Elizabeth se había recompuesto de su pequeño golpe emocional, o al menos físicamente, estaba más presentable, no rompía a llorar a la mínima, podía mantenerse algo más estoica, más fuerte, y decidió con motivo de ello ir a hacer una visita a su editor a casa de este. Más que un editor, él era como un segundo padre para ella, y la familia de él la adoraba casi tanto como ella a ellos. Y no solo a la familia, también al servicio, por eso abrazó al ama de llaves cuando le abrió la puerta y entró saludándola con una gran sonrisa, preguntándole por su vida, sus nietos… Hasta que mientras es guiada al salón donde está su editor en el camino ve al hijo de este, la pareja del chico, y… Se quedó blanca. Todo el color se esfumó de su rostro.
¿Qué hacía él aquí? ¿Qué hablaba con ellos? No tardaron en notar su presencia mientras ella sentía su mundo caer encima de ella.
—¡Puedo explicarlo! ¡Juro que puedo explicarlo! —Odiaba ser tan sensible. Lo odiaba. No controlaba sus lágrimas, cuáles ya llenaban sus ojos ante el temor de que ellos pudieran pensar mal de ella. De perder ya no solo su trabajo, el cual amaba, aquella familia que consideraba también suya por el cariño entre ellos.
Alina se acercó a ella para abrazarla, siendo la primera en incorporarse y correr hacia esta. — Cielo, basta. No supongas cosas raras. Lucas ya nos ha contado todo, tranquila. Por favor, respira. Madeleine, tráele agua a la señorita Borell. Ven, Elizabeth, vamos al salón. —Alina la tranquilizaba, brindándole suaves caricias en la espalda, mientras que la llevaba al salón, y Darren por su parte retenía a Lucas, que con una gran preocupación por lo mal que se había puesto la chica quería correr y ser él quien la socorriera. Encerrarla en sus brazos, darle todo su amor y el consuelo que guarda para ella. No sabía por qué ella despertaba esos sentimientos en él, pero lo hacía que era lo importante. Por eso, a pesar de que sabía a quién se encontraría en el salón, las siguió con Darren.
En cuanto cruzaron el umbral del salón, su padre reaccionó con un tremendo enojo por su presencia, aunque supo disimularlo por el estado de Elizabeth, por la cual mostró una gran preocupación, igual que el pequeño Jordan, que corrió a saluda a su tío cuál inmediatamente lo cargó en sus brazos y le dio un gran beso. —¿Qué le ha pasado a tita Eli, tito? — Lucas observó a Darren cuál le quitó el niño de los brazos para sentarse con este sobre sus rodillas.
Elizabeth no se perdió ni una sola de las palabras del pequeño.
¿Tito? ¿Lucas, el chico de compañía que sus amigas le habían contratado era hijo de su editor, Edgar Court? Pero… eso era imposible. Edgar solo tenías tres hijos. Uno era el difunto marido de Alina, un capullo integral que estaba mejor muerto. Otro era Darren, hermano gemelo del difunto primer menciona, y el cual era como un hermano mayor para la escritora. Y luego había otro hijo, sí. Uno con el que Edgar no se hablaba por malentendidos según las historias que ella había escuchado.
¿Ese era él? Entonces su nombre era Lucas Court. Ella no podía apartar su sorprendida mirada de él. Sabía que Edgar y Alina le hablaban, intentando ayudarla, preocupados por su estado, queriendo saber sobre como se encontraba, pero ella no era capaz de escuchar sus palabras.
Lucas asintió con la cabeza como si leyera sus pensamientos, como si le afirmara que él era el hijo de Edgar del que tanto había escuchado. Rápidamente giro hacia este. —¿Es tu hijo? – Es lo único que alcanzó a preguntar. Al menos ya no lloraba.
La mirada de Edgar fue a Lucas antes de volver a posarla sobre Elizabeth y besar su mano. — Sí, querida. Este es Lucas, mi hijo. Aunque, creo que no son necesarias las presentaciones, ¿no? — Edgar era un hombre mayor, demasiado inteligente para el gusto de Elizabeth, porque sentía que la leía como si ella fuera uno de sus libros.
