Capítulo 53

El sol, que todavía caía con fuerza, traspasaba las cortinas transparentes e iluminaba cada rincón de la mansión de los Dramell. En el salón de estar, cubierto todo de tapices blancos y adornos delicados, la luz le daba al ambiente un aire de claridad, de pureza, como si fuera la morada de un ángel. Lo único en la sala que llamaba la atención y que contrastaba con los sofás de colores claros y las arañas blancas que colgaban del techo, era el cuadro familiar que, colorido, habían colocado encima del hogar. Fuera de esa sala, la mansión estaba decorada como cualquier otra; diseños mosaicos en las paredes, arañas doradas y alfombras oscuras.

Amira no veía la hora de salir de allí. Milah Kénizzan, no obstante, tenía órdenes de escuchar y participar en la conversación y eso hacían ambas, mientras sorbían con una delicadeza ensay

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