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Capítulo 7} Dimisión

El día siguiente fue mucho más complicado de lo que se imaginaban. Georgina no había ido a trabajar temprano, había decidido tomar el desayuno con su única y querida hija. Hacía una mañana espléndida y no quería desperdiciarla. A parte de eso, tenía algo importante que quería comentarle a su hija, eso se notaba claramente en su rostro.

Se encontraban sentadas en el jardín junto a la piscina tomando el desayuno que les había preparado Cándida.

—Ayer hablé con tu padre —dijo después de beberse un sorbo de café.

—¿Así? ¿Y qué dice? —se mostró interesada mientras apartaba la mirada de la revista que llevaba en los brazos.

—Lo de siempre. Quiere que hablemos sobre el tema de hace tres años.  

—Mamá, por primera vez en tu vida ¿por qué no le das la oportunidad de que te explique lo que realmente sucedió? No pierdes nada haciéndolo.

—Es que hija... — intentaba justificarse.

—Quizás creas que lo digo porque sea mi padre, —dijo interrumpiéndola —pero es mucho más que eso. He vivido con él en esos tres años en los que no has estado y se lo mucho que ha sufrido al estar pensando en ti, y en ningún momento lo he visto con otra mujer, jamás. No te imaginas el dolor que me daba verlo sufrir hasta... —se detuvo, tenía los ojos nublados.

—Hasta qué —quiso saber.

—Pues que pensé en olvidarme de ti y de todo —dijo casi en un susurro —nunca me imaginé que volvería a compartir el mismo techo contigo, pero él —dijo con una sonrisa intentando recordar —con lo buen hombre que es, siempre me animaba y me hacía olvidar esa mala idea. Un hombre como él no se merece sufrir, así como se lo has permitido.  

Aquellas palabras le conmovieron en gran manera a Georgina que se le hizo un nudo en la garganta, pero contuvo la respiración, no podía permitirlo. ¿Será que realmente él tenía razón cuando le decía que no tenía nada que ver con lo que lo culpaban? Ella tampoco había conseguido olvidarlo durante todo ese tiempo ¿debería hablar con él para aclarar el mal entendido? Iba a pensarlo y así tomar una decisión que no la hiciera arrepentirse más tarde.

—No te imaginas cuánto me gustaría volver a verlos juntos —dijo Hannah. Después de unos segundos de reflexión, Georgina se puso en pie una vez haber mirado la hora en su reloj de pulsera.  

—Tengo que marcharme, nos vemos más tarde —se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla — Ese lugar es precioso. Deberías conocerlo —dijo refiriéndose a un lugar interesante que se mostraba en una de las páginas de la revista que tenía a la vista.

Se apartó y se dirigió hacia su coche donde la esperaba su guardaespaldas. Hannah observó detalladamente la imagen y le dio la razón a su madre. En realidad el lugar era precioso; se trataba de una especie de lago de aguas azules, limpias y casi transparentes. Era un lugar perfecto y no podía perder la oportunidad de conocerlo, además, no se encontraba muy lejos de la ciudad. Esbozó una sonrisa caprichosa y se puso en pie, se acercó a Héctor quien se encontraba un poco más apartado.

—Prepárate, nos vamos de paseo —le dijo y subió a su cuarto a cambiarse, no iba a perder más tiempo.  

Minutos más tarde volvía con unos pantalones cortos y con una camiseta blanca. A Héctor le pareció que estaba preciosa, pero no dijo nada hasta que entraron en el auto.

—¿Hacia dónde nos dirigimos?

—Tú solo conduce, ya te indicaré.  Durante la trayectoria no hubo conversación a parte de las indicaciones que le estaba dando Hannah. Una hora y media después llegaban al dichoso lugar. Aparcaron el coche en una esquina y lo bloquearon mientras se adentraban en aquel lugar entre la maleza. A pocos metros pudieron divisar aquella maravilla, era encantador. A ella se le iluminó el rostro, se quitó las zapatillas y se acercó a la orilla para sentir el frescor de aquellas aguas entre sus pies, era tentador. Héctor se limitó a contemplarlo desde una cierta distancia, a él también le parecía un lugar maravilloso, sobretodo por lo apartado que se encontraba, lo que impedía la presencia de más gente.

—¿Nos bañamos? La oyó decir mientras se volvía a él.  

—¡¿Qué?! —Preguntó extrañado —¿Te has vuelto loca?

—Si no quieres venir no lo hagas, pero yo no pienso perderme esto, sé que no me lo perdonarías.

Antes de que él se diera cuenta, ella se quitaba los pantalones y la camisa. Héctor apartó la mirada de ella totalmente consternado. Ella hacía todo eso para volverlo loco, por poco le da un infarto.

Al volver la mirada hacia ella, ya no la vio, no la encontraba en ninguna parte. La llamó, pero ella no contestaba, se acercó preocupado hacia el lago para buscarla en las aguas detenidamente. Vio una figura que se movía dentro, ¡era ella! Se quitó rápido la chaqueta y los zapatos y se echó en el lago para rescatarla, dentro del agua se la veía sin aliento, deseó que no fuera demasiado tarde.

Nadó rápido hacía su encuentro y la agarró alzándola hacia la superficie, pero una vez que lo consiguió se sorprendió con que ella lo agarraba por el cuello y de pronto lo estaba besando. Había caído en su trampa. Quiso apartarla de inmediato, pero la pasión con la que lo besaba fue más fuerte. La agarró por la cintura y la atrajo más a él devolviéndole el beso. En ese momento se olvidaron de todo lo que había a su alrededor y solo eran ellos.  

