CAPÍTULO 39
Ares Miller.

Estacioné el auto, miré la hora, y noté que ya iban a ser las seis de la mañana, así que tuve que restregar mis ojos, tomar un arma para ponerla debajo de mi sudadera.

Di largas zancadas para legar al bar, y sentí que caí de nuevo en la media noche, cuando un ambiente con olor a licor caro, y a cuero invadió mis fosas nasales.

Y no fue difícil divisar al maldit* de Rausing.

Me senté en la mesa y palmeé su espalda, mientras su sonrisa se abrió en su cara.

—William… ¿Qué podía imaginarme que mi socio sería mi compañero de copas?

Rausing tomó una botella casi nueva, y me sirvió en un pequeño vaso.

Lo tomé de golpe, y lo insté a que él bebiera mucho.

—¿Qué ha pasado con el niño? —él negó haciendo un puño y golpeando la mesa.

—Nada… esos hijos de put@, no responden… —mi mandíbula se apretó.

—¿Y qué harás?

Rausing me miró, y serví otro trago con prisa.

—¿Sabes? Ella piensa que no sufro con esta situación…

—¿Quién?

—Amelia…

—No creo que lo piense… se trata de tu hi
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