Se despertó con más energía el día siguiente y con más ganas de hacerle la vida imposible a Héctor. Eran las nueve de la mañana, después de darse un buen baño, bajó a la cocina donde lo encontró tomándose el desayunando. Cándida estaba poniéndole la mesa a ella, los saludó con una sonrisa y solo ella respondió a su saludo. Se percató en que él ni siquiera le dirigía la mirada y pensó que tal vez estaba molesto por lo que sucedió en la fiesta anoche. Le quitó importancia y se sentó a la mesa.
—Ya tienes listo el desayuno, —le dijo Cándida la criada —espero que lo disfrutes.
—Gracias Candy, eres muy amable, —dijo con una amable sonrisa —es agradable saber que hay gente que se preocupa por ti.
Ante ese comentario, Héctor se levantó del taburete, sabía que estaba refiriéndose a él y no iba a quedarse allí sentado esperando que le hicieran enojar. Pero antes de salir apareció Fares, el jardinero. Saludó a Hannah con una reverencia al tiempo que se acercaba a Héctor y le susurró algo al oído. Por el gesto de su rostro, ella supo que no era nada bueno, al menos no para él.
—Salgo un momento al patio —dijo al separarse del jardinero y con la mirada fija en Hannah
—Estaré cerca, por si me necesita.
—¿Ocurre algo? — Ella no pudo evitar preguntar.
—No, nada— forzó una sonrisa, intentando restarle importancia— Todo está bajo control. Puede quedarse a desayunar tranquila.
Héctor salió fuera y Hannah de pronto se le entró curiosidad por saber qué le habían dicho que lo había cambiado de humor de repente. No podía estar quieta.
—¿Sabes qué le habrá podido decir Fares?
—No lo sé y no creo que debas preocuparte por eso —contestó Candy —son hombres, seguro que saben cómo arreglárselas.
No estaba convencida del todo y estaba decidida a comprobarlo por su cuenta sin tener en cuenta de las palabras de Cándida. Se dirigió al salón y la criada se vio obligada a seguirla. Se detuvieron las dos frente al ventanal que les permitía ver todo lo que sucedía fuera. Observaron que Héctor estaba hablando con una mujer joven y parecían estar discutiendo por algo. La expresión del rostro de ella mostraba súplica, pero él estaba insistiendo en algo.
—¿Quién es esa? — preguntó Hannah con necesidad de saber.
—No lo sé, —le contestó Cándida —y creo que no deberías meterte en sus asuntos, evidentemente esto es personal.
Pero, en eso último ella ya no la escuchaba, estaba muy atenta a lo que estaba ocurriendo fuera.
—¿Crees que sea su novia? — preguntó sin apartar la mirada de la pareja.Cándida empezaba a impacientarse.
—Volvamos a la cocina y…
—Voy a ver qué ocurre —concluyó sin dejarla acabar la frase. Salió al patio y se dirigió hacia donde estaba la pareja antes de que Cándida pudiera detenerla.
Héctor estaba de espaldas, pero la chica la vio acercarse y se puso rígida.
—Hola ¿puedo saber qué está sucediendo aquí? — preguntó poniéndose al lado de Héctor. Él no podía creérselo, ¿Cómo es que se había atrevido a acercarse donde estaban?
—¿Qué haces aquí? Te dije que todo estaba bien —dijo molesto sin mirarla, seguía con la mirada en aquella chica misteriosa.
—Pues no me lo ha parecido —dijo fijándose en él. —Dime ¿Quién es esa ella? —ahora la observaba a ella.
—Soy su novia —contestó la chica antes de que él pudiera decir algo y éste le miró con ojos fulminantes.
—Querrás decir ex-novia, porque nos separamos hace casi un año.
—Pero sabes que te sigo amando, y estoy más que segura, de que tú también lo estas de mí. Y quiero que por unos segundos dejes tu orgullo a un lado, y arreglemos lo nuestro, por favor…
—Mira, mira —Hannah ya no soportaba escucharla —eres una chica digamos, bonita y seguro que hay un príncipe azul por ahí esperando por ti, pero a Héctor déjalo en paz que ya tiene novia, y no creo que quiera dejarla por mucho que confieses que sigues amándolo. Acepta que lo vuestro se quedó en el pasado y deja de arrastrarte.
Héctor no entendía de qué demonios estaba hablando ella, pero no era el mejor momento para hacer reclamaciones.
