—Yo siempre te amaré, Terry. ¿Por qué mi hermana nos impidió estar juntos? Prométeme que nunca me olvidarás —la voz de Deborah, teñida de alcohol y desesperación, resonó mientras se aferraba al micrófono en sus manos, todos creían que haría un brindis por los novios, pero su declaración fue atroz.
Paz, aun con el velo de novia colocado y el vestido blanco ajustado a su silueta, sintió que su mundo se quebraba.
Las palabras de su hermana eran como dagas, atravesando cada rincón de su ser.
Miró a su alrededor y notó las miradas inquisitivas de los invitados, los murmullos que se multiplicaban, y el peso de la humillación la abrumó.
Apretó los puños y sus ojos se llenaron de lágrimas que luchaba por contener.
Era su boda, el día en que debía comenzar una nueva vida con el hombre que amaba, y allí estaba Deborah, robándose cada fragmento de protagonismo, abrazada al hombre que ahora era su esposo.
La gente la miraba con rabia, era obvio, todos, incluso su propio esposo Terrance, creían que ella era una egoísta desalmada, que había robado el amor y lugar de su hermana, convirtiéndose en la esposa que Deborah debió ser.
Lo que nadie sabía era que Paz estaba sacrificándose, nunca quiso robar el amor de nadie, pero lo haría si eso significaba proteger al hombre que amaba, incluso de su propia hermana.
La madre de ambas se apresuró a intervenir, agarrando a Deborah por el brazo y arrastrándola lejos.
La furia en su rostro era evidente.
—Deborah, no hagas esto. ¿Qué te sucede? —le espetó entre dientes, manteniendo una falsa sonrisa para no atraer más atención.
Deborah forcejeó, pero al escuchar las siguientes palabras, su expresión cambió:
—¡Basta! ¿Quieres que muramos contigo? ¡Despierta! ¡Esto es lo mejor que podemos hacer por ahora! ¿Quieres que Terry sepa lo que has hecho?
Por un momento, el alcohol en las venas de Deborah fue reemplazado por un frío y punzante miedo.
Bajó la mirada, mordiendo su labio inferior, pero el resentimiento seguía brillando en sus ojos.
Paz, desde lejos, observaba la escena. Quiso gritar, defenderse, exigir respeto, pero no pudo.
Sus manos temblaban, y el peso de las miradas la hizo sentir diminuta.
Cuando la fiesta terminó, apenas pudo despedirse de su familia, pero vio en ellos el resentimiento en sus miradas.
Para ellos, Paz era la hija imperfecta, y Deborah la brillante estrella, pero ella cometió un error muy grave, y Paz los salvó de ser rechazados por la sociedad, sin embargo, no eran agradecidos.
***
El camino a casa fue un silencio incómodo, roto solo por el sonido del motor. Terry no dijo una palabra. No la miró, ni intentó sostener su mano.
Paz lo siguió como una sombra, intentando no derrumbarse.
Al llegar a la mansión, la empleada la guio hacia su habitación.
Aún llevaba su vestido de novia, el velo ahora colgando torcido, era como un reflejo de su estado emocional.
Buscó a Terry en el frío y amplio espacio, pero él no estaba. Se sintió abandonada, perdida en aquel lugar que ahora debía llamar "hogar".
Cuando finalmente llegó a la habitación, se detuvo en medio del lugar, él acababa de entrar ahí.
La figura imponente de Terry llenó el espacio.
Cerró la puerta detrás de él, quitándose el saco con movimientos precisos, casi mecánicos, desabrochando los botones de su camisa con calma calculada.
—¿Qué haces aquí? —dijo con voz grave, su tono era un filo que la cortó por dentro.
Paz, de pie junto a la cama, tartamudeó, su voz temblorosa.
—Yo… La empleada me dijo que...
—¡Cállate! —espetó él, interrumpiéndola, sus ojos oscuros como un pozo sin fondo. Dio un paso hacia ella, y Paz instintivamente retrocedió—. ¿Estás feliz con lo que lograste? ¿Estás feliz de ser la sustituta de tu hermana?
Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente cayeron, rodando por sus mejillas.
Intentó responder, pero sus palabras murieron en su garganta.
Entonces, Terry la agarró por los brazos, obligándola a mirarlo.
Sus ojos estaban llenos de furia, pero también de algo más, algo que Paz no podía descifrar.
