Quedate Conmigo.
Quedate Conmigo.
Por: LEFenix
❈ Epígrafe ❈

¿Creen en las premoniciones? ¿Les ha sucedido que sueñan y ese sueño de cierta manera se vuelve realidad?, aunque no de forma "literal". Lo que trato de afirmar es que nuestro subconsciente nos proporciona señales que a veces no sabemos identificar. Por ende, para evitar que la historia sea tan compleja, con mis explicaciones (que en vez de aclarar oscurecen), aquí les relato mi sueño y saquen ustedes mismos sus propias conclusiones.

Desde pequeña siempre he tenido una utopía repetitiva donde la escena se centra en una mansión. En esa residencia se encuentra un balcón; oigo que de ese lugar provienen gritos desesperados de un hombre, quien me llama por mi nombre.

Ese extraño que me llama, me pide ayuda, puedo ver su figura en cuclillas dándome la espalda. A continuación, aparece una escalera en forma de caracol. ¡No comprendo cómo puedo contemplar todo lo que está ocurriendo arriba cuando estoy en la planta baja!, supongo que es el poder de los sueños que hacen de lo imposible lo posible.

Me apresuro a subir rápidamente por la escalera en forma de caracol que me conduce hacia el balcón, mi desespero aumenta a su llamado de auxilio. Empiezo mi trayectoria por las escaleras; con cada paso, los peldaños se fragmentan debajo de mis pies, lo cual permite que mi adrenalina crezca y me inste a correr lo más pronto posible. Cuando me faltan pocos peldaños para llegar a la terraza, la escalera se derrumba bajo mis pies. Salto y me aferro al piso de la puerta como si fuera una guerrera Ninja. Escalo con fuerza y logro afianzarme del piso de la tercera planta, en ese momento veo el balcón, es bastante amplio.

La construcción de la terraza cambia cuando los bordes se van perimetrando de ventanales de vidrio rodadizo delante de mis ojos, como si se tratara de la magia propia de un hada que solamente existen en los cuentos. Veo al joven agazapado dándome la espalda, sin poderlo evitar lo detalló: su cabello es rubio, su espalda es ancha y bien formada, torneada por músculos definidos, puedo observar un ave fénix tatuado en el centro de su espalda alta, incluso hasta los detalles del imponente grabado indeleble en su piel. Continuando experimentando la necesidad de mi asistencia. Trato de acercarme, pero mientras me acerco más lejos estoy. Los vidrios del balcón son rotos de inmediato por tres lobos grises que entran a la fuerza y van directo a él para atacarlo. Él me llama por mi nombre: ¡Lucia, ayúdame! Eso es suficiente para que mi cerebro pueda transmitir la señal a mis piernas de que comiencen a moverse. Me percato de que un cuarto lobo entra en escena; uno más grande y de pelaje negro. Mi expresión se refleja en sus ojos grises que brillan en la oscuridad; de todos los lobos presentes, este era el más altivo y despiadado. Sin dudarlo me abalanzo sobre mi desconocido; siento que lo amo, aun sin conocerlo, aun sin ver su rostro, sacrificándome y dejando que los lobos me lastimen a mí, mordiendo y arañándome la espalda. Tomo su mano y me percato de que de su dedo meñique surgió un hilo rojo, mis ojos siguen la dirección del hilo y, sorprendida, descubro que el otro extremo está vinculado a mi meñique. Mientras más me lastiman, más me esfuerzo por proteger a mi anónimo hombre. A pesar de que los lobos tratan de alejarme de él, la hebra roja que une nuestros meñiques se enreda, se estira y tensa, sin embargo, nunca se rompe. En aquel momento del sueño, me despierto y quedo con esa asombrosa sensación de tristeza, heroísmo, entrega y amor. A través de la evocación, descubro que no todo es color de rosa, y que los sacrificios son necesarios… Una vez más vuelvo a preguntar: ¿Creen en las premoniciones?

Esta es la narrativa de mi existencia, llena de sorpresas. No obstante, es fundamental señalar que la historia no está compuesta por hombres lobos como en las historias fantásticas, posiblemente sí, pero de hombres reales, aquellos que son cautivados por poder y rivalidades. También debo admitir y advertirles que, en algunos momentos, me he dejado guiar por el desespero y el egoísmo de mi ser, quizás en algunas facetas me odiaran, todo es parte del aprendizaje. Entonces recuerdo a Noah.

—"Levantarse para continuar cayendo" —fueron mis primeras palabras cuando conocí a Noah, a lo que él me respondió: "Cometer errores para aprender a ser más fuerte. Las decepciones suelen ser necesarias para forjar el carácter." Se trataba del mantra de aquel hombre inescrutable que me atravesó el corazón… Noah Duarte de León.

A pesar de que existen circunstancias y palabras que en su momento no aprecias, mucho menos la fuerza y los sentimientos que la suscitan, extrañamente ese punto lo logre comprender cuando conocí a Gabriel, quien con el paso del tiempo se ganó un lugar privilegiado en mi mente:

—"Aguanta, sé que tienes miedo, pero puedes estar tan cercano al cielo; sin embargo, te esfuerzas por mantener los ojos muy cerrados" —me había dicho Gabriel en una ocasión, sé que se refería a sus sentimientos por mí.

—"Siempre puedes aprender a volar… Nunca lo sabrás hasta que lo hagas" —él trataba de explicarme, en aquel entonces, que enamorarse era como saltar de un edificio muy alto, aunque tu mente digiera lo contrario, el corazón podía volar. No tuve en cuenta sus palabras, simplemente no me tocaban, para ese momento mi corazón estaba con Noah en lo alto, tarde comprendí que también yacía en medio de la nada, nunca lo supe, lo descubrí cuando ya estaba ahí caminando lentamente, en una cuerda floja… La tristeza ya no tiene valor en absoluto. Solo una palabra viene a mi mente como una letanía: Noah, por favor, no me juzgues. 

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