquila.

—Verá, antes de ayer, mis amigas vinieron a contratar un chico como regalo por mi cumpleaños. Son más o menos de mi edad, una era rubia y la otra morena como yo. Seguramente las recuerda. —Hizo una pausa para ver si a la madame le sonaban de algo sus palabras o debía describírselas mejor. Cosa que gracias a dios no hizo falta.

—Oh, sí, recuerdo a sus amigas. ¿Qué pasa con eso, señorita Borell? ¿El chico no ha sido de su agrado? — Inquirió, aunque claramente no creía eso, pues sabía que de ser así, Lucas ya la habría avisado, pero al contrario, todavía no sabía nada de él.

—No… Sí… Bueno… ¡No es eso! — Elizabeth no sabía cómo explicarlo. — Verá, la cosa es que yo no sabía nada, madame Boaiur, y me sentó bastante mal que ellas hicieran eso. Yo no quise hacer nada, su chico me respetó, pero se olvidó esto en mi casa y quería devolvérselo. —Sacó el sobre con el dinero del bolso y lo puso sobre el escritorio, entregándoselo a la madame.

La mujer miró el sobre, sin embargo, no hizo el amago de cogerlo. —Señorita Borell, puedo asegurarle que él no se olvidó el dinero. Si se lo dejo es porque como no hizo su trabajo quiso devolverle su dinero. Bueno, el de sus amigas. — Se corrigió antes de que Elizabeth lo hiciera.

—Bueno, madame Boaiur, debe disculparme, pero su hombre—No podía seguir llamándole chico, para ella esa no era buena forma de llamar al hombre con el que cenó la noche pasada. —Me ha ofendido con su buen gesto, así que me gustaría si es tan amable que se lo devolviera por favor, porque yo no lo quiero. Si tiene que devolvérselo a alguien es a mis amigas, no a mí. —El dinero no era suyo, nunca lo había sido. Si tenía que devolvérselo a alguien que fuera a sus legítimas dueñas. Ella no lo quería para nada.

—De acuerdo, señorita Borell, le haré saber su recado a Lucas. —Dijo la madame muy consciente de la reacción de Elizabeth cuando escuchó el nombre del chico con el que había pasado la noche.

Elizabeth asintió. —Bueno, nada más. Muchas gracias y disculpe las molestias, madame Boaiur. — Elizabeth se levantó dispuesta a irse.

—Señorita Borell. —La madame la llamó, deteniéndola con su voz. —Disculpe usted. Si hubiera sabido que usted no quería, jamás habría enviado a Lucas ni a ningún otro chico. — Aunque se disculpaba sinceramente, en sus ojos había un extraño brillo al que Elizabeth no sabría dar nombre y que parecía contradecir sus palabras.

—Usted no tenía la culpa, madame Boaiur. — Y tras esas palabras, Elizabeth salió habiendo devuelto el dinero, con el nombre del hombre que jamás volvería a ver, y con extraños sentimientos en su interior.

*

Lucas, como cada mañana, había salido a hacer su footing mañanero, pero al contrario de volver directo a su loft como hacía cada día, se detuvo frente a una librería en la que buscó los libros de Elizabeth. Antes de abandonar su pequeño apartamento la noche anterior se las había apañado para mirar entre sus cosas su nombre. Elizabeth Borell. Preguntó por ella a la bibliotecaria y por suerte esta tenía sus tres libros, Lucas compró los tres y justo cuando salía su teléfono móvil comenzó a sonar. Miro la pantalla y era su hermano. — ¿Qué pasa, Darren? — Preguntó cuándo descolgó el móvil.

—Eso quiero saber yo. No estás en tu loft y sé que tu footing mañanero ha acabado hace unos veinte minutos, tiempo suficiente para que estuvieras de vuelta. — Sí, su hermano estaba en lo cierto, él no solía tardar más de veinte minutos en llegar.

— ¿Alina te tiene a pan y agua, Darren? —Cuestionó a su hermano con diversión, mofándose de él un rato. No se le ocurría otro motivo para que su hermano estuviera tan pendiente de él como para llegar a calcular los minutos que tardaba o no en llegar a su loft.

—Con Alina todo va bien, gilipollas. —Gruñó su hermano al teléfono, sacándole una carcajada. —Ven cagando leches. —Y sin darle tiempo a contestar, su hermano había colgado.

*

Lucas negó con la cabeza, divertido cuando su teléfono volvió a sonar, esta vez ni miro quien llamaba, sabía quién era. O más bien, creía saberlo. —Ya estoy en camino, Darren, deja de llamarme o Alina se pondrá celosa. — A Lucas le encantaba molestar a su hermano.

—Querido, no soy tu hermano. — La voz divertida de Flora Boaiur, también conocida como Madame Boaiur, llegó al otro lado de la línea.

—Flora, perdona, pensaba que eras Darren. ¿Qué pasa? — Flora no lo llamaría a no ser que tuviera información importante o el asunto fuera de urgencia.

—No te preocupes querido, primero atiende a tu hermano, pero luego ven aquí, una clienta tuya ha venido a hablar conmigo, y, Lucas, no estaba nada contenta.

Tal vez la clienta no, sin embargo, por el tono de voz de Flora, ella si que lo estaba. Algo la divertía enormemente y a Lucas no le gustaba no saber el que le hacía tanta gracia. Especialmente porque creía que toda esa diversión era a su costa.

—Me libraré rápidamente de Darren y estaré ahí. — Dijo antes de colgar y dirigirse a su loft en el cual su hermano le esperaba.

Su hermano era la única persona aparte de él que tenía llave de su loft por lo que le esperaba viendo la televisión, la cual apago al verlo entrar por la puerta. — ¡Hombre! Por fin apareces. —Reclamó su hermano mientras se levantaba y tiraba el mando del televisor al sofá.

—No hagas tanto drama y dime qué pasa, debo ir a ver a Flora. — Avisó, sin hacerle mucho caso, dirigiéndose a su habitación, seguido de cera por su hermano.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho Flora? — Su hermano parecía haber olvidado el absurdo motivo de su enfado y ahora estaba casi tan interesado como él en saber que quería decirle Flora.

—No lo sé, no ha querido decirme nada por teléfono. Dime que es lo que quieres, Darren. — Lucas hablaba a su hermano mientras sacaba del armario la ropa que se pondría después de ducharse.

—No es nada importante, puede esperar. — Su hermano se acercó a la bolsa de los libros que Lucas había dejado en la cama. —¿Qué es esto?

—Son unos libros. —Contesto Lucas con obviedad, sin darle más importancia de la que en realidad tenía para él.

Su hermano sacó un libro de la bolsa y abrió los ojos al leer el nombre de la escritora. —Elizabeth Borrell…—La forma en la que su hermano leyó el nombre de Elizabeth hizo a Lucas detenerse.

—¿De qué la conoces? —Porque estaba claro que la conocía, solo eso explicaría la reacción de su hermano.

En un primer momento, Darren pensó en mentirle, pero enseguida borró esa idea de su cabeza. Él y Lucas no se mentían nunca. Sin embargo, ahora había asuntos más importantes que tratar entre manos, el de Elizabeth lo dejarían para después. — Te lo contaré luego. Cuando salgas de hablar con Flora ve a la casa. — Su hermano salió sin darle la oportunidad de replicar y Lucas volvió su vista a la cama, al libro de Elizabeth que su hermano había sacado de la bolsa. Acabaría rápido el asunto con Flora y luego averiguaría de que conocía su hermano a Elizabeth.

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