CAPÍTULO LXXXVI

Aden se calzó la chaqueta con una mezcla creciente de incomodidad y estupor; nunca en toda su vida había usado una ropa tan elegante, los tejidos eran suaves, como si estuviese siendo acariciado por nubes. Las líneas de su traje de color gris oscuro le conferían un distintivo refinamiento al que no estaba acostumbrado, la camisa de seda le había sentado como un guante, y no es que no hubiese utilizado ropa a la medida, su uniforme de agente estaba específicamente diseñado para él, la piel de diamante era un tejido que ajustaba a cada línea muscular de su cuerpo y más, pero no era ni de cerca tan hermoso y refinado como lo que llevaba esa noche.

Horas antes Vlad había insistido en que lo acompañara, en sus habitaciones dos sillas se habían dispuesto para recibirlos y a cada lado un barbero esperaba por indicaciones; ambos fueron mimados como dos niños pequeños; su piel fue

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