Elizabeth apenas había podido dormir. Se había pasado la noche entera dando vueltas en la cama y a las seis de la mañana ya estaba metida en la ducha. Al salir para desayunar había vuelto a ver el dinero y volvió a sentir la misma rabia que la noche anterior bullir en su interior. Hizo un desayuno rápido y lo degustó mientras en su ordenador buscaba la dirección del burdel.
Se encontró con que el burdel tenía una página oficial y no pudo evitar cotillear un poco mientras buscaba la dirección. Vio que no se podía entrar sin contraseña y que esta se cambiaba cada día, por lo que aparte de la dirección se apuntó la clave y luego apagó el computador y se vistió con algo sencillo, como ella solía vestir. Con sus vaqueros y una camisa. Llamó un taxi y le dio la dirección para que la llevara al burdel.
Todo el trayecto estuvo nerviosa jugueteando con el asa de su bolso, hasta que el taxi se detuvo frente a lo que parecía una mansión y Elizabeth miro al taxista confundida.
—Perdón, ¿está seguro de que es aquí? — Ante la afirmación del taxista, Elizabeth asintió con la cabeza en forma de agradecimiento. — ¿Podría esperar aquí, por favor? — Le pidió rezando mentalmente para que no le dijera que no.
Por suerte el buen hombre le dijo que sí, y con una sonrisa de agradecimiento, Elizabeth bajó del coche y se acercó a la entrada. Tocó tímidamente y se asustó cuando un enorme hombre le pidió la contraseña. Miró la nota de la dirección, donde también había apuntado la clave. —Solo el placer puede salvarnos. — Dijo tímidamente y con algo de miedo, porque sí, debía reconocer que estaba asustada como el infierno. El hombre
desapareció y al cabo de unos pocos minutos las puertas se abrieron dejándola pasar. Cuando entró se quedó embobada por la belleza del lugar. Solo una mujer que se le acercó la sacó de su embobamiento.
—¿Buscas a Madame Boaiur? — Le preguntó amablemente y Elizabeth asintió. Suponía que sí, buscaba a la madame, pues el chico nunca llegó a decirle su nombre.
La agradable mujer la guio escaleras arriba y luego la dejó con otra fémina a la que informó de que venía a visitar a la madame. Esa otra chica cogió el teléfono para informar a la madame, y solo al tener el visto bueno de esta fue que hizo pasar a Elizabeth, la cual estaba tan nerviosa que temblaba cuando entró al despacho.
Elizabeth se detuvo al ver a la mujer. Era la viva imagen de la elegancia y el respeto. Una señora mayor que se mantenía muy bien para la edad que seguramente tendría, y que claramente era una mujer de armas tomar. —Tome asiento, señorita. — La invitó la madame y Elizabeth obedeció al instante. —¿En qué puedo ayudarla, señorita…? — Esperó a que le dijera su nombre.
—Borell. Elizabeth Borell. —Se presentó. — Verá… No sé cómo empezar…— ¿Cómo explicarle? Si ella aún no se creía que le hubiera pasado esto a ella.
—¿Qué tal por el principio, señorita Borell? —La sonrisa de la madame era tan afable y le transmitió tanta confianza que Elizabeth se sintió más tranquila.
—Verá, antes de ayer, mis amigas vinieron a contratar un chico como regalo por mi cumpleaños. Son más o menos de mi edad, una era rubia y la otra morena como yo. Seguramente las recuerda. —Hizo una pausa para ver si a la madame le sonaban de algo sus palabras o debía describírselas mejor. Cosa que gracias a dios no hizo falta.
—Oh, sí, recuerdo a sus amigas. ¿Qué pasa con eso, señorita Borell? ¿El chico no ha sido de su agrado? — Inquirió, aunque claramente no creía eso, pues sabía que de ser así, Lucas ya la habría avisado, pero al contrario, todavía no sabía nada de él.
—No… Sí… Bueno… ¡No es eso! — Elizabeth no sabía cómo explicarlo. — Verá, la cosa es que yo no sabía nada, madame Boaiur, y me sentó bastante mal que ellas hicieran eso. Yo no quise hacer nada, su chico me respetó, pero se olvidó esto en mi casa y quería devolvérselo. —Sacó el sobre con el dinero del bolso y lo puso sobre el escritorio, entregándoselo a la madame.
La mujer miró el sobre, sin embargo, no hizo el amago de cogerlo. —Señorita Borell, puedo asegurarle que él no se olvidó el dinero. Si se lo dejo es porque como no hizo su trabajo quiso devolverle su dinero. Bueno, el de sus amigas. — Se corrigió antes de que Elizabeth lo hiciera.
