CAPÍTULO XLVI

―¿Le duele algo, agente? ―preguntó la doctora Zabala.

―No ―contestó secamente.

Todas las alarmas de SARA saltaron cuando Fira salió del M.O.R directo a la vigilia. Unas bandas de metal surgieron de inmediato, inmovilizando su cabeza y el resto de su cuerpo. Los doctores y técnicos corrieron por la rampa y uno, a todas luces un vampiro, saltó desde una distancia de casi ciento cincuenta metros y comenzó a gritarle que no se moviera. Algo que no estaba haciendo y se lo remarcó con un tono de voz tranquilo.

El técnico, aturdido por completo, se detuvo a examinarla y comprobó que era verdad; en efecto, Fira no se movía, aunque continuaba con los puños tan severamente apretados que comenzaba a hacerse media lunas de sangre en las palmas.

―Está llorando, agente ―insistió la doctora―. La estamos lastimando, pero según los sensores, no hay ningún &aacut

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