—Escúchame bien, Paz. Desde hoy, sigues mis reglas; No saldrás sola. No esperes de mi amor o ternura. No me tocarás a menos que yo lo quiera y jamás me podrás rechazar, ¿Entendido?
Paz asintió, temblando.
Quiso alejarse, pero él la sujetó con fuerza, acercándose aún más.
Sus labios estaban tan cerca de su oído que podía sentir su aliento cálido contra su piel.
—¿Querías ser mi esposa? —susurró con una mezcla de desprecio y algo perversamente sensual—. Ahora, atente a las consecuencias.
De un empujón la lanzó sobre la cama.
Paz lo miró con el corazón acelerado, sus manos apretando las sábanas mientras lo veía despojarse del resto de su ropa.
Su cuerpo era una mezcla de fuerza y poder, pero sus ojos estaban llenos de hielo.
—¡Desnúdate! —ordenó, su tono, dejando claro que no había lugar para protestas—. Eres mi esposa, ¿no? Entonces cumple con tus deberes.
Paz quiso gritar, quiso correr, pero no podía. Sus manos temblorosas comenzaron a desatar los lazos de su vestido.
Antes de que pudiera quitárselo por completo, Terry la detuvo.
Sus manos fuertes terminaron el trabajo, arrancando el vestido de forma brusca, despojándola de toda protección.
Cuando ambos cayeron sobre la cama, la mezcla de miedo y deseo la abrumó.
Sus caricias eran un torbellino entre la pasión y el control, y aunque ella lo amaba, cada movimiento de Terry era un recordatorio de que, para él, aquello no significaba nada.
Cuando todo terminó, Terry la miró con frialdad, sus palabras fueron como un golpe final:
—Esto no significa nada, Paz. Eres mi esposa, pero nunca te amaré.
Sin más, se levantó y vistió, salió de la habitación, dejando a Paz rota.
Su cuerpo aún temblaba, su pecho subía y bajaba con desesperación.
Las lágrimas volvieron, silenciosas y devastadoras.
«Te amé, Terry, ¿Cómo pudiste ser tan cruel con mi amor?», pensó, abrazándose a sí misma mientras sollozaba.
Pero en lo más profundo de su corazón, creyó que ese hombre nunca la amaría.
Tres años después.Paz despertó temprano, como solía hacerlo cada día, y giró la cabeza hacia su esposo.Terry dormía a su lado, su rostro sereno contrastaba con la frialdad que solía mostrarle cuando estaba despierto.Paz se permitió observarlo, grabar cada línea de su mandíbula, la curva de sus labios, la forma en que el sol filtrándose por las cortinas delineaba su figura.Aunque su relación era de silencios y rechazos, había momentos como este que alimentaban su esperanza.«¿Por qué me tratas como si fuera nada cuando estás despierto, pero haces que me sienta deseada en la cama?», pensó con profunda amargura.La pasión que compartían parecía real, y aunque Terry pocas veces expresaba afecto, los gestos ocasionales, como los regalos que le traía, le daban pequeñas migajas de amor con las que sobrevivir.Paz recordó un día en que lo había seguido discretamente hasta una joyería.Él no lo sabía, pero ella había visto cómo examinaba minuciosamente cada pieza antes de decidirse. No era
Paz pasó el resto del día sin ver a Terry.La casa parecía más fría en su ausencia, como si cada rincón estuviera al tanto de la distancia que había crecido entre ellos.Al caer la noche, escuchó sus pasos en el pasillo. Él entró en la habitación en silencio, se cambió rápidamente y se metió en la cama.No hubo palabras, ni siquiera un murmullo. Paz sintió cómo el colchón se hundía bajo su peso, pero no hizo el mínimo esfuerzo por acercarse.Cuando Terry intentó rodearla con un brazo, ella se encogió en un rincón de la cama, apretando las piernas contra su pecho. El rechazo fue como una daga silenciosa para Terry, quien, con un bufido de frustración, se giró y le dio la espalda.La noche avanzó cargada de tensión y resentimiento, y el espacio entre ambos se sintió como un abismo infranqueable.***Al día siguiente.Paz observó cómo su esposo salía temprano sin despedirse, y justo cuando pensaba que podría tener algo de calma, el teléfono sonó.Al otro lado de la línea, una voz familia