—Bueno, madame Boaiur, debe disculparme, pero su hombre—No podía seguir llamándole chico, para ella esa no era buena forma de llamar al hombre con el que cenó la noche pasada. —Me ha ofendido con su buen gesto, así que me gustaría si es tan amable que se lo devolviera por favor, porque yo no lo quiero. Si tiene que devolvérselo a alguien es a mis amigas, no a mí. —El dinero no era suyo, nunca lo había sido. Si tenía que devolvérselo a alguien que fuera a sus legítimas dueñas. Ella no lo quería para nada.
—De acuerdo, señorita Borell, le haré saber su recado a Lucas. —Dijo la madame muy consciente de la reacción de Elizabeth cuando escuchó el nombre del chico con el que había pasado la noche.
Elizabeth asintió. —Bueno, nada más. Muchas gracias y disculpe las molestias, madame Boaiur. — Elizabeth se levantó dispuesta a irse.
—Señorita Borell. —La madame la llamó, deteniéndola con su voz. —Disculpe usted. Si hubiera sabido que usted no quería, jamás habría enviado a Lucas ni a ningún otro chico. — Aunque se disculpaba sinceramente, en sus ojos había un extraño brillo al que Elizabeth no sabría dar nombre y que parecía contradecir sus palabras.
—Usted no tenía la culpa, madame Boaiur. — Y tras esas palabras, Elizabeth salió habiendo devuelto el dinero, con el nombre del hombre que jamás volvería a ver, y con extraños sentimientos en su interior.
*
Lucas, como cada mañana, había salido a hacer su footing mañanero, pero al contrario de volver directo a su loft como hacía cada día, se detuvo frente a una librería en la que buscó los libros de Elizabeth. Antes de abandonar su pequeño apartamento la noche anterior se las había apañado para mirar entre sus cosas su nombre. Elizabeth Borell. Preguntó por ella a la bibliotecaria y por suerte esta tenía sus tres libros, Lucas compró los tres y justo cuando salía su teléfono móvil comenzó a sonar. Miro la pantalla y era su hermano. — ¿Qué pasa, Darren? — Preguntó cuándo descolgó el móvil.
—Eso quiero saber yo. No estás en tu loft y sé que tu footing mañanero ha acabado hace unos veinte minutos, tiempo suficiente para que estuvieras de vuelta. — Sí, su hermano estaba en lo cierto, él no solía tardar más de veinte minutos en llegar.
— ¿Alina te tiene a pan y agua, Darren? —Cuestionó a su hermano con diversión, mofándose de él un rato. No se le ocurría otro motivo para que su hermano estuviera tan pendiente de él como para llegar a calcular los minutos que tardaba o no en llegar a su loft.
—Con Alina todo va bien, gilipollas. —Gruñó su hermano al teléfono, sacándole una carcajada. —Ven cagando leches. —Y sin darle tiempo a contestar, su hermano había colgado.
*
Lucas negó con la cabeza, divertido cuando su teléfono volvió a sonar, esta vez ni miro quien llamaba, sabía quién era. O más bien, creía saberlo. —Ya estoy en camino, Darren, deja de llamarme o Alina se pondrá celosa. — A Lucas le encantaba molestar a su hermano.
—Querido, no soy tu hermano. — La voz divertida de Flora Boaiur, también conocida como Madame Boaiur, llegó al otro lado de la línea.
—Flora, perdona, pensaba que eras Darren. ¿Qué pasa? — Flora no lo llamaría a no ser que tuviera información importante o el asunto fuera de urgencia.
—No te preocupes querido, primero atiende a tu hermano, pero luego ven aquí, una clienta tuya ha venido a hablar conmigo, y, Lucas, no estaba nada contenta.
Tal vez la clienta no, sin embargo, por el tono de voz de Flora, ella si que lo estaba. Algo la divertía enormemente y a Lucas no le gustaba no saber el que le hacía tanta gracia. Especialmente porque creía que toda esa diversión era a su costa.
—Me libraré rápidamente de Darren y estaré ahí. — Dijo antes de colgar y dirigirse a su loft en el cual su hermano le esperaba.
Su hermano era la única persona aparte de él que tenía llave de su loft por lo que le esperaba viendo la televisión, la cual apago al verlo entrar por la puerta. — ¡Hombre! Por fin apareces. —Reclamó su hermano mientras se levantaba y tiraba el mando del televisor al sofá.
—No hagas tanto drama y dime qué pasa, debo ir a ver a Flora. — Avisó, sin hacerle mucho caso, dirigiéndose a su habitación, seguido de cera por su hermano.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha dicho Flora? — Su hermano parecía haber olvidado el absurdo motivo de su enfado y ahora estaba casi tan interesado como él en saber que quería decirle Flora.
—No lo sé, no ha querido decirme nada por teléfono. Dime que es lo que quieres, Darren. — Lucas hablaba a su hermano mientras sacaba del armario la ropa que se pondría después de ducharse.
