CAPÍTULO L

Sentado en una silla de su cómodo aposento, Dimitri Di Tella organizó, coordinó y llevó a cabo la destrucción sistemática de cada laboratorio clandestino de investigación. Desde Tevah Ajat hasta el arca subacuática de Eser, todos y cada uno de ellos fue desmantelado, las evidencias destruidas y los cuerpos incinerados, dejando el lugar como si nunca nadie hubiese estado allí. El proceso duró setenta y dos horas que se desarrollaron sin un solo inconveniente u obstáculo, en parte, gracias a los colaboradores ocultos dentro de las bases de Las Fuerzas Especiales y el reducido, pero poderoso, grupo de vampiros que sabían de qué iba todo el asunto.

Él no poseía demasiada información, y se contentaba con ello. Saber, dentro de la civilización vampírica, era como tener una señal luminosa de “ataquen aquí” en la espalda si no ten&iac

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