Capítulo 38

Comenzaba a atardecer y el cielo empezaba a teñirse de un naranja precioso, digno del cuadro más bello. La temperatura era ideal y, a pesar del viento que soplaba fuera y que entraba silbando por las ventanas, para Catella era un día perfecto. Pasaba la plancha humeante sobre las camisas con tranquilidad mientras tarareaba una canción alegre que había escuchado por ahí.

-Tella, calla un momento- pidió con gravedad Zcela, la anciana que iba y venía, guardando las camisas ya listas o amontonándolas en un rincón. La joven doncella obedeció sin darle mucha importancia, concentrada en su tarea con una sonrisita alegre en el rostro. Mil cosas pasaban por su mente juvenil y, últimamente, todo parecía teñido de rosa- ¿No oyes eso?

-¿El qué?- preguntó, con amabilidad pero sin prestarle mucha atención, mirando nada más que la camisa azul por la cual, con sumo cuidado, pasaba la plancha. Ensanchaba su sonrisa cada vez que conseguía eliminar alguna arruga.

-No lo sé… Gri

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