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Capítulo 2} Menos que como en casa

Minutos después, Hannah observó que el coche daba un giro y luego se adentraba en un patio enorme y precioso.

—Hemos llegado, señorita —oyó decir al conductor una vez aparcado la limusina en la entrada de la casa. Se bajó él primero y le abrió la puerta a ella. Ella salió del auto sin dejar de mirar aquella maravilla de casa que parecía sacada de una revista de decoración, pensó ella. Era un chalet de tipo dúplex, el patio estaba cubierto de césped recién cortada. A un extremo de la casa se podía distinguir una piscina, su punto débil, le encantaba.

Salió de sus pensamientos una vez que escuchó una voz familiar que venía de dentro. Miró hacia atrás y allí estaba de pie con esa mirada sonriente a la que hacía tres veranos sin ver.  

—¡Hannah! Llegaste —era su madre. Se acercó alegremente a ella —no te imaginas cuánto te he estado esperando.Le dio un fuerte abrazo. Hannah no tenía palabras y solo se limitó a envolverse en sus brazos; reconoció ese perfume suyo, seguía siendo el mismo que conocía cuando era niña. No lo había cambiado. Ese olor la recordó su infancia. Cerró los ojos mientras que el chófer metía sus maletas en la casa.

Al entrar en la casa observó su nuevo cuarto, era suficientemente amplio que el anterior y estaba muy bien ordenado, le recordaba los cuartos de princesas que había leído en los libros de cuentos infantiles. Entró una criada en su cuarto y por su apariencia vio que debía ser unos años más mayor que su madre.

—Hola señorita. Soy Cándida —se presentó amablemente —, quiero que sepa que estoy aquí para lo que necesites.

—Muchas gracias —se limitó a decir.—Si necesitas que te ayude a instalarte...

—No, no hace falta en serio. Puedo sola.

—De acuerdo. No sabes lo mucho que hablaba tu madre de ti —comentó —dijo que eras hermosa, y por lo visto tenía razón. Eres preciosa.Ella apenas consiguió sonreír y se sentó al borde de la cama.

—Así que mi madre te ha hablado de mí.

—Muchísimas veces.

—¡Vaya! ¿Cuánto hace que llevas trabajando aquí?

—Desde que vino a vivir a esta ciudad hace tres años. Yo la ayudaba en casi todo. Nunca se me olvida ese momento —expresó, y la pareció que los recuerdos de aquellos tiempos pasearan por su mente intentando recordarlo todo.

—Así que la conoces muy bien —suspiró con tranquilidad.  

—Lo suficiente como para saber que te traerá muchas sorpresas —dijo con una sonrisa —Bueno, te dejo para que te instales.

Después de despedirse salió de la habitación. Cuando se hubo marchado, Hannah se cambió y se puso una blusa más cómoda, se echó en la cama e intentó descansar un rato.

Despertó sobresaltada al escuchar que llamaban a la puerta. Miró su reloj de mano, ¡Ya eran las cuatro de la tarde! Lo que significaba que había dormido  al menos de dos horas.

—Adelante —dijo incorporándose en la cama. De pronto apareció de nuevo Cándida. —Perdona que te interrumpa, abajo están esperándote.

    <<¿Esperándome? ¿Pero quién será? Si apenas acababa de llegar>> se dijo a sí misma.

—Me daré una ducha y enseguida bajo —se limitó a decir. Cuando se hubo marchado se puso en pie a duras penas, se quitó la ropa que llevaba, se ató una toalla rosa y se metió en el cuarto de baño.

Bajó cuidadosamente las escaleras y cuando ya estaba en el salón se preguntó dónde estaban todos. Afortunadamente llegó Cándida en ese instante.

—Estás preciosa —le dijo observándola. Ella echó una ojeada al vestido que llevaba, era violeta, su color favorito y le llegaba hasta las rodillas. Se había recogido el cabello y se había maquillado solo un poco.

—Todos están fuera esperándote.—¿Puedo saber qué está sucediendo? —preguntó algo indignada.

—Es una sorpresa de tu madre —dijo amablemente.

"Ya" —pensó y salió fuera. Sí que era una verdadera sorpresa. Lo habían planeado todo; había unas cuantas mesas bien alineadas y otra más grande cubierta de un gran banquete en medio del patio. Sirvientes de un lado para otro procurando que todos los presentes estuvieran satisfechos. Se podía notar que todos los allí presentes eran de alta sociedad. Por lo visto su madre se había convertido en una mujer importante en la sociedad longuinense y podía conseguir lo que quisiera. Fijándose bien pudo distinguir algunos cuantos periodistas en busca de recabar alguna noticia relevante.

De repente notó que la mirada de todos estaba sobre ella lo que la hizo ruborizarse y se puso nerviosa. Por suerte se acercó su madre hacia ella con una amplia sonrisa y la tomó de la mano dispuesta a presentarla orgullosamente ante todos sus amigos. Intentó disimular el pánico que la invadía, nunca había querido ser expuesta al público de la fama y solo observaba cómo lo hacían sus padres con total naturalidad. Después de su presentación pudo ver cómo se acercaban a tenderle la mano deseando que le agrade su nuevo país. Procuró sonreír a cada uno en lo que pudo y en ningún momento se apartaron los flashes de los fotógrafos sobre ella, eso la hizo creer que en algún momento se iba a marear hasta desmayarse en medio de esa gente.

Su madre siempre iba acompañada de un guardaespaldas dispuesto a dar su vida por ella si llegaba la ocasión. Se extrañó de cómo soportaba tener a alguien todo el tiempo pegado a ella, le parecía inhumano y extremadamente insoportable. Con el tiempo ella se fue sintiendo más cómoda y al final todo acabó en una cena agradable. Conoció a cierta gente y entre ellos a Sergio, un chico rico que iba acompañado de su padre, un gran empresario que parecía ser buen amigo de la madre de Hannah.

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