―Hija de la gran puta… ―siseó Aston entre dientes cuando vio a Fira acercarse a la puerta del club vistiendo un atuendo que quitaba el aliento. Las altas botas de cuero con remaches de metal se ajustaban a sus tobillos y subían por sus pantorrillas y rodillas acabando a mitad del muslo dejando una franja de dorada y tersa piel al descubierto.
Como si eso no fuera suficiente, en vez de una minifalda, optó por un pantaloncillo de color oscuro y brillante que le calzaba como una segunda piel, delimitando las nalgas y la dulce v de su entrepierna. El corte bajo del mismo dejaba ver su ombligo que a duras penas era cubierto con la camisa de tejido vaporoso y translucido que permitía ver un top ajustado alrededor de sus pechos voluptuosos.
Aston tragó con dificultad, preguntándose dónde coño iba a esconder la erección de campeonato que estaba surgiendo en sus pantalones.
Los pasos de Fira eran elega
Las cosas no se hicieron más sencillas para Aston al abandonar el club. Tal vez un poco más de media docena de personas se subieron en una limusina y partieron a una locación desconocida. La marea de cuerpos indiscretos no se andaba con rodeos, apenas estuvieron dentro un par de mujeres quedaron desnudas de la cintura para arriba, sus pechos expuestos sirvieron de divertimento para los hombres y algunas mujeres que se dedicaron a prodigarle caricias y pellizcos.Todos reían y jadeaban, antes de que Aston pudiese procesar lo que estaba pasando, una de las mujeres abrió la bragueta del pantalón de un hombre de piel color chocolate, dejando al descubierto un mástil de carne erecto y dispuesto para la acción.Afrodita estaba concentrada en Fira y Aston, lo que era un alivio porque él no creía ser capaz de lidiar con mucho más en ese momento, estaba embriagado con el aroma de su compañera, l
Ashira Lazarach era una de las vampiras más hermosas sobre la faz de la tierra. Su belleza era reconocida por todos los vampiros, e incluso las mujeres de su raza la tomaban como ejemplo de la gracia más sublime, incluso se rumoraba que había inspirado la belleza primorosa y casta de las princesas de los cuentos humanos.Su cabello era largo hasta debajo de sus caderas, los mechones ondulados caían como suaves caricias sobre su cuerpo; tenía una piel cremosa y sonrosada, los labios finos y delicados, delineados de un vibrante tono cerúleo que resaltaba contra los ojos turquesa con vetas doradas. Era difícil determinar el color de su cabello, aunque muchos aseguraban que era rojo, con la luz del sol parecía de un concentrado borgoña; pero lo cierto era, que cada hebra de su grácil cabellera era de un profundo tono violeta.Como si no fuesen suficientes sus interminables atributos físicos, pose&
―¿No piensas que debemos hablar de lo que pasó? ―preguntó Aston con delicadeza mientras Fira veía pasar fotografías a una velocidad pasmosa, y que él había dejado de mirar porque estaba a punto de tener una migraña.El agente Dagger trabajaba con Sia para determinar quién era el dueño de la mansión en el lado oeste de la ciudad; hasta ese momento, habían logrado desentrañar una amplia maraña de figuras jurídicas, empresas y custodios, pero aún no daban con el verdadero propietario.Sentía que la piel le picaba de deseo, anhelaba las caricias de sus manos tanto como necesitaba el oxígeno para respirar. Pensó que después de su intenso encuentro, y tras las horas en que se perdieron una y otra vez en el otro hasta que el amanecer los encontró, su relación seguiría un curso diferente.Para nada esperaba la e
