CAPÍTULO 37
Ares Miller.

—Amelia… —Rausing quitó a sus hombres de nuestro alcance, mientras yo sostenía su rostro adormecido.

No fueron sino unos segundos en que vi sus lágrimas regadas en su rostro, y no pude evitar acariciarlo, pero luego de que alcé la vista, pude notar que Rausing me observaba detenidamente.

Como si se estuviese conteniendo.

—Dámela… ¡Traigan un auto! —Rausing intentó tomar a Amelia, pero me levanté apretando su cuerpo contra mí, y le dije de forma apresurada:

—Debemos llevarla al hospital…

—No… —el hombre me detuvo en seco—. Vamos a la mansión…

—¿Qué?

—Iremos a la mansión… —sus brazos se apresuraron a tomarla, como si viera un inminente peligro, pero no me detuve en estupideces en este momento, necesitaba ir con Amelia.

Abrí la puerta de uno de los autos que trajeron, y Rausing la metió, me subí incluso sin preguntar al hombre, ayudando todo lo que pude, mientras su mirada me decía todas las veces que solo se reprimía en mis acciones, porque teníamos un trato.

En el
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