CAPÍTULO LXXXV

Esto es ridículo ―soltó Fira con una frustración tan evidente que incluso Lana levantó la vista del libro que estaba leyendo.

―¿Qué sucede, sestrenka? ―preguntó su hermana con preocupación.

Fira miró alternativamente a Aden y a Lana, que se lanzaban miradas furtivas llenas de secreta intimidad. Si ambos creían que podían ocultar lo que estaba sucediendo entre ellos, era definitivo que el amor idiotizaba a la gente. Lana solo estuvo fuera un día, de los dos que iba a ir a Shtay-in; y durante esas veinticuatro horas, Aden pareció un espectro perdido que no sabía en qué esquina echarse a morir.

―¿Dónde está Vladimir? ―preguntó Fira con tono firme, Lana se encogió de hombros.

―Trabajando, supongo ―respondió.

Fira dejó caer el libro sobre la mesa tan fuerte que las tazas de porcelana que habían

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