Sebastían Díaz-Vega se había tomado dos cervezas antes de dejarlos abandonados en la barra para ir tras un par de esculturales morenas de piel oscura. Desmond podía verlo desde su asiento, siendo exitoso con solo una sonrisa; suspiró con frustración. Aston miró sobre su hombro y luego soltó una risita de compasión.―¿Cómo se supone que uno compita con eso? ―le preguntó Desmond antes de darle un sorbo a su vaso de escoses―. En serio no lo entiendo, es decir, el imbécil sonríe y a las mujeres se les cae la ropa interior.―No creo que tengan ropa interior ―contestó Aston.―Ese no es el maldito punto ―le aseguró él―. Aquí estamos, dos machos humanos perfectamente saludables, atractivos y en plena forma, solos, bebiendo en un club, tratando de ver si nos ligamos alguna dama…―Agente Black, yo no estoy buscando compañ&iacut
Fira había dejado el autocontestador activado para que notificara a cualquier enlace de comunicación que no estaría disponible bajo ningún concepto el día domingo, también avisaba que se reintegraría a labores en su horario regular del día lunes a las siete de la mañana, como todos los lunes desde que se había convertido en agente hacía ya muchos años.Necesitaba la normalidad y la rutina, también requería de distancia para poder poner en perspectiva los hechos y por medio de su crudo pragmatismo, recordarse que, primero, ella no estaba interesada en mantener relaciones románticas de ninguna índole, con nadie; y segundo, Fira Volk, jamás, jamás, jamás se enredaría emocionalmente con un humano.Los humanos morían.Los vampiros y mestizos también morían, pero con los humanos las probabilidades iban en cont
Las Fuerzas Especiales administraba la estación de tren trans-arca que toda ciudad poseía. Este medio de transporte servía para enviar y recibir valijas diplomáticas, insumos y materias primas intercambiados con otras arcas y escoltaban en sus viajes diplomáticos a representantes políticos, incluidos los parlamentarios. Era un tren de seguridad que conectaba a todas las ciudades, bajo la entera protección de La Fuerza.Existían trenes de uso civil y privado, pero todo asunto que estuviera relacionado con la seguridad y abastecimiento de Tevah Sheva, o de cualquier otra ciudad, era monitorizado y dirigido en su estación oficial dentro de la base, controlado por androides de servicio.Esa mañana, un vagón del parlamento salió rumbo a Shesh a las novecientas horas con una escala de una hora en Jamesh para recoger al Parlamentario Vampiro de la ciudad Ruppert Rocca.La orden recibida
En la estación de tren de la base de Las Fuerzas Especiales de Tevah Jamesh se encontraba un séquito de unas treinta personas compuesto por el parlamentario vampiro de la ciudad y todo su personal de trabajo. El itinerario iba cronometrado con exactitud, ellos llegaron a las ocho en punto de la noche, tardaron solo quince minutos en hacer la revisión y recibir al nuevo grupo de viajeros. Ambos agentes bajaron del tren, atrayendo las miradas curiosas y bastante interesadas de las personas en el andén, que se fijaban con especial atención en el cuerpo curvilíneo de Fira que llenaba bastante bien el enterizo de rigor.La Comandante Amelia Bhat llevaba un uniforme de color azul plomizo, que hacía resaltar sus exuberantes ojos grises y su cabellera de color dorada, trenzada pulcramente desde la coronilla hasta la punta. En cada oreja exhibía dos argollas discretas, una sobre la otra, confeccionadas en oro blanco y ágat
Aston se despertó a las cuatro de la mañana sintiendo que alguien lo observaba. Un destello felino de ojos pareció venir desde una de las esquinas cerca de la puerta de su habitación; una familiar fragancia de manzanas verdes inundó sus fosas nasales, de inmediato su cabeza se puso en alerta, su piel se erizó por completo y una vigorosa erección se despertó entre sus muslos.Fira, acechándolo en la oscuridad, era una jodida y muy caliente escena erótica.―¿Fira? ―llamó con voz ronca.―Sí, Aston.Su voz era suave y sensual, los músculos de él se tensaron, su cuerpo se preparó para el asalto; casi podía, anhelaba con desesperación, sentir los colmillos de ella sobre su cuello.―¿Está todo bien? ―preguntó.―No, Aston ―contestó ella―, no está nada bien… ―Soltó un suspiro. P