Capítulo 3.

¿Cómo se puede reaccionar ante un diagnóstico tan perjudicial? ¿Qué palabras o acciones tomar cuando tu alma parece que te abandona? En aquel instante, todos los recuerdos de los momentos felices llegaron a mí como una revisión de todo lo vivido junto a mi abuela. Mi admirada y amada dama, Amelia, siempre ha sido mi refugio. Durante todo este tiempo, su entereza y su amor me han brindado un soporte invaluable. Mi corazón se había desvanecido al oír la noticia.

—¿Estás bien? —me preguntó Matilde. Al momento no pude articular palabras, mi mente se había sumido en una oscuridad flotante. Sentí la mano de Matilde tomar la mía, una lágrima se había desbordado sin percatarme.

—No importa el diagnóstico, todo estará bien, muchacha. Debes tener fe en Dios, él no abandonará tu camino.

—Tiene Parkinson —al decirlo, el llanto empezó a brotar y Matilde me abrazó.

Lloré en su hombro hasta que las lágrimas se secaron, me había hecho bien. Matilde me condujo de la mano hasta el cubículo del personal de mantenimiento y me extendió una taza de té de Manzanilla.

—No te preocupes, mi niña, todo estará bien —Matilde tenía un carácter fuerte, aunque cuando se trataba de brindar apoyo, se convertía en una persona amable.

Tomé mi té lentamente, con manos temblorosas. Esto fue cediendo poco a poco, pero sabía qué debía controlarme: todavía no había terminado la jornada de trabajo. No podía permitirme la oportunidad de desmoronarme; en este momento, más que nunca, mi familia necesitaba de mí.

Una poco más tranquila acompañé a Matilde para terminar las tareas de limpieza de ese día. No me despegaba de su lado, ella tampoco lo permitió.

—¡Oh, Dios mío, qué torpe soy! —exclamó mi compañera con enfado. —No he subido las botellas de agua mineral para los miembros de la reunión —me sentí culpable por ese descuido de Matilde, su distracción fue por mi causa, así que yo iba a llevar el agua.

—Yo iré.

—No estoy seguro de que sea una buena idea, hoy vino la hermana del señor Duarte de León y esa vieja majadera se gasta un carácter de los mil demonios.

—Ya tuve el placer de conocerla, de igual manera insisto, así despejo mi mente un poco, realmente lo necesito.

Matilde no se opuso más y acomodó el carrito de servicio, ubicando todo lo requerido de forma ordenada y elegante. Una vez terminado el pedido, empujé el vehículo y me dirigí hacia el elevador. Jeffry al verme sonrió.

—Mi madre es rápida enseñando, ya vas sobre ruedas como toda una experta, esa doña Matilde es una dura, ¡si no lo sabré yo! —dijo en tono divertido. Traté de ser complaciente, pero mi tristeza era muy marcada.

—¿Sucede algo ojos lindos? No me digas que ya doña Matilde te ha lanzado uno de sus reproches, si ese es el caso no le prestas atención, mi madre es de carácter fuerte, pero posee un corazón de oro.

—Mi tristeza es por otra causa familiar… Tu mamá ha sido buena —Jeffry puso rostro compasivo.

—Sea lo que sea todo va a estar bien… —. El ascensor se detuvo e indicó que había llegado al piso en el que debía quedarme. Tomé una bocanada de aire y traté de ponerme una coraza. Frente a la sala, nuevamente quedé inmóvil, a través de los paneles de cristal podía ver a aquel hombre que me dejaba sin aliento, su forma de desplazarse por la sala despertó en mi admiración. Noah tenía un aspecto sumamente profesional mientras llevaba a cabo sus presentaciones ante la pantalla, con un micrófono de alta gama y altavoces electroacústicos como fuente de atención al sonido. Mi mayor desafío no sería interrumpirlo al entrar en esa sala, evitando cualquier posible contaminación acústica, mi mayor desafío era volver a verlo a él de cerca otra vez.

Una vez más, mis pies no cumplieron con las instrucciones de mi cerebro, por lo que hice un gran esfuerzo y reuní todo el autocontrol que pude reunir. Caminé con pasos firmes y abrí la puerta de la sala de conferencias. Por suerte, nadie me miró en ese instante: era invisible. Así que, tuve el tiempo suficiente para detallarlo y escuchar un poco el discurso de Noah Duarte de León.

Tenía la chaqueta puesta y ostentaba un nivel de seguridad elevado. Era impresionante y dominante mientras explicaba un sistema de gestión utilizando el control Crestron y una tableta iPad, responsable de enviar todas sus instrucciones al procesador. Su voz era seductora.

— El sector de las telecomunicaciones se encuentra en una constante evolución, y cada año se presentan innovadoras tecnologías que alteran la forma en que nos comunicamos. Este año tendrá grandes cambios e innovaciones, con el surgimiento del 5G, el Blockchain, la inteligencia artificial, lo que permitirá llevar la comunicación a lugares nunca antes imaginados. Estas tendencias transformarán completamente el sector y lograrán un hito en la historia de nuestras comunicaciones.

Me sumergí en un ensueño, enfocada en su rostro, detallando la manera en que movía sus labios.

—¡Qué te está pasando con este hombre! Noah se ha convertido en mi pico romántico—. La burbuja se derrumbó completamente por la voz grave e inquietante de doña Hilda Duarte de León. En cuestión de segundos, apuñaló mi ensoñación.

