CAPÍTULO XLIII

La Madriguera del Conejo era una enorme sala de color gris claro y altos techos del mismo tono pero oscuro. En el fondo de la habitación había una máquina enorme, que parecía un árbol, más específicamente un sauce llorón, hecho de cables, mangueras y tuberías de metal, con filamentos luminiscentes de diversos colores. Todos los componentes surgían desde el suelo y se iban enrollando como si fuesen el tronco de un grueso y nudoso árbol que subía por lo menos dos metros hasta el techo y luego se separaban en todas direcciones. De algunas de las “ramas” colgaban una serie de mangueras que le recordaban las lianas y enredaderas; cayendo justo sobre los sillones reclinables de un tono de gris más claro que la habitación.

Todo era de color gris y hacía resaltar la fluorescencia del tétrico árbol.

Al entrar a la Madriguera se podía ver que

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