CAPÍTULO XLII

Fira ingresó por la entrada de emergencia, pasó su reloj por el identificador de la puerta y se dirigió directamente al piso cinco. Supuso que la doctora Zabala era esa clase de persona obsesionada con su trabajo, que vivía más en la clínica que en su propia casa y a la cual era probable que la obligaban a tomar vacaciones porque por su propia cuenta nunca lo hacía.

La providencia quiso que en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor en el piso correspondiente, la mujer apareciera por el pasillo con su tableta de trabajo en la mano.

―Usted no se ve nada bien ―le dijo a modo de saludo.

―Y yo que pensaba que tal vez me encontraba algo atractiva ―respondió Fira con sarcasmo.

―Necesita asistencia médica ―ignoró su comentario, analizando el estado de cuerpo.

―Por eso vine a verla ―gruñó la vampira―, es médico ¿no?

―Soy psicóloga

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