CAPÍTULO LXXIX

Una mañana Fira llegó al cementerio y la loza había sido removida, el pedestal, donde había depositado flores de vez en cuando, tampoco estaba; en su lugar había un obelisco de un metro de alto, hecho de una piedra blancuzca con el nombre de Aston tallado en la superficie y el bajo relieve fue rellenado con una tinta oscura.

Debajo del nombre, el lema de las Fuerzas Especiales en letras doradas: Honoris, Officium, Fidem.[1]

Faltaba poco para que se acabara el año, ya el frío se iba retirando y el clima se hacía cada vez más amigable. Se sentó en el césped en posición de loto y apoyó la espalda en el obelisco, aspiró con fuerza, hinchando sus pulmones con el aire frío del lugar.

―Hola, Aston ―saludó con voz melancólica.

Extrajo el libro de dentro de su chaqueta, abrió la página en la que había quedado la tarde anterior

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