—¿Qué espera para colocar a cada miembro de esta sala las botellas de agua? Tendré que presentar la queja ante el coordinador de servicios generales, por su tardanza y falta de atención —tras escupir su veneno contra mí por segunda vez, se disculpó ante los presentes. No me molestó su comportamiento, ya estaba acostumbrada a encontrarme con personas que tienen complejo de Dios, pero me sentí avergonzada de que Noah interrumpiera su discurso por mi culpa. Sus ojos claros me contemplaron y no vi rastro de desprecio en ellos. En realidad, parecían insatisfechos por la forma en que su tía me había tratado.

—Me disculpo por la demora, puede presentar una queja, soy responsable de cualquier falla —expresé usando un tono diplomático y diferente al trato que ella había tenido conmigo. Si algo me había enseñado mi abuela, era mostrarles a las personas que podría ser mucho mejor aún si te recibieran con una piedra en la mano. La mujer frunció el ceño y me volvió a detallar, algo en mí no le terminaba de agradar, y posteriormente evaluó la reacción de Noah.

Sin desperdiciar tiempo, deposité las botellas de agua mineral en cada uno de los integrantes, sin siquiera examinarlos fijamente. Al concluir, me apresuré a abandonar ese refugio de víboras, no tuve éxito. En ese preciso instante, Hilda, apodada por mí como "Cruella de Vil", volvió a atacarme.

—¡Esto resulta inaceptable! No tengo idea de quién es usted, o si es nueva, su expresión no me resulta familiar; le recomendó, o mejor dicho, le exijo que sea la última vez que entra aquí usando el uniforme de manera incorrecta. La blusa debe ser puesta sobre el cuerpo, no en la cintura como un suéter hippie. Es una desgracia que camine por los pasillos con esa camiseta que anuncia esa banda de canciones satánicas, actuando de manera tan habitual; si desea mantener su empleo, entonces le recomiendo que respete la empresa que representa.

—¡Suficiente de críticas! —dijo Noah, los miembros mostraron asombro por el espectáculo inoportuno. —Tía Hilda, te recuerdo de manera respetuosa que viniste aquí hoy solo para escuchar la propuesta como miembro activo de la familia, no para ofender a la señorita. Es evidente que ella es nueva y todavía está integrándose en esta corporación. —La mujer malvada quedó lívida por las palabras de su sobrino. Si antes no era yo quien estaba en su lista de personas no grata, con esas palabras me había convertido ahora mismo en la primera.

—Le pedimos disculpas por este imprevisto y prosigamos con nuestra reunión… Señorita, puede retirarse.

Salí apresuradamente de aquella habitación y planta, dirigiéndome al ascensor como si me persiguiera un asesino en serie.

—Oye chica, parece que has visto al diablo, estás pálida —comentó Jeffry al verme tan agitada.

—Sí, definitivamente un diablo, ¡con tacones de Prada, nada menos! ¡Sácame de aquí! —Jeffry soltó una carcajada.

—Conozco a esa diabla, es Hilda Duarte de León, una de las más arrogantes de su raza. Respira nena y bajemos.

Agradecí profundamente estar en el armario del conserje, mi palidez preocupó a Matilde que acudió rápidamente en mi ayuda.

—¿Estás bien?

—Tengo miedo de que mi mala actuación afecte a mi madre… Por mojar y manchar el uniforme, la señora Hilda me trató peor que a un ladrón, me gritó y me humilló.

—No lo tomes como algo personal, pero esa señora es muy insoportable, por suerte no viene mucho por aquí, tranquilízate, preciosa, estás sana y salva —dijo otra de las sirvientas.

—Este ha sido mi peor día —me quejé enérgicamente.

Momentos más tarde.

Subí al transporte público, tuve una sensación de tranquilidad, me senté en uno de los asientos y cerré los ojos para enfocarme en recuperar el equilibrio. Más tranquila, tomé mi teléfono y tecleé la palabra "Parkinson", lo que salió a continuación no fue nada agradable.

"La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo que afecta principalmente a las personas mayores de 60 años. No existe una cura para la enfermedad de Parkinson, pero los medicamentos pueden ayudar".

Me salí del navegador, todo lo que leí sobre mi abuela me puso peor de lo que ya estaba, quería gritar, llorar… maldecir ¡No aceptaba ese diagnóstico!

Volví a llorar en silencio mientras llegué a casa. Me puse los auriculares, necesitaba aislarme de mi infierno VIP, entonces Noah invadió mis pensamientos. Se me puso la piel de gallina al recordarlo, fue como una fuerza magnética, en esa habitación percaté una corriente eléctrica recorriendo mi cuerpo, eso fue lo que causó la mirada de Noé hacia mí, sentí temor, ese hombre tenía la palabra prohibición en su frente.

—¡Deja de pensar que eres el pez gordo en un estanque pequeño! Mantén la calma Lucía, ese hombre es de otra extracción social —me aconsejó enfadada "mi otro yo" pero ¡cómo iba a hacerlo! Noah Duarte de León llevaba el edén estampado en toda su fisonomía. Respiré hondo. —Por supuesto que no funciona… somos dos individuos, impregnados de verdades distintas—reflexioné, y posteriormente posé mi mirada por la ventana del autobús, observando los edificios difuminarse.

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