En el hospital, el aire era denso, cargado de ansiedad y tensión.Terry caminaba de un lado a otro en la sala de espera, intentaba pensar en que pudo haber pasado, ¿Acaso la comida le cayó mal a Deborah? ¿O estaba enferma?La imagen de Deborah desplomada en el piso seguía repitiéndose en su mente como un eco interminable.—¿Qué le habrá pasado? —murmuró con voz ronca, mirando a su asistente personal, Martín, como si esperara que tuviera todas las respuestas.Martín, incómodo, se encogió de hombros.—Lo averiguaré, señor.Unos minutos más tarde, las puertas automáticas se abrieron y los padres de Deborah irrumpieron en el lugar, lucían desesperados.La señora Linda estaba descompuesta; sus ojos reflejaban el terror de una madre que temía lo peor.—¡Dime que mi hija no va a morir! —exclamó, sujetando con fuerza el brazo de Terry, como si él pudiera prometerle un milagro.Terry negó con un movimiento brusco, tratando de mantenerse firme, aunque la duda lo estaba devorando por dentro.—Ca
Horas después, en la habitación del hospital, Terry estaba de pie, observando a Deborah en la camilla.Sus ojos no podían apartarse de ella, viendo cómo su cuerpo estaba frágil y debilitado.Estaba pálida y con un gesto enfermo.Deborah, al escuchar sus pasos, levantó la vista, y sus ojos se abrieron con desesperación.—¡Terry! ¡Iba a morir! —exclamó entre sollozos, la angustia en su voz casi palpable, su respiración irregular.Terry, con un gesto de ternura, se acercó rápidamente y tomó su mano, buscando calmarla.—No vas a morir, Deborah. Estás aquí, y eso es lo que importa ahora —dijo, intentó transmitirle calma.La joven, todavía temblando, le apretó la mano, y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.—Mamá… Mamá dijo algo horrible, Terry —sollozó, su mirada parecía llena de miedo—. Dime, Terry, ¿es cierto? ¿Mi propia hermana quiere matarme?Terry no supo qué decir de inmediato.Un nudo se formó en su garganta.¿Qué podía decirle?Miró Deborah, que lucía desesperada, con la p
Terry miró la cartera de Paz en el suelo, hasta que miró fijamente la prueba de embarazo en el suelo, sorprendido, la levantó del suelo, entonces descubrió que era positiva, la sostuvo en sus manos.Su mente trataba de procesar lo que significaba ese pequeño objeto.Los latidos de su corazón eran un tambor que retumbaba en sus oídos.—¿Paz...? —susurró, con una mezcla de incredulidad y esperanza. Su voz se quebró al continuar—. Paz espera un hijo mío…Las palabras resonaron en el pasillo, pero no había alegría total en su rostro; había algo más profundo.Entonces, detrás de él, una voz cargada de debilidad, pero impregnada de veneno, rompió el momento.—¡No puede ser cierto!Terry giró rápidamente para encontrarse con Deborah, quien tambaleaba.Sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de furia y desesperación al fijarse en la prueba de embarazo en las manos de Terry.—¡Esto no puede pasar! ¡Paz no puede arruinarme así! —gritó con un tono tan desgarrador que incluso las enfermeras que
Cuando Paz llegó a casa, parecía vacía.No encontró a su esposo, ni una señal de que él hubiese estado allí en horas recientes.Subió las escaleras lentamente.Al llegar a su habitación, se derrumbó sobre la cama.Después de un rato, se incorporó, con los ojos hinchados y el corazón pesado.Abrió el cajón del escritorio, sacando un sobre que había permanecido escondido durante casi un año. Eran los papeles de divorcio.Los había redactado en secreto, con ayuda de un abogado, durante su peor momento: cuando su suegro murió y pensó que Terry la abandonaría.Había querido divorciarse en silencio, alejarse de Terry sin armar un escándalo.Pero el amor, ese sentimiento traicionero, la había detenido.Ahora, mirándolos de nuevo, sintió que debió hacerlo hace mucho. Sus dedos temblaron al acariciar las hojas.—He soportado tanto por tu amor, Terry… —murmuró entre lágrimas—. ¡Pero no más! Quiero que mi bebé sea feliz, y tú no nos haces felices. Amas a mi hermana. Ya no seré un obstáculo en tu