Ella era incapaz de asentir. Tenía mucho miedo. ¿Qué pensarían si supieran que había requerido los servicios de un….? Todavía era incapaz de nombrar su profesión. Pero el caso era, que eso era lo que la tenía tan mal, esa era su verdadera preocupación. Que esas personas que tan bien la han acogido y a las que tanto quería, opinasen mal de ella. ¿Y si las perdía por eso? Otras personas a las que perder… Ella sola se hacía daño con sus pensamientos. ¡Y para colmo de males eran familia! — Edgar, Alina, Darren, lo lamento mucho. Yo… ¡Yo puedo explicarlo! ¡Lo juro! ¡No tuve nada que ver y no hicimos nada! ¡Nada! — Alina la atrajo hacia ella, encerrándola en sus brazos, cobijando con estos, buscando consolarla.
— Ya bonita, ya paso. ¡Deja de pensar tonterías! Lo sabemos, ¿sí? Sabemos todo. Todo, Elizabeth. Tranquilízate. —Alina no necesitaba ser ningún genio para saber qué era lo que de verdad preocupa a la escritora. En vano, pues ellos ya la conocían como para mal pensar de esta.
—Yo no sé nada, en realidad. —Hizo saber Edgar con la mirada posada sobre su hijo. En ese hijo con el que no se hablaba desde hace años y le dolía tanto esa situación…
—Ayer fue mi cumpleaños…—Comenzó a explicarse Elizabeth.
—Eso lo sé, princesa. —Edgar siempre la llama princesa. Es su princesita, la adoraba. Al igual que Alina, ella era como otra hija más para él que solo tuvo varones. Elizabeth era mucho más que simplemente una de sus escritoras.
—Sus amigas querían que la despojara de su virginidad como regalo. —Soltó Lucas algo brusco, queriendo acabar con esa situación.
Su padre lo miró claramente regañándolo. —¿Lo hiciste? —Eso era lo importante, porque respecto a la personalidad de Lucas ya aprendió hace años que no se podía hacer nada. Aquel era uno de los motivos de las distancias entre padre e hijo.
—¡No! —Negaron ambos, Elizabeth la primera, cuál salió del abrazo de Alina para agarrar las manos de su editor y mirarlo fijamente a esos grandes ojos en los que uno podía perderse. Deseando que la creyera. Por favor, no pedía otra cosa, solo eso. Que Edgar la creyese.
—Te creo, princesa. No te preocupes. —Y besó su frente después de decirlo, como si de esa manera sellara sus palabras, como si le diera más fuerzas, confirmando estas. Queriendo aliviar las posibles preocupaciones y temores de la joven. Él estaba siendo sincero, la creía. Sabía que Elizabeth era incapaz de mentirle y se le veía tan mal… Esa niña no sabía fingir. Era como un libro abierto, especialmente para él tras los años que llevaban trabajando juntos.
Elizabeth suspiró aliviada al notar que la creía y lo abrazó fuerte porque lo necesitaba. Él era más una figura paterna para ella que su verdadero padre. Edgard había sabido ejercer más aquel papel que quien se suponía que verdaderamente había debido de hacerlo.
—Ya está, pequeña, ya pasó. Ahora… ¿Tuviste un rico pastel de cumpleaños? —Lucas sonrío al ver como Elizabeth se sonrojaba con la pregunta antes de negar. Sabía en lo que Elizabeth estaba pensando. El beso. —¿Has escuchado eso, Jordan? Un cumpleaños sin pastel. ¡Qué sacrilegio! –El niño apoyaba a su abuelo regañándola por no haberse comido ninguna tarta de cumpleaños. —¡Vamos a ponerle solución ahora mismo! —No era una pregunta, ni siquiera una sugerencia. Claramente ya le tenían uno, así de bien los conocía Elizabeth, cuál se dejó guiar hasta el comedor en el cual le esperaba un delicioso pastel de chocolate que comieron entre todos. Incluido Lucas. La segunda mesa que compartían juntos en apenas un pequeño lapsus de tiempo.
Después de un agradable rato junto a esa maravillosa familia, porque eran maravillosos, incluso con la evidente tensión que se palpaba entre Lucas y su padre, Elizabeth anunció que debía irse. Estaba besando al pequeño Jordan, despidiéndose cuando la oferta de Lucas de llevarla a su casa la sorprendió. —Eh… gracias, pero no hace falta. Tengo mi propio coche. —Su pequeño y adorado Opel Corsa.
