CAPÍTULO XLIV

―Corre.

Su hermano salió corriendo hacia la oscuridad. Pero no era Vladimir, con su cabellera platinada y sus ojos lilas; este era un pequeño joven de cabello oscuro y cuerpo larguirucho.

―¡Sergei, espera, si te alejas de mí no podré protegerte! ―le gritó, siguiéndolo con rapidez.

La primigenia oscuridad nebulosa se transformó rápidamente en un bosque nevado, bañado por la tenue luz de la luna creciente. Trató de divisar el cabello oscuro de su hermano o la gabardina de color esmeralda que llevaba, demasiado delgada para el frío reseco que los envolvía; estaba helando, en aquella época del año las temperaturas eran extremas, si se perdía en la oscuridad podría morir congelado y su madre no se lo perdonaría, jamás lo haría. A diferencia de ella, su mamá lo tenía a él, era el único hijo que la acompa

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