—No es nada importante, puede esperar. — Su hermano se acercó a la bolsa de los libros que Lucas había dejado en la cama. —¿Qué es esto?
—Son unos libros. —Contesto Lucas con obviedad, sin darle más importancia de la que en realidad tenía para él.
Su hermano sacó un libro de la bolsa y abrió los ojos al leer el nombre de la escritora. —Elizabeth Borrell…—La forma en la que su hermano leyó el nombre de Elizabeth hizo a Lucas detenerse.
—¿De qué la conoces? —Porque estaba claro que la conocía, solo eso explicaría la reacción de su hermano.
En un primer momento, Darren pensó en mentirle, pero enseguida borró esa idea de su cabeza. Él y Lucas no se mentían nunca. Sin embargo, ahora había asuntos más importantes que tratar entre manos, el de Elizabeth lo dejarían para después. — Te lo contaré luego. Cuando salgas de hablar con Flora ve a la casa. — Su hermano salió sin darle la oportunidad de replicar y Lucas volvió su vista a la cama, al libro de Elizabeth que su hermano había sacado de la bolsa. Acabaría rápido el asunto con Flora y luego averiguaría de que conocía su hermano a Elizabeth.
Lucas entró al despacho de Flora tras ser anunciado por Ignis, dio dos besos a Flora como siempre y se sentó dispuesto a escuchar que la mujer mayor tenía que decir. Sin embargo, Flora no parecía dispuesta a poner las cosas fáciles, simplemente sonreía sin quitarle la mirada de encima, y comenzaba a ponerlo verdaderamente nervioso tanto misterio. —Flora, sabes que te respeto y que te quiero como a la madre que perdí hace años…—Comenzó a hablar, pero fue interrumpido por esta. —Lo sé, querido, sabes que yo siento lo mismo hacia ti. — Sí, lo sabía, por eso tenían la relación que tenían, como de una madre y un hijo. Ella era para él literalmente aquello, su segunda madre. —Bien Flora, entonces, te lo pido por favor, por ese cariño que ambos sentimos hacia el otro, cuéntame de una vez qué es lo que pasa. ¿A qué viene tanto misterio y por qué estás tan feliz? — Él no podía recordar haber visto jamás a Flora tan sonriente. No es como si Flora no fuera una persona feliz o fuera una amargad
Darren esperó a que su padre se liberó del trabajo para ver cómo iba a jugar un rato en la sala con su nieto, el pequeño Jordan, hijo de su difunto hermano gemelo y de Alina. El pequeño de solo cinco años era la alegría de la familia, y era como un hijo para él, aunque hubiera sido el hijo de su hermano y la mujer que él amaba, era Darren quien había sido toda su vida un verdadero padre para el infante, y el único que había sabido amar correctamente a Alina, como ella se lo merecía. Su hermano había sido un cerdo con ella. Los había separado y casi la había matado frente a sus narices. Darren nunca se perdonaría todo lo que Alina sufrió a manos de ese canalla. La caricia de esta en su espalda lo sacó de sus pensamientos. Su dulce sonrisa le hizo recordar que el pasado ya no dolía. No más. Rodeándola con un brazo por la cintura, la sacó de la salita.—¡Darren! Quería hablar un rato con tu padre. —Se quejó divertida cuando él la sacó al pasillo.—Luego, amor, luego. Primero debemos habl
Elizabeth se había recompuesto de su pequeño golpe emocional, o al menos físicamente, estaba más presentable, no rompía a llorar a la mínima, podía mantenerse algo más estoica, más fuerte, y decidió con motivo de ello ir a hacer una visita a su editor a casa de este. Más que un editor, él era como un segundo padre para ella, y la familia de él la adoraba casi tanto como ella a ellos. Y no solo a la familia, también al servicio, por eso abrazó al ama de llaves cuando le abrió la puerta y entró saludándola con una gran sonrisa, preguntándole por su vida, sus nietos… Hasta que mientras es guiada al salón donde está su editor en el camino ve al hijo de este, la pareja del chico, y… Se quedó blanca. Todo el color se esfumó de su rostro.¿Qué hacía él aquí? ¿Qué hablaba con ellos? No tardaron en notar su presencia mientras ella sentía su mundo caer encima de ella.—¡Puedo explicarlo! ¡Juro que puedo explicarlo! —Odiaba ser tan sensible. Lo odiaba. No controlaba sus lágrimas, cuáles ya llena