—Insisto. Además, ya sé dónde vives. —Le recordó divertido, aunque a ella no le hacía tanta gracia como él y quería seguir quejándose, pero Alina se lo impidió, diciendo que sí, que dejara que Lucas la llevara, que así todos se quedaran más tranquilos. Al final no hubo forma humana de negarse. Entre todos lo lograron. Insistentes como ellos solos. Su chico de compañía la lleva a casa.
Por dios, tenía que dejar de llamarle así.
Lucas había notado la incomodidad de Elizabeth durante todo el camino. Una vez fuera de la casa, ella volvió a discutir sobre no dejarle conducir su coche, para nada, pues al final él consiguió que cediera, a regañadientes, pero lo logró que era lo importante, pues el resultado acabó siendo el mismo. El que él buscaba. Durante el camino, dado que no lograba nada con sus intentos de conversar, hubo un momento en el que puso la radio y Elizabeth se sonrojó cuando comenzó a sonar “My heart will go on.” Si es que estaba claro, ella era una romántica empedernida y su emisora, reproduciendo aquellas canciones que ella solía escuchar, tan solo la delataba, exponiéndola sin oportunidad a disimularlo aunque fuera un poco.
—Gracias por traerme, aunque repito que no hacía falta. —Dijo ella cuando él aparcaba frente su pequeño apartamento. —¿Cómo volverás a la casa ahora? —Ella no le dejó comportarse como un caballero, antes de que él pudiera levantarse para abrirle la puerta, ella ya se había bajado.
¿Qué tenía esa mujer que no podía dejar de sonreír como idiota con todo lo que ella hacía? Incluso cuando acababa con sus planes, como había sido el caso.
—No te preocupes por mí. —Él también había bajado ya del coche y comprobó que estaba bien cerrado antes de entregarle las llaves de este a su legítima dueña.
—¡No lo hacía! —Esta negó rápidamente y luego se puso tan roja que a él le supuso un gran esfuerzo controlar una carcajada. Era tan adorablemente divertida, para él al menos. —Quiero decir… Esto… Ya es demasiado tarde, deberías irte ya. Entre más tarde te vayas, más peligro. —Y de nuevo estaba la preocupación que ella se empeñaba en negar. Sin embargo, si no se preocupara por él, ¿qué importarían los peligros de la noche?
—Me voy, me voy. Pero antes, ¿puedo pedirte un beso? —Sabía lo que arriesgaba, sin embargo, era como que se había vuelto adicto a esa mujer y a su boca. No tenía experiencia, él ha tenido mejores besos y puede darse cuenta de ello, de la carencia de experiencia de la chica. No obstante, el primer beso con ella fue tan diferente… Él deseaba enseñarle tanto…
—¡No! —Y como si temiera que, al igual que la noche pasada, él cogiera el beso que quería de ella por su propia cuenta, huyó corriendo hasta su apartamento sin siquiera despedirse. Despavorida, como si él fuese sacado de una película de terror. El asesino en serie que iba tras la protagonista.
Él entonces no pudo aguantar más y soltó una carcajada. Se quedó hasta verla entrar y solo cuando se aseguró que estaba segura se fue finalmente, sin borrar la sonrisa de sus labios. Qué mujer, era todo un caso. Uno que deseaba resolver.
Lo primero que Elizabeth hizo nada más entrar a su apartamento fue asomarse a la ventana hasta que lo vio irse y entonces suspiró con, ¿alivio? No sabía si era alivio o no, pero la verdad es que ella había huido como alma que llevaba el diablo con la idea que él tuvo de besarla. ¿Iba a coger de manía besarla todas las noches? Porque entonces, por mucho que ella quisiera a su familia, le pararía los pies. Cierto que era muy atractivo, mas eso no le daba derecho a ir besando a las mujeres así porque si, solo porque nacía de él aquellas insaciables ganas.
Bueno, que besara a quien quisiera, pero a ella no. Ella quería estar tranquila, aunque algo le decía que con él esa tranquilidad que deseaba no la tendría. No es como si ella quisiera algo con él, sin embargo, sabía que no se iba a rendir fácilmente y muy en el fondo, a pesar de todas sus negativas, le gustaba que así fuera, por eso ahora tenía esa sonrisa de tonta curvando sus comisuras labiales, adornando sus facciones, llenándolas de un brillo que no acostumbraba a poseer.
