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El regreso a la mansión Eastwood fue una decisión natural para Mia y Eugenio.Sus padres los habían llamado, insistiendo en que debían estar juntos en este momento de sus vidas.Paz, con su amor incondicional, deseaba ayudar a sus hijas a cuidar a sus nietas en sus primeros días para ser una ayuda para ellas, y Mia no dudó ni un segundo. Tener a su madre a su lado le daba seguridad, un refugio en la incertidumbre de ser madre primeriza… y de gemelos.Tan pronto como llegaron, las cunas ya estaban listas en la habitación de Mia, preparadas con un esmero casi sagrado. La casa olía a madera pulida y a lavanda, y en cada rincón se respiraba la ilusión de la familia por la llegada de los nuevos miembros.Los meses pasaron como un parpadeo, y pronto llegó el día del parto de Vivian. La noticia de que habían decidido adelantarlo una semana había sacudido a todos, pero era necesario.Su presión arterial se había elevado peligrosamente y no podían correr riesgos.El miedo se extendió como una
Paz y Terry sintieron el alma encogerse al ver el miedo en los ojos de su hija.Se apresuraron hacia ella mientras Mila se quedaba con su hermano Gabriel.—Hermano, uno de los gemelos, se puso mal, tuvieron que ir con él —susurró Mila, temblando.Gabriel cerró los ojos y suspiró con temor.—¡Dios! Va a estar bien, ¿verdad?Mila lo abrazó con fuerza, tratando de transmitirle algo de esperanza.—Claro que sí, todo estará bien.***Mia llegó al hospital de pedagogía en el centro de la ciudad con el corazón a punto de estallar. Apenas entró, vio a Eugenio. Su rostro era la viva imagen de la desesperación.—¿Qué pasó? —preguntó, sintiendo un nudo en la garganta.—No lo sé… El bebé estaba bien, pero de repente comenzó a llorar sin control, no podía respirar y su piel se puso roja —balbuceó Eugenio, con la voz quebrada.Mia sintió el mundo derrumbarse a su alrededor. La angustia la devoró entera. Su hijo, su pequeño, su razón de ser…¡No podía perderlo!Lágrimas ardientes resbalaron por sus
Eugenio no podía ocultar su nerviosismo. Con el corazón, latiéndole con fuerza, arrullaba a sus bebés con ternura, sus brazos, protegiéndolos como si fueran su única ancla en un mar de dudas.Mía lo observaba en silencio, con una mezcla de amor y comprensión en la mirada. Sabía lo mucho que pesaban las decisiones sobre sus hombros, la lucha interna que él libraba con sus propios miedos.Cuando los pequeños finalmente se quedaron dormidos, Eugenio suspiró, sintiendo cómo el agotamiento lo invadía.Se dejó caer en la cama junto a Mía, su mente aún llena de incertidumbre.—Tu proyecto será bueno, ya verás —susurró ella, acariciando su cabello con dulzura.Eugenio cerró los ojos por un momento, luchando con el peso de sus pensamientos.—No lo merezco, Mía. En realidad… no creo que deba hacer esto.Mía tomó su rostro entre sus manos y lo besó con suavidad, transmitiéndole todo el amor que sentía por él.—Eres bueno, confía en ti —susurró contra sus labios.Él la miró, tratando de absorber
—Perdóname, papá.Terry observó a Gabriel, viéndose reflejado en él, en su lucha por forjar su propio camino. Se sintió orgulloso. Esbozó una sonrisa y lo envolvió en un abrazo cálido y fuerte.—Tonto —dijo con voz suave—. ¿Cómo puedes pensar que me decepcionarías? Eres mi hijo, Gabriel. No importa qué camino elijas, siempre te apoyaré, porque antes que cualquier título o empresa, lo más valioso para mí eres tú. Siempre lo has sido. Tú y tus hermanas son mis tesoros más preciados.Gabriel sintió un nudo en la garganta. Apretó los ojos y hundió el rostro en el hombro de su padre, aferrándose a él con más fuerza.—Papá… espero llegar a ser la mitad del hombre que eres. La mitad del padre que has sido para nosotros.Terry rio con ternura y negó con la cabeza.—No soy tan bueno, hijo. Pero tu madre me transformó en lo que soy. Y luego ustedes me hicieron mejor. Todo lo que soy, lo soy por el amor de mi familia.Gabriel se separó un poco, pero sin soltarlo.—Te quiero, papá. Y te prometo q
