CAPÍTULO XXXV

Sebastían Díaz-Vega se había tomado dos cervezas antes de dejarlos abandonados en la barra para ir tras un par de esculturales morenas de piel oscura. Desmond podía verlo desde su asiento, siendo exitoso con solo una sonrisa; suspiró con frustración. Aston miró sobre su hombro y luego soltó una risita de compasión.

―¿Cómo se supone que uno compita con eso? ―le preguntó Desmond antes de darle un sorbo a su vaso de escoses―. En serio no lo entiendo, es decir, el imbécil sonríe y a las mujeres se les cae la ropa interior.

―No creo que tengan ropa interior ―contestó Aston.

―Ese no es el maldito punto ―le aseguró él―. Aquí estamos, dos machos humanos perfectamente saludables, atractivos y en plena forma, solos, bebiendo en un club, tratando de ver si nos ligamos alguna dama…

―Agente Black, yo no estoy buscando compañ&iacut

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