Tras tantos misterios sobre el famoso hijo de Edgar, tras tantas versiones escuchadas y tantas teorías, tras tantos deseos de saber la verdad, había tenido conociéndolo de la forma más inesperada, pues, ¿quién esperaría que se conocerían de esta forma? Ella desde luego no. ¿Por qué alguien con el imperio y la fortuna de la familia Court ejercería aquella profesión en la cual Lucas trabajaba si realmente no tenía ninguna necesidad de ello?
El sonido de su insistente timbre fue lo que la despertó. Mirando el despertador comprobó que solo eran las seis de la mañana. ¿Quién era tan cruel de despertarla a estas horas? Una idea se le pasó por la cabeza y fue la que la hizo levantarse con energías, sin importarle estar todavía legañosa. Se fue quitando dichas legañas por el camino, calzándose también sus pantuflas de Hello Kitty. Sí, aquella gatita tan fan del rosa y tan presumida no parecía ser del agrado de todos, sin embargo, a Elizabeth le gustaba. Tenía varias cosas de esa gata tan famosa, y no solo su calzado de aquel momento.Ella esperaba ver tras la puerta a sus amigas, fundirse en un gran abrazo, reconciliarse y actuar como si nada hubiera pasado. Demostrar que su amistad es más fuerte que todo. Es decir, lo que hacían siempre, tan solo con la pequeña diferencia de que esta vez no sería ella la que, como siempre, corriera tras las faldas de las otras dos. Aquello era algo ya rutinario. Incluso sin tener la culpa, si
Elizabeth había pasado el día en casa de los Court hasta que se fue con Carl a cenar. El sobrino de Edgar cambió los planes de ser dos más en las mesas, pues no pensaba dejar aquella oportunidad de que la joven finalmente hubiera aceptado una de las invitaciones que le hacía.Directamente fueron al restaurante Estancia Steaks donde disfrutaron de una deliciosa comida. Una agradable velada con una compañía bastante encantadora. No terminaba de comprender por qué Alina no se llevaba bien con Carl. Es más, muchas veces le había advertido que tuviera cuidado con él, cosa que a Elizabeth le parecía ridícula. Carl era tan bueno, caballeroso, divertido… La chica que lo tuviera tendría que aprender a valorar al hombre que tendría.—Muchas gracias por traerme, y por la cena, Carl. Estuvo todo delicioso. —Agradeció ella una vez llegaron a su casa.—Gracias a ti por aceptar a mi invitación. Eres una mujer difícil de convencer, Elizabeth. — Él bromeó un poco con ella mientras se bajaba para abrir
Otro día más sin saber de sus amigas. En ese segundo día ya estaba desesperada, necesitaba a sus amigas. No soportaba más estar enfadada con ellas. Sí, había soportado tanto, porque para ella esos días eran muchos, sin embargo, necesitaba ya a sus amigas. No aguantaba más. Así que salió en dirección a la casa de su mejor amiga, Priscille. Jugueteaba nerviosa con el asa de su bolso mientras esperaba que su amiga la abriera. Cuando finalmente su amiga abrió puso mala cara al ver que se trataba de ella.—No tienes nada que hacer en mi casa, lárgate. —Y estaba dispuesta a cerrarle la puerta en las narices, cuando Elizabeth la detuvo, poniendo su pie en medio.—No, por favor, Pris, vengo a hacer las paces…—Venía en son de paz, ¿no podían calmarse aunque fuese solo un poquito? —Solo quiero recuperar a mis amigas. A mis mejores amigas.—Tus únicas amigas, dirás. Somos las únicas que te han aguantado y aun así decidiste pagárnoslo… Muy mal, Eli, muy mal. Ahora, sufre, porque nos has perdido p
Las siguientes semanas Elizabeth dividía su tiempo, o bien ayudando a Alina con los preparativos, o siendo sorprendida con planes de Lucas para conocerse mejor. Incluso muchas veces este se quedaba a ayudarlas si daba el caso que Elizabeth le rechazaba la invitación.Un día fueron con Alina y Darren en tren a Lübeck donde visitaron museos y también hicieron interesantes recorridos en barco. En otra ocasión fueron de excursión a Blankenese. Fueron unas semanas para conocer las partes de Hamburgo que Elizabeth aún no conocía y con las cuales quedó completamente encantada. Aunque no todo fue turístico, hubo un poco de todo. Cada día algo distinto, una sorpresa, y Lucas tenía razón, le encantaban esas sorpresas que él organizaba. Era fantástico en ello.Según iban pasando esas semanas, Elizabeth se interesaba más por saber que era lo que ocurría en esa familia a la que tan unida estaba. Por eso, un día, mientras ayudaba a Alina con la fiesta que debía organizar y en la cual anunciarían su