Eugenio se levantó de golpe, su corazón martilleaba contra su pecho. Sus ojos oscilaron entre la incredulidad y la emoción mientras miraba a Terrance.—Pero… no puede ser. Su hijo Gabriel… —balbuceó, intentando procesar lo que acababa de escuchar.Terrance sostuvo su mirada con firmeza y una expresión serena.—Cuñado, eres el mejor candidato —afirmó con solemnidad—. Estoy de acuerdo con la decisión y la celebro. Ambos cuñados son hombres honorables. Merecen ayudar al legado de sus esposas e hijos. ¡Felicidades!Eugenio sintió su garganta cerrarse por la emoción. Giró la cabeza hacia Mía, quien le miraba con ternura y orgullo, sus ojos reflejaban la confianza que tenía en él.Por primera vez en mucho tiempo, Eugenio sintió que la carga de su pasado se disipaba, y con ello, la culpa que lo había atormentado. Inspiró profundamente y sonrió.Cuando la reunión concluyó y los documentos fueron firmados, se dirigieron a la presentación ante los medios de comunicación. Justo antes de entrar,
Mia llevó a las mujeres a la habitación donde los gemelos dormían plácidamente. El aroma a talco y a mantas limpias impregnaba el aire, creando un ambiente cálido y reconfortante. Con suavidad, Mia alzó a uno de los bebés y lo acunó entre sus brazos, su mirada irradiando amor y protección.—Mi pequeñito es alérgico a la vainilla —advirtió, su voz firme pero dulce—. Así que cualquiera que se le acerque debe tener mucho cuidado.Leslie asintió con ternura mientras sostenía al otro gemelo con manos temblorosas. A pesar de su alegría, había algo de culpa en su expresión. Como si al cargar a aquel bebé estuviera tocando algo sagrado que no merecía.—¿Ya tienen nombres para ellos? —preguntó con una sonrisa tímida.Mia sonrió, pero sus ojos reflejaban el peso de la decisión.—Eugenio y yo hemos pensado en algunos, pero aún no nos decidimos —respondió, deslizando los dedos por la mejilla suave del bebé.La puerta se abrió y Paz apareció, con su energía habitual y una sonrisa que iluminaba la
Aldo y Mila bailaban al ritmo de la suave melodía que inundaba el salón.—Señor presidente, se ve muy guapo esta noche —dijo Mila con una sonrisa traviesa, apoyando las manos en su pecho—. Tenga cuidado con esas asistentes y mujeres que querrán robarlo de mí, ¿eh?Aldo soltó una carcajada baja y la atrajo más hacia él, pegándola completamente a su cuerpo.—Eso nunca pasará, ¿acaso no lo sabes, Mila? —susurró, acariciando con su pulgar la curva de su espalda—. Yo solo pertenezco a ti, solo puedo amarte a ti.Ella sintió un vuelco en el corazón cuando él la besó con dulzura. Por un momento, se olvidó de todo y solo se dejó llevar por la sensación de sus labios sobre los suyos. Era feliz. Muy feliz.A unos metros de ellos, Vivian y Gabriel también bailaban. Él la miró con intensidad antes de besarla con ternura.—Pronto vas a ser mi esposa. No vas a escapar de mí nunca más.Vivian río suavemente y apoyó la cabeza en su pecho.—Falta muy poco, ¿estás listo?Gabriel asintió, su mirada refl
—Yo siempre te amaré, Terry. ¿Por qué mi hermana nos impidió estar juntos? Prométeme que nunca me olvidarás —la voz de Deborah, teñida de alcohol y desesperación, resonó mientras se aferraba al micrófono en sus manos, todos creían que haría un brindis por los novios, pero su declaración fue atroz.Paz, aun con el velo de novia colocado y el vestido blanco ajustado a su silueta, sintió que su mundo se quebraba.Las palabras de su hermana eran como dagas, atravesando cada rincón de su ser.Miró a su alrededor y notó las miradas inquisitivas de los invitados, los murmullos que se multiplicaban, y el peso de la humillación la abrumó.Apretó los puños y sus ojos se llenaron de lágrimas que luchaba por contener.Era su boda, el día en que debía comenzar una nueva vida con el hombre que amaba, y allí estaba Deborah, robándose cada fragmento de protagonismo, abrazada al hombre que ahora era su esposo.La gente la miraba con rabia, era obvio, todos, incluso su propio esposo Terrance, creían q