El sonido de su insistente timbre fue lo que la despertó. Mirando el despertador comprobó que solo eran las seis de la mañana. ¿Quién era tan cruel de despertarla a estas horas? Una idea se le pasó por la cabeza y fue la que la hizo levantarse con energías, sin importarle estar todavía legañosa. Se fue quitando dichas legañas por el camino, calzándose también sus pantuflas de Hello Kitty. Sí, aquella gatita tan fan del rosa y tan presumida no parecía ser del agrado de todos, sin embargo, a Elizabeth le gustaba. Tenía varias cosas de esa gata tan famosa, y no solo su calzado de aquel momento.Ella esperaba ver tras la puerta a sus amigas, fundirse en un gran abrazo, reconciliarse y actuar como si nada hubiera pasado. Demostrar que su amistad es más fuerte que todo. Es decir, lo que hacían siempre, tan solo con la pequeña diferencia de que esta vez no sería ella la que, como siempre, corriera tras las faldas de las otras dos. Aquello era algo ya rutinario. Incluso sin tener la culpa, si
Elizabeth había pasado el día en casa de los Court hasta que se fue con Carl a cenar. El sobrino de Edgar cambió los planes de ser dos más en las mesas, pues no pensaba dejar aquella oportunidad de que la joven finalmente hubiera aceptado una de las invitaciones que le hacía.Directamente fueron al restaurante Estancia Steaks donde disfrutaron de una deliciosa comida. Una agradable velada con una compañía bastante encantadora. No terminaba de comprender por qué Alina no se llevaba bien con Carl. Es más, muchas veces le había advertido que tuviera cuidado con él, cosa que a Elizabeth le parecía ridícula. Carl era tan bueno, caballeroso, divertido… La chica que lo tuviera tendría que aprender a valorar al hombre que tendría.—Muchas gracias por traerme, y por la cena, Carl. Estuvo todo delicioso. —Agradeció ella una vez llegaron a su casa.—Gracias a ti por aceptar a mi invitación. Eres una mujer difícil de convencer, Elizabeth. — Él bromeó un poco con ella mientras se bajaba para abrir
Otro día más sin saber de sus amigas. En ese segundo día ya estaba desesperada, necesitaba a sus amigas. No soportaba más estar enfadada con ellas. Sí, había soportado tanto, porque para ella esos días eran muchos, sin embargo, necesitaba ya a sus amigas. No aguantaba más. Así que salió en dirección a la casa de su mejor amiga, Priscille. Jugueteaba nerviosa con el asa de su bolso mientras esperaba que su amiga la abriera. Cuando finalmente su amiga abrió puso mala cara al ver que se trataba de ella.—No tienes nada que hacer en mi casa, lárgate. —Y estaba dispuesta a cerrarle la puerta en las narices, cuando Elizabeth la detuvo, poniendo su pie en medio.—No, por favor, Pris, vengo a hacer las paces…—Venía en son de paz, ¿no podían calmarse aunque fuese solo un poquito? —Solo quiero recuperar a mis amigas. A mis mejores amigas.—Tus únicas amigas, dirás. Somos las únicas que te han aguantado y aun así decidiste pagárnoslo… Muy mal, Eli, muy mal. Ahora, sufre, porque nos has perdido p
Las siguientes semanas Elizabeth dividía su tiempo, o bien ayudando a Alina con los preparativos, o siendo sorprendida con planes de Lucas para conocerse mejor. Incluso muchas veces este se quedaba a ayudarlas si daba el caso que Elizabeth le rechazaba la invitación.Un día fueron con Alina y Darren en tren a Lübeck donde visitaron museos y también hicieron interesantes recorridos en barco. En otra ocasión fueron de excursión a Blankenese. Fueron unas semanas para conocer las partes de Hamburgo que Elizabeth aún no conocía y con las cuales quedó completamente encantada. Aunque no todo fue turístico, hubo un poco de todo. Cada día algo distinto, una sorpresa, y Lucas tenía razón, le encantaban esas sorpresas que él organizaba. Era fantástico en ello.Según iban pasando esas semanas, Elizabeth se interesaba más por saber que era lo que ocurría en esa familia a la que tan unida estaba. Por eso, un día, mientras ayudaba a Alina con la fiesta que debía organizar y en la cual anunciarían su
Era la primera vez que veía el dormitorio del chico. Aquella estancia que tan personal era para uno y donde tanto siempre se pasaba, así como varios momentos se vivían, lo representaba mucho. Al menos cuadraba con la imagen que quería dar. Esa que se encargaba de transmitir.Colores oscuros. Las paredes eran de un azul marino. Los grandes ventanales, por los cuales seguramente cuando corriera aquellas pesadas cortinas entrara una barbaridad de luz, estaban cubiertos por aquellas cortinas de color marrón de tonos sepias que iba a juego con el cabezal de la enorme cama, así como el edredón y tres de los seis cojines que esta tenía (sin contar las dos correspondientes almohadas). Una mesita de cristal, de color negro, estaba frente a los ventanales. Era una mesa con dos barras. La superior tenía una bonita escultura de un sol tribal, a su lado un enorme cuenco de cristal con varios chocolates en su interior, y por último, alrededor de ambos objetos, terminando de adornar la parte superio