Las Fuerzas Especiales administraba la estación de tren trans-arca que toda ciudad poseía. Este medio de transporte servía para enviar y recibir valijas diplomáticas, insumos y materias primas intercambiados con otras arcas y escoltaban en sus viajes diplomáticos a representantes políticos, incluidos los parlamentarios. Era un tren de seguridad que conectaba a todas las ciudades, bajo la entera protección de La Fuerza.
Existían trenes de uso civil y privado, pero todo asunto que estuviera relacionado con la seguridad y abastecimiento de Tevah Sheva, o de cualquier otra ciudad, era monitorizado y dirigido en su estación oficial dentro de la base, controlado por androides de servicio.
Esa mañana, un vagón del parlamento salió rumbo a Shesh a las novecientas horas con una escala de una hora en Jamesh para recoger al Parlamentario Vampiro de la ciudad Ruppert Rocca.
La orden recibida
En la estación de tren de la base de Las Fuerzas Especiales de Tevah Jamesh se encontraba un séquito de unas treinta personas compuesto por el parlamentario vampiro de la ciudad y todo su personal de trabajo. El itinerario iba cronometrado con exactitud, ellos llegaron a las ocho en punto de la noche, tardaron solo quince minutos en hacer la revisión y recibir al nuevo grupo de viajeros. Ambos agentes bajaron del tren, atrayendo las miradas curiosas y bastante interesadas de las personas en el andén, que se fijaban con especial atención en el cuerpo curvilíneo de Fira que llenaba bastante bien el enterizo de rigor.La Comandante Amelia Bhat llevaba un uniforme de color azul plomizo, que hacía resaltar sus exuberantes ojos grises y su cabellera de color dorada, trenzada pulcramente desde la coronilla hasta la punta. En cada oreja exhibía dos argollas discretas, una sobre la otra, confeccionadas en oro blanco y ágat
Aston se despertó a las cuatro de la mañana sintiendo que alguien lo observaba. Un destello felino de ojos pareció venir desde una de las esquinas cerca de la puerta de su habitación; una familiar fragancia de manzanas verdes inundó sus fosas nasales, de inmediato su cabeza se puso en alerta, su piel se erizó por completo y una vigorosa erección se despertó entre sus muslos.Fira, acechándolo en la oscuridad, era una jodida y muy caliente escena erótica.―¿Fira? ―llamó con voz ronca.―Sí, Aston.Su voz era suave y sensual, los músculos de él se tensaron, su cuerpo se preparó para el asalto; casi podía, anhelaba con desesperación, sentir los colmillos de ella sobre su cuello.―¿Está todo bien? ―preguntó.―No, Aston ―contestó ella―, no está nada bien… ―Soltó un suspiro. P
Una hora después se había corrido el rumor de que la agente Volk de Sheva, que estaba de visita, andaba caminando por los techos de la sala de investigación asignada para ellos.Los agentes, vampiros, humanos y mestizos; se paseaban por el pasillo lanzando fugaces vistazos en su dirección, porque era poco más que inusual ver a Fira de cabeza con su adusta mirada, observando a todos como si se los fuera a comer.Parte de su diversión era hacerlos sentir incómodos.Aston la invitó a bajar para que revisaran la información que tenían, pero ella se negó, alegando que solo bajaría de allí cuando salieran a investigar la escena del crimen y que desde su posición podía ver perfectamente bien cualquier proyección.―La gravedad solo afecta a los débiles ―expresó con desdén.Fira podía llegar a ser pedante en extremo, lo
Llegaron a la escena del crimen alrededor de las cuatro de la tarde. Durante todo el camino estuvieron barajando opciones y teorías sobre el caso; Aston quería preguntarle a su compañera cómo se sentía al respecto de todo eso, sabía que el tema de los crímenes contra mestizos era un tópico sensible para ella.Había solicitado a Sia que le enviara el archivo de Fira Volk para leerlo, algo que debió hacer años atrás pero que por alguna razón había postergado, en ese momento se arrepentía de haberlo postergado.Conocía la versión reducida y condensada que ella daba, pero aparentemente, Fira Volk, la agente mestiza, o conversa ―aunque en el fondo nunca se había sentido así―, era una de las mejores, más efectivas y, también, más problemática, agentes de La Fuerza.No le duraban los compañeros má
Fira ingresó por la entrada de emergencia, pasó su reloj por el identificador de la puerta y se dirigió directamente al piso cinco. Supuso que la doctora Zabala era esa clase de persona obsesionada con su trabajo, que vivía más en la clínica que en su propia casa y a la cual era probable que la obligaban a tomar vacaciones porque por su propia cuenta nunca lo hacía.La providencia quiso que en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor en el piso correspondiente, la mujer apareciera por el pasillo con su tableta de trabajo en la mano.―Usted no se ve nada bien ―le dijo a modo de saludo.―Y yo que pensaba que tal vez me encontraba algo atractiva ―respondió Fira con sarcasmo.―Necesita asistencia médica ―ignoró su comentario, analizando el estado de cuerpo.―Por eso vine a verla ―gruñó la vampira―, es médico ¿no?―Soy psicóloga
La Madriguera del Conejo era una enorme sala de color gris claro y altos techos del mismo tono pero oscuro. En el fondo de la habitación había una máquina enorme, que parecía un árbol, más específicamente un sauce llorón, hecho de cables, mangueras y tuberías de metal, con filamentos luminiscentes de diversos colores. Todos los componentes surgían desde el suelo y se iban enrollando como si fuesen el tronco de un grueso y nudoso árbol que subía por lo menos dos metros hasta el techo y luego se separaban en todas direcciones. De algunas de las “ramas” colgaban una serie de mangueras que le recordaban las lianas y enredaderas; cayendo justo sobre los sillones reclinables de un tono de gris más claro que la habitación.Todo era de color gris y hacía resaltar la fluorescencia del tétrico árbol.Al entrar a la Madriguera se podía ver que
―Corre.Su hermano salió corriendo hacia la oscuridad. Pero no era Vladimir, con su cabellera platinada y sus ojos lilas; este era un pequeño joven de cabello oscuro y cuerpo larguirucho.―¡Sergei, espera, si te alejas de mí no podré protegerte! ―le gritó, siguiéndolo con rapidez.La primigenia oscuridad nebulosa se transformó rápidamente en un bosque nevado, bañado por la tenue luz de la luna creciente. Trató de divisar el cabello oscuro de su hermano o la gabardina de color esmeralda que llevaba, demasiado delgada para el frío reseco que los envolvía; estaba helando, en aquella época del año las temperaturas eran extremas, si se perdía en la oscuridad podría morir congelado y su madre no se lo perdonaría, jamás lo haría. A diferencia de ella, su mamá lo tenía a él, era el único hijo que la acompa
―Hola, Fira ―dijo una niña de largos cabellos dorados. Iba ataviada con un vestido de gasa de color blanco y azul cielo, con largas medias de un tono blanco níveo y zapatos de charol negro muy brillante―. Me alegra saber que estás bien, tus signos vitales son estables, tus primeros ciclos de sueño terminaron.En apariencia no tendría más que unos nueve años, sin embargo hablaba con la propiedad de un adulto. La observaba desde arriba, así que Fira se enderezó y miró en derredor.―¿Dónde estoy, Alicia? ―preguntó.A su alrededor veía un jardín algo familiar, como si hubiese estado en ese lugar previamente. Era de noche, pero había rosales por todos lados; arbustos y setos circundaban los caminos, creando pequeños laberintos. Estaba sentada en medio del pasto, y justo detrás de Alicia, había una puerta que se sostenía en el air