Capítulo 68

-¡Su majestad!- exclamó, sorprendido, el mismo guardia que había estado a punto de hacerlo a un lado antes de reconocerlo.

La ciudad era un caos en cada esquina, en cada calle; tras las murallas, la cantidad de gente que se amontonaba era cada vez mayor y, quienes ya estaban dentro, buscaban cercar la entrada al castillo. Paralelo a lo ocurrido en las minas, algo similar debía haber sucedido en la ciudad, que era cada vez menos ciudad y que comenzaba a parecer un hormiguero pisoteado.

El guardia les abrió paso hasta la puerta enorme que, en ese momento, se abrió, y los escoltó hacia la fortaleza.

-¿Ella…?- preguntó, mirando de un modo suspicaz a la arrénica que caminaba tras ellos, atadas sus manos con una cuerda que él sostenía tranquilamente.

-Prisionera- respondió escuetamente, y de su tono el hombre debió deducir que no quería más preg

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