Era la primera vez que veía el dormitorio del chico. Aquella estancia que tan personal era para uno y donde tanto siempre se pasaba, así como varios momentos se vivían, lo representaba mucho. Al menos cuadraba con la imagen que quería dar. Esa que se encargaba de transmitir.Colores oscuros. Las paredes eran de un azul marino. Los grandes ventanales, por los cuales seguramente cuando corriera aquellas pesadas cortinas entrara una barbaridad de luz, estaban cubiertos por aquellas cortinas de color marrón de tonos sepias que iba a juego con el cabezal de la enorme cama, así como el edredón y tres de los seis cojines que esta tenía (sin contar las dos correspondientes almohadas). Una mesita de cristal, de color negro, estaba frente a los ventanales. Era una mesa con dos barras. La superior tenía una bonita escultura de un sol tribal, a su lado un enorme cuenco de cristal con varios chocolates en su interior, y por último, alrededor de ambos objetos, terminando de adornar la parte superio
Fue una noche maravillosa. Para Elizabeth la mejor de su vida, o así lo pensó la mañana siguiente cuando despertó en esa enorme cama, con la luz del sol entrando por las ventanas. Se despertó sola en la cama, pero no estuvo así por mucho tiempo. Antes de que pudiera hacerse alguna idea errónea sobre lo que sucedía, él apareció con el desayuno preparado para ella.“Un desayuno inglés para la señorita.” Presentó el delicioso desayuno, cuál luego entre juegos termino él ayudándola a comerlo y luego volvió a hacerle el amor antes de llevarla a la ducha insistiendo él en ayudarla, que no haría nada más y la dejaría descansar… No cumplió su palabra, pero ella descubrió estar encantada de que no cumpliera su palabra. Cuando finalmente la llevo a su apartamento, ella pudo descansar.Las primeras semanas él a veces se quedaba a dormir, y no solo dormir, en su apartamento, o había veces que era ella la que se quedaba en el loft. No era ninguna relación, no sabían exactamente qué es lo que era,
Tres meses después.Los rayos del sol golpeaban el rostro de Alina. Una de sus manos se paseaba rítmicamente, arriba y abajo, sobre su abultado vientre. Ya se le notaba el embarazo. Darren estaba a su lado, uno de sus brazos rodeaba los de esta, mientras que otra de sus manos se posaba sobre las de su mujer para sentir dentro del vientre al fruto del amor que ambos se tenían.El pequeño Jordan corría por el gran jardín en el cual la canción que en aquel momento emitían los altavoces y la cual era “who you are” de la artista Jessi J. Un globo colgaba de una de las manos del niño, que como si más que un globo aquello fuera una cometa, lo paseaba por todo el jardín sobrevolando su cabeza y haciendo reír tanto a su abuelo como a los demás adultos. La mayoría amigos de este o de sus padres. Sus padres, pues aunque Darren fuese en realidad su tío, cosa de la que pese a ser un niño era consciente, pues en la familia no llevaban bien lo de ocultarse las cosas y siempre le habían hablado con l
ADVERTENCIAS.Antes de comenzar con esta aventura debemos dejar en claro algunas cosas para evitar en el futuro cualquier posible malentendido, ¿sí? Bien, aclaremos algunas cositas de las cuales considero importante advertir.La sinopsis ya nos da una pista, pues hablar por si sola, más quiero explayarme e ir más allá. Sí, el protagonista parece ejercer una profesión que no es precisamente la ideal. Queremos aclarar que en NINGÚN MOMENTO se apoya ese tipo de negocios, que en ningún momento es tan ‘sencillo’ como nos pueden hacer creer los medios; es algo que causa sufrimiento a muchas personas. La mayoría de las mujeres y hombres que ejercen dicho trabajo, lo hacen obligados. Probablemente, la cifra sea del 99%. Por favor, aunque en el texto debido a la historia se hable de ello, tengamos siempre presente que nunca es la solución. Que causa dolor a muchas personas, lleva a otras a la muerte. Esto es ficción, y ahí voy al siguiente punto: separemos ficción de realidad. Que la historia