Después de haberse besado de aquella manera, Héctor la mantuvo la mirada interrogativo, quería saber en qué estaba pensando, esperaba que hubiera alguna explicación de lo que acababa de hacer ella. Todavía la tenía agarrada buscando en su mirada alguna respuesta. ¿Será que ella sentía algo por él?

—¿Por qué haces todo eso?

—Así me divierto mejor —contestó ella con una sonrisa nerviosa al darse cuenta de que aquel beso la había afectado sin querer—. Ya te dije que no me cansaría. —Se separó de él y subió a la orilla a ponerse su ropa.

—Nos vamos.

Héctor se quedó petrificado, su paciencia ya había llegado hasta el límite ¿Jugaba con sus sentimientos? ¿Ella los tenía al hacer algo igual? Él había decido arriesgarse y hacerse pasar por guardaespaldas por ella, porque quería asegurarse de que era la misma que conoció, que podía llegar a enamorarla y continuar con lo que una vez empezaron, pero ella ya no era la misma, tenía que dejarla ir o terminaría cometiendo una locura, convirtiéndose en alguien que no era.Salió del agua y se puso los zapatos, cogió la chaqueta y se dirigió hacia el coche.

Aquella mañana Hannah se había despertado a las nueve, no tenía prisa. Había pasado la noche entera pensando en aquel beso. A veces no entendía el impulso que la atraía a  cometer todas esas locuras, las cuales solo conseguían enojarlo. Sabía que era demasiado peligroso, pero aun así no conseguía quedarse quieta ¿qué le pasaba con él? Y ¿por qué no conseguía dejar de pensar en ese beso? ¿Será que estaba empezando a sentir algo por su guardaespaldas? No, eso sí que no, no debía pasar algo igual, solo tenía que librarse de él y nada más.

Como siempre, se lavó los dientes y después de arreglarse el cabello frente al espejo, bajó al salón. Quería saber si Héctor seguía enojado. Quería verlo y si había alguna posibilidad de suavizar la situación quería hacerlo. Cuando llegó al salón se sorprendió con que su madre no se había marchado todavía a su agencia y que en ese momento acababa de realizar una llamada, parecía un poco alterada o, mejor dicho, preocupada... Bueno casi siempre lo estaba, pero esta vez había algo distinto en su expresión. Cuando la vio suspiró profundamente.

—¿Ocurre algo mamá? —Sí que ocurre algo hija, —dijo relajándose —tengo que hacer un viaje a Guinea Ecuatorial y no consigo un buen guardaespaldas.

—Pero mamá, el que tienes es muy bueno.

—No es para mí... sino para ti. —afirmó fijándose en su hija.Hannah no entendía nada y no quería imaginarse lo peor, pensaba ignorar aquella posibilidad.

—No necesito otro guardaespaldas, con Héctor me basta.

—Ese es el problema, esa mañana presentó su renuncia y se fue.

—¡¿Qué!? —no quería creérselo, le parecía una pesadilla.

—Lo siento, pero me dijo que no podía seguir trabajando aquí y se fue sin darme explicaciones, intenté subirle el sueldo, pero por lo visto ese no era el problema.

Hannah se quedó paralizada, no podía creer lo que estaba escuchando, al fin Héctor se había marchado y era culpa suya, ella lo había logrado. Había llegado a un extremo que él no pudo aguantar y se fue. Por qué había tenido que ser tan tonta, ¿por qué no se había podido simplemente controlar? Si hubiera sabido desde un principio que con solo besarle se habría librado de él lo habría hecho antes de que sintiera aquello inesperado que ahora estaba experimentando por su renuncia, sentía que sería distinto sin él y no la estaba gustando para nada la sensación. Había tardado mucho en deshacerse de él y ahora él formaba parte de su vida.

Sin darse cuenta le empezaron a derramarse lágrimas por sus mejillas y sintió un nudo en la garganta. De repente sintió la mano de su madre sobre ella.

—¿Te sientes bien, cariño? —Estaba preocupada por el efecto que había causado en ella —Sé que puede ser duro perder a un guardaespaldas sobre todo si le has cogido cariño, pero ya verás que cuando consigamos a otro te olvidarás por completo de Héctor. Ellos sólo hacen su trabajo, no hay porque apegarse demasiado a ellos.

—Pero es que no quiero a otro guardaespaldas, lo quiero a él —confesó —Perdón mamá, regresaré a mi cuarto.— Dijo y subió rápido a su cuarto.

Cándida escuchó los ruidos y se acercó a saber qué pasaba.

—¿Sucede algo, señora? —preguntó mirando hacia las escaleras donde había ido Hannah corriendo

.—¡Ay! Es mi hija que no termina de entender que Héctor ha dejado de trabajar para ella.

—¿Cómo? ¿Héctor se ha marchado? —preguntó sorprendida por la noticia inesperada.

—Sí, Candy, esa mañana me ofreció su carta de renuncia.

—¿Y no la dio la razón?

—Nada, solo que quería irse. ¿No sabrás por casualidad si pasó algo entre los dos? —Cándida negó con la cabeza pensando en las discusiones que tenían constantemente los jóvenes.

—Nada— contestó. Georgina soltó un suspiro de resignación.

—Bueno tengo que regresar al trabajo, ya veré cómo soluciono este asunto.

—De acuerdo. Hablaré con su hija. 

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