Sonó el celular de Héctor, por un momento pensó en no hacerlo caso por ahora, quería seguir disfrutando del momento sin interrupciones, pero la insistencia era demasiado que estropeaba el momento.
—Deberías contestar— sugirió Hannah soltándolo.
Héctor salió del agua y se acercó hasta donde tenía sus cosas. Cogió su móvil, era Kilian. No sabía qué podía necesitar de él ahora si bien sabía dónde se encontraba. Descolgó el celular de mala gana y se lo llevó al oído.
—¿Qué sucede Lían?
—Menos mal que me contestas. Solo quería pedirte que no regreses a tu apartamento esta noche, sería arriesgado.
—¿Por qué? ¿Acaso te has llevado a alguien allí?
—Qué más quisieras. Pero créeme, preferirías eso a lo que realmente está pasando.
—¿Quieres contarme de una vez qué es lo que pasa?
—Es Claire, está aquí y no te gustaría saber por qué.
—Llego allí en seguida.
—No lo hagas, espera al menos hasta mañana.
—¿Por q
Los tres llegaron al apartamento de Héctor estaban casi agotados por todo lo que habían tenido que pasar. Se dejaron caer sobre los sofás, Hannah al lado de Héctor mientras Kilian se sentaba en un sofá individual. Él cogió el mando y prendió la tele. —Menudo día— dijo Hannah apoyándose contra el hombro de Héctor. — Apuesto a que esa Claire no se ha encontrado con alguien que le dé una buena paliza. Kilian se puso a reír encantado. —¿Y tú se la darías? —Encantada lo haría. —¿Y tú qué opinas Héctor? —¿Sobre qué? — los dos lo miraron, era obvio que no estaba con ellos. Se llevó los dedos a los ojos cerrados y suspiró. —Lo siento chicos, estoy muy cansado. Nadie dijo nada hasta que llamaron a la puerta. —Por favor no más visitas. — se quejó Héctor. —Descuida. — habló Kilian poniéndose en pie y dirigiéndose a hasta la puerta. — Creo que es la comida tailandesa que pedí. Abrió la puerta y retiró la bolsa. Sacó
Hannah fue abriendo los ojos poco a poco, se había despertado. Intentó recordar dónde se encontraba, se frotó los ojos, a través de la ventana se asomaba la luz de la mañana. Se había quedado dormida anoche y de alguna manera había llegado en aquel cuarto blanco y gris, bien ordenado y elegante, con un toque indiscutiblemente masculino. Héctor había tenido que llevarla en brazos anoche para que se encontrara allí. Se incorporó sobre la cama y se preguntó dónde estaría Héctor. Salió de la cama y caminó hacia el ventanal para abrir las cortinas y ver la ciudad desde allí arriba donde se encontraban. Sonrió, Londres era hermoso aún más en las mañanas. Fuera estaba lloviznando, sin embargo era agradable observar los edificios y los autos desde donde se encontraba. —Estás despierta— se sobresaltó al escuchar la voz de Héctor detrás de ella y se volteó para mirarlo. No pudo evitar recorrerlo con la mirada, solo llevaba una toalla atada a su cintura, pero su
El sonido de su móvil la hizo despertarse de golpe, miró a su costado y Héctor ya no se encontraba en la cama, se frotó los ojos y cogió su celular de la mesita de noche, lo descolgó después de saber que se trataba de su madre. —Hola mamá. — dijo somnolienta. —Cariño, ¿cuándo llegas? Nos tienes preocupados. Se sentó sobre la cama y se despegó el móvil del oído para mirar la hora, daban las diez de la mañana. Regresó el celular al oído. —Estoy bien mamá, sigo con Héctor, en una hora estaré allí, te lo prometo. —De acuerdo hija, pero no tardes tanto ¿sí? Tienes mucho que contarnos. —Sí, mamá. Se colgó el móvil. Se bajó de la cama y recordó que llevaba puesto una camiseta de Héctor. Se lo había puesto esa mañana después del baño que se habían dado. En seguida se acordó de la interesante mañana que habían tenido, razón por la cual se había vuelto a quedar dormida hasta este momento. Sonrió y sacudió la cabeza, se miró al espejo y t
