CAPITULO XXXIV

―¿No piensas que debemos hablar de lo que pasó? ―preguntó Aston con delicadeza mientras Fira veía pasar fotografías a una velocidad pasmosa, y que él había dejado de mirar porque estaba a punto de tener una migraña.

El agente Dagger trabajaba con Sia para determinar quién era el dueño de la mansión en el lado oeste de la ciudad; hasta ese momento, habían logrado desentrañar una amplia maraña de figuras jurídicas, empresas y custodios, pero aún no daban con el verdadero propietario.

Sentía que la piel le picaba de deseo, anhelaba las caricias de sus manos tanto como necesitaba el oxígeno para respirar. Pensó que después de su intenso encuentro, y tras las horas en que se perdieron una y otra vez en el otro hasta que el amanecer los encontró, su relación seguiría un curso diferente.

Para nada esperaba la e

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