CAPÍTULO LXXXVIII

Fira estuvo de pie en el vestíbulo de la casa en media hora. Se había colocado su uniforme y que le sentó como una segunda piel que extrañaba a rabiar. Ella nunca se mintió a sí misma con respecto a lo que significaba el uniforme, no solo era una armadura para el combate, era un escudo para protegerse de quien era realmente. Por más que usara una contracción de su nombre y la abreviación de su apellido, dos sencillas palabras que la definían mejor, no podía negar al mundo de donde venía, sobre todo cuando su aspecto físico delataba su procedencia en cualquier lugar al que llegara.

Por eso había desarrollado las gotas que cambiaban el color de sus ojos.

Por eso se había ido de Ajat y marchado a un arca nueva donde podía comenzar desde abajo, sin importar lo que otros dijeran sobre los deberes de una vampira arcana.

Ella no era arcana.

Ella no era

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