Aquel día, Georgina no se había marchado a trabajar. Después de hacer el trabajo desde casa le había hecho compañía a Cándida en la cocina para indicarla cómo quiera que estuviera la cena.Prepararon una gran mesa en el comedor con varios tipos de alimentos. Daban ya las siete y cuarto de la tarde, esperaban que llegara Héctor en cualquier momento. Hannah se había dado una ducha, puesto un vestido holgado y se había peinado el cabello. Quería verse lo más bonita posible para su ex guardaespaldas.Se quedó en el salón con Cándida mientras su madre seguía en su cuarto. Llamaron a la puerta y le palpitó fuerte el corazón.—Iré a abrir yo—se ofreció.Salió al salón y se acercó hacia la puerta. Se detuvo un rato y se miró para asegurarse de que todo estaba bien, soltó a
Tres meses después…Eran las siete de la tarde, Hannah se encontraba frente al espejo acompañada de Cándida y la que ahora era su mejor y única amiga, Alba. Estaba arreglada, gracias a la ayuda de ellas. Llevaba un vestido largo y ajustado de color violeta con unos tacones negros que combinaban con su monedero. Le habían hecho unas trenzas a un lado de cabeza y por el otro lado tenía el pelo largo, rulado y suelto.—Wau, estás preciosa. — objetó Roja con una sonrisa satisfecha por el trabajo que habían realizado.—Gracias a vosotras.—A Héctor le encantará. —afirmó Cándida. — Hoy celebráis vuestro tercer mes juntos.—Sí— dijo en casi un susurro y se le borró la poca sonrisa que había salido de sus labios.—¿Es que no est&
Hacía una mañana espléndida y Hannah se había despertado muy temprano. Era un día especial para ella, puesto que tenía que hacer un viaje a Londres donde vivía su madre; hacía aproximadamente tres años que se había divorciado de su padre por un desentendimiento de infidelidad de parte de él. Fue algo que su padre había negado tantas veces. Ahora Georgina, que así se llama la madre de Hannah, se había convertido en toda una celebridad en el mundo de la moda y era una de las mejores de la ciudad de Londres donde se había mudado desde hacía tres años. A pesar de los cuarenta años cumplidos, todavía lucía hermosa y radiante. No estaba casada, ni tenía compromiso alguno, era mujer libre que dependía de sí misma, cuestión por la que Hannah se sentía orgullosa. Durante esos tres años no había tenido la oportunidad de estar con Hannah, ya que estaba concentrada únicamente en su trabajo y solo se comunicaban por el móvil y por el correo electrónico. Ya la maleta
Minutos después, Hannah observó que el coche daba un giro y luego se adentraba en un patio enorme y precioso. —Hemos llegado, señorita —oyó decir al conductor una vez aparcado la limusina en la entrada de la casa. Se bajó él primero y le abrió la puerta a ella. Ella salió del auto sin dejar de mirar aquella maravilla de casa que parecía sacada de una revista de decoración, pensó ella. Era un chalet de tipo dúplex, el patio estaba cubierto de césped recién cortada. A un extremo de la casa se podía distinguir una piscina, su punto débil, le encantaba. Salió de sus pensamientos una vez que escuchó una voz familiar que venía de dentro. Miró hacia atrás y allí estaba de pie con esa mirada sonriente a la que hacía tres veranos sin ver. —¡Hannah! Llegaste —era su madre. Se acercó alegremente a ella —no te imaginas cuánto te he estado esperando.Le dio un fuerte abrazo. Hannah no tenía palabras y solo se limitó a envolverse en sus brazos; reconoció ese perfume
Había transcurrido ya una semana y ya su imagen salía en las revistas, la consideraban como una de las bellezas de la ciudad gracias a que su madre era una gran diseñadora de moda. Tenía su propia firma. Desde que había llegado a Londres la había notado muy ocupada; si no estaba sobre algunos papeles que suponía su trabajo, siempre iba pegada al celular. No tenía casi tiempo para nada, se había sacrificado en cuerpo y alma a su trabajo y no había manera de interrumpirla, porque resultaría inútil. En ocasiones Georgina mostraba preocupación al reconocer lo incapaz que era de dedicarle suficiente tiempo a su hija después de haber deseado tenerla otra vez junto a ella. Ni siquiera encontraba el momento de mostrarle la ciudad que después de varios años lejos de ella, Hannah desconocía. Para su fortuna, Hannah la entendía perfectamente, sabía que no era nada fácil estar en su lugar y ser lo que era, ya confiaba en que en cualquier momento tendría la oportunidad