Inicio / Romance / Reconquistando el amor de mi exesposa / Capítulo: ¿Por qué me hicieron esto?
Capítulo: ¿Por qué me hicieron esto?

Horas después, en la habitación del hospital, Terry estaba de pie, observando a Deborah en la camilla.

Sus ojos no podían apartarse de ella, viendo cómo su cuerpo estaba frágil y debilitado.

Estaba pálida y con un gesto enfermo.

Deborah, al escuchar sus pasos, levantó la vista, y sus ojos se abrieron con desesperación.

—¡Terry! ¡Iba a morir! —exclamó entre sollozos, la angustia en su voz casi palpable, su respiración irregular.

Terry, con un gesto de ternura, se acercó rápidamente y tomó su mano, buscando calmarla.

—No vas a morir, Deborah. Estás aquí, y eso es lo que importa ahora —dijo, intentó  transmitirle calma.

La joven, todavía temblando, le apretó la mano, y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.

—Mamá… Mamá dijo algo horrible, Terry —sollozó, su mirada parecía llena de miedo—. Dime, Terry, ¿es cierto? ¿Mi propia hermana quiere matarme?

Terry no supo qué decir de inmediato.

Un nudo se formó en su garganta.

¿Qué podía decirle?

Miró Deborah, que lucía desesperada, con la piel pálida, y, por un instante, se preguntó si todo esto era real.

—Eso... eso aún debemos investigarlo —dijo finalmente, su voz firme, pero sus palabras no eran suficientes para ocultar la angustia que sentía.

—¡¿Qué más pruebas quieres?! —gritó Deborah, con rabia—. ¡La sirvienta ya lo admitió!

La frustración se palpaba en su voz, y su cuerpo temblaba.

El llanto de Deborah aumentó, como si quisiera convencerlo de que solo había una culpable y era Paz.

Mientras tanto, Paz había llegado al hospital. Su cuerpo le dolía. Se había sentido mareada, pero aun así había decidido ir.

¿De qué serviría quedarse en casa?

Cuando llegó a la habitación y vio a Terry tomando la mano de su hermana, algo en su interior se rompió.

Su corazón dio un vuelco, y su cuerpo se paralizó en la puerta.

¿Qué estaba viendo? Terry era tan tierno con Deborah, como anheló que fuera consigo misma.

Se quedó quieta, observando desde la puerta, pero algo se encendió en su pecho.

Lo amaba, y esto dolía como una traición.

De pronto, escuchó la voz de Deborah.

—Aún te amo, Terry… Dime, ¿aún hay algo de amor para mí en tu corazón?

Terry no respondió, no dijo nada, en cambio, miró a la puerta, encontrando la figura de Paz, ahí de pie en la puerta, lo hizo sentir un torbellino de emociones.

Paz intentó irse, dar un paso atrás para alejarse de la escena, pero Terry la alcanzó. Con fuerza, la tomó del brazo y la giró hacia él.

—¡Eres tan cínica de estar aquí! —dijo con una furia contenida, su rostro distorsionado por la rabia.

Paz se quedó sin palabras, sorprendida, y alzó la vista a los ojos de su esposo.

La furia en su rostro le causó un escalofrío en todo el cuerpo.

Antes de que pudiera reaccionar, sintió su mano apretando su cuello.

Terry la estaba sujetando con una fuerza inhumana, como si quisiera castigarla por algo que no entendía.

—¡¿Cómo pudiste, Paz?! —su voz vibraba de ira—. La sirvienta lo reveló todo. ¡Tú ordenaste que pusieran veneno en la copa de Deborah! ¡Intentaste matar a tu propia hermana!

Las palabras de Terry fueron como un golpe directo al alma de Paz.

Se quedó en shock, con la mente en blanco, negando con la cabeza.

—No… no es cierto —susurró, pero su voz sonó vacía, incapaz de convencerlo.

Terry, sin piedad, la soltó.

Los ojos de él reflejaban un dolor e ira que parecía insostenible.

—Sabía que, por mi amor, eras capaz de hacer cosas locas... pero nunca pensé que llegarías a convertirte en una asesina. ¡Paz, te odio! Tú deberías estar en esa m*****a camilla de hospital, ¡y no la pobre Deborah! —dijo con rabia, sus palabras llenas de veneno—. Si ella muere, te arrepentirás de haber nacido.

Las lágrimas comenzaron a correr por los ojos de Paz, y su cuerpo comenzó a temblar.

Nunca pensó que llegaría a escuchar esas palabras de su esposo.

Pero antes de que pudiera procesar todo lo que había sucedido, vio a su madre llegar con la policía.

—¡Es ella! ¡Llévensela, es una asesina! —gritó Linda, señalando a Paz con dedos temblorosos, su rostro arrugado por el odio.

Paz sintió que la tierra se desmoronaba bajo sus pies. En sus ojos brillaba la desesperación.

—¡No soy una asesina, soy inocente! —gritó, pero su voz no fue suficiente.

La policía la rodeó rápidamente, y su cartera cayó al suelo, el sonido de los objetos chocando con el suelo se sintió como un eco lejano.

Nadie la miró con compasión.

Sus padres la miraron con desprecio.

Mientras la arrastraban fuera del hospital, sus lágrimas cayeron sin cesar.

Miró atrás por última vez, pero no hubo respuesta.

«¿Por qué me hicieron esto?», pensó.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP