CAPÍTULO XLV

―Hola, Fira ―dijo una niña de largos cabellos dorados. Iba ataviada con un vestido de gasa de color blanco y azul cielo, con largas medias de un tono blanco níveo y zapatos de charol negro muy brillante―. Me alegra saber que estás bien, tus signos vitales son estables, tus primeros ciclos de sueño terminaron.

En apariencia no tendría más que unos nueve años, sin embargo hablaba con la propiedad de un adulto. La observaba desde arriba, así que Fira se enderezó y miró en derredor.

―¿Dónde estoy, Alicia? ―preguntó.

A su alrededor veía un jardín algo familiar, como si hubiese estado en ese lugar previamente. Era de noche, pero había rosales por todos lados; arbustos y setos circundaban los caminos, creando pequeños laberintos. Estaba sentada en medio del pasto, y justo detrás de Alicia, había una puerta que se sostenía en el air

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