Capítulo 59

Acurrucada contra un rincón, se escondía en la poca oscuridad que la luz de la mañana aún no había logrado combatir. Abrazaba sus piernas y, sin moverse más que para pestañear, meditaba por encima del estruendo de palas y picas que resonaban en cada roca de la mina. O lo intentaba. Apenas había dormido la noche anterior, entre sueños interrumpidos e insomnios que parecían eternos, y le costaba horrores mantener su concentración por más de un minuto.

Lo más importante que había en su cabeza y que necesitaba urgentemente de su atención, era lo que menos le preocupaba. No lo conseguiría. No la conocían las personas suficientes como para que confiaran en ella, ni había podido despabilar más que a unos cuantos como para que, llegado el momento, vencieran sus miedos. Podía gritarles, dar un discurso, susurrarles al oído, pero no estaban listos ni ella sabía cómo hacer para que lo estuviesen; la mirarían mal, le tendrían miedo y quizás incluso la delatarían. Tal vez habían elegido

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