CAPÍTULO XXXI

―Hija de la gran puta… ―siseó Aston entre dientes cuando vio a Fira acercarse a la puerta del club vistiendo un atuendo que quitaba el aliento. Las altas botas de cuero con remaches de metal se ajustaban a sus tobillos y subían por sus pantorrillas y rodillas acabando a mitad del muslo dejando una franja de dorada y tersa piel al descubierto.

Como si eso no fuera suficiente, en vez de una minifalda, optó por un pantaloncillo de color oscuro y brillante que le calzaba como una segunda piel, delimitando las nalgas y la dulce v de su entrepierna. El corte bajo del mismo dejaba ver su ombligo que a duras penas era cubierto con la camisa de tejido vaporoso y translucido que permitía ver un top ajustado alrededor de sus pechos voluptuosos.

Aston tragó con dificultad, preguntándose dónde coño iba a esconder la erección de campeonato que estaba surgiendo en sus pantalones.

Los pasos de Fira eran elega

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