—¿Pero de qué hablas? —Preguntó la chica desconcertada —Eso no es cierto.
—¡Vaya! Y si te digo que soy su novia, ¿Eso tampoco lo entenderías?
Héctor no daba crédito en lo que estaba diciendo Hannah, pero, sí creía que estaba pasando de la raya.
—¿Es…una broma...o qué? —Miró a Héctor esperando que desmintiera lo que había dicho ella, pero él no dijo ni una sola palabra —¿No piensas decirme nada? Porque, que yo sepa, tú trabajas aquí, aunque, por cierto —dijo frunciendo el ceño —no entiendo por qué te has metido en eso sí tu padre es...
—De mi padre nada —dijo dando un paso al frente, se había alterado —Creo que ya es hora de que te vayas.
—Pero Héctor…
—¿Te marchas ya? —insistió, Claire soltó un suspiro de resignación.
—Está bien. Pero al menos dime que ella no es tu novia y me iré. —se refirió a la chica que le empezaba a caer mal.
—No tengo por qué darte…
—Oye cariño—lo llamó Hannah tomándole del hombro, él se volvió para enfrentarla y antes de que pudiera reaccionar, ella lo sorprendió con un beso.Héctor se congeló, aquel beso le había pillado por sorpresa, observó a Claire. Vio que se habían nublado los ojos, ¿Iba a llorar? En cambio Hannah, al sentir los labios de ella congeniarse con los de su guardaespaldas se olvidó por completo en la situación en la que se encontraba hasta que él la apartó. Ella se aclaró la garganta y se volvió a Claire.
—¿Sigues presentando alguna otra duda sobre nuestra relación? —preguntó Hannah sin pena alguna.
Claire quiso hablar y decir algo, pero no podía, era demasiado para ella y no se atrevía a dudar de que él pudiera estar enamorado de ella, era casi perfecta. Sin palabra alguna, salió lo más pronto que pudo de allí. Cuando se hubo marchado, Héctor sintió que se iba a explotar de la furia mientras Hannah se estaba divirtiendo por la situación, ¿es que quería volverle loco?
—¡¿Se puede saber en qué estabas pensando…?!
—De nada —lo interrumpió sin dejar de reírse.
—No necesitaba de tu ayuda, lo tenía controlado.
—No es lo que me pareció.
—Mira niña consentida. —dijo impacientándose —no tenías por qué besarme. Tú y yo no somos nada, solo trabajo para ti y eso tiene que quedarte bien claro.
Pareció que aquel comentario le dolió, sabía de sobra que no era nada suyo, no tenía por qué recordárselo. Cambió enseguida de humor y se puso seria.
—Pues, mira que lo sé de sobra, además...no me imaginé que así sería mi primer beso —lo dejó sorprendido, caminó hacia la casa y entró en ella.¿Qué? ¿Qué era su primer beso? ¿No será una de sus bromas? Pensó él desconcertado. No podía creerse lo que acababa de escuchar. Pero ¿por qué tenía que ser todo de esa forma? A demás, era él quien debería estar enojado por lo que había hecho ella y no todo lo contrario, pero ¿por qué de pronto se sentía culpable? La siguió hasta la cocina donde había regresado ella, no podía permitir que se saliera con la suya.
—¡Todavía no he acabado contigo! —le gritó mientras ella intentaba retomar su desayuno.
—¡Yo creo que ya está todo dicho! —le contestó igualmente y los dos se olvidaron de la presencia y curiosa mirada de Cándida sobre ellos.
—¡Se supone que soy yo la víctima! —dijo él enfatizando —Soy yo quien debería estar enojado y no todo lo contrario.
—Si lo dices por el beso, no te preocupes, ya lo he olvidado. No era para tanto.
—¡Lo digo por todo! —Ella estaba consiguiendo alterarlo.
—Entonces lo mínimo que creo que podrías hacer es agradecerme por librarte de esa tipa que no te dejaba en paz —Héctor sonrió irónicamente, esa chica era increíble.
—Mira señorita, cada quien tiene sus propios problemas y estaría muy agradecido si me dejaras resolver los míos a mi manera sin tener en cuenta lo difícil que supongas que sean ¿sí?
—Ya no te preocupes. Ya no se me volverá a ocurrir. Puedes estar tranquilo. —dijo, se levantó de la mesa y subió a su cuarto. Héctor suspiró profundamente y miró a Cándida que no había hecho nada más que observarlos sin decir nada.
—Siento mucho lo que acaba de presenciar, es que esa chica...
—No tienes por qué darme explicaciones, —le tranquilizó Cándida —sé lo difícil que te resulta trabajar para ella, pero estoy segura de que no vas a rendirte todavía ¿verdad?
Héctor la miró casi perdido y un poco más relajado, negó con la cabeza. Iba a continuar un poco más por si valía la pena, aunque acababa de confirmar que para nada era la chica que recordaba. Le dedicó una de sus hermosas sonrisas y salió al patio.
Hannah se metió en su cuarto y cogió su libro de dibujos. Lo abrió sobre la mesa y observó el esbozo que había hecho días atrás, era de Héctor, le había dibujado. Tuvo ganas de arrancarlo, pero no lo hizo porque supo que se arrepentiría más tarde. Había esbozado su rostro con una sonrisa con la que nunca le había visto. Desde que le conocía no había conseguido verlo sonreír libremente y sabía que era culpa suya. Lo que más le gustaba de él, eran esos ojos azules que tenía. Eran demasiados atractivos para ella y curiosamente le recordaban a alguien, pero no recordaba a quién. Miró una y otra vez el dibujo, y de repente sonrió, se había acordado de la discusión que había tenido con él en el patio y le resultaba gracioso verlo enojarse, pero una vez que pensó que en cualquier momento podía cansarse de ella y marcharse dejó de sonreír. ¿Por qué de pronto le preocupaba que se fuera? Se suponía que de eso se trataba, obligarlo a irse. Y sin embargo, prefería que se qu
El día siguiente fue mucho más complicado de lo que se imaginaban. Georgina no había ido a trabajar temprano, había decidido tomar el desayuno con su única y querida hija. Hacía una mañana espléndida y no quería desperdiciarla. A parte de eso, tenía algo importante que quería comentarle a su hija, eso se notaba claramente en su rostro.Se encontraban sentadas en el jardín junto a la piscina tomando el desayuno que les había preparado Cándida.—Ayer hablé con tu padre —dijo después de beberse un sorbo de café.—¿Así? ¿Y qué dice? —se mostró interesada mientras apartaba la mirada de la revista que llevaba en los brazos.—Lo de siempre. Quiere que hablemos sobre el tema de hace tres años. —Mamá, por primera vez en tu vida ¿por qué
No entendía el por qué se sentía mal por la dimisión de Héctor, se suponía que era lo que quería, que se apartara de su vida, pero ahora que lo había conseguido se sentía fatal. Las lágrimas no paraban de brotarle de los ojos mientras se aferraba a su almohada, quería gritar y llorar, pero no quería reconocer cuanto necesitaba a su guardaespaldas. Llamaron a la puerta. —No quiero ver a nadie —masculló. —Mi niña, por favor tienes que comer. No sea que vayas a enfermarte —era Cándida hablando tras la puerta. —Estoy bien, solo necesito estar sola. Cándida no soportaba verla desmoronarse de esa manera así que decidió hacer algo que le estaba prohibido. —Oye, y ¿si te dijera que tengo su dirección? Antes que se diera cuenta se abrió la puerta y se asomó Hannah. —¿Es en serio? —Claro, como de todos los de más empleados, aunque estoy segura de que me odiaría si te lo entregara. Pero eso no me importa si me promet
Al llegar en la casa subió lo más pronto que pudo a su cuarto, por suerte su madre no estaba en casa, seguramente estaba intentando conseguir un nuevo guardaespaldas para ella. En cambio Cándida sí estaba en la casa y no quería que la viera en este estado después de haberle prometido que todo seguiría igual al hablar con Héctor, algo que no podía cumplir, pero desafortunadamente ella le había visto entrar y la siguió hasta su cuarto. Se había echado en su cama abrazada con una de sus almohadas y no dejaba de sollozar. — ¡Dios mío cariño! — dijo la ama de la casa sentándose sobre la cama—. ¿Qué ha pasado? — No le importó que le suplicara que regresara… no me hizo caso. — Me prometiste que no pasaría nada. — Lo intenté, pero no puedo… lo siento. — Bueno ya está, ven aquí— Hannah se incorporó y se echó a sus brazos.— Todo saldrá bien mi niña, no tienes por qué preocuparte. — Pero quiero que vuelva. — Qué ironía,— dijo con
El día amaneció como de costumbre, la luz de la mañana asomaba por su ventana, pero no se molestó en levantarse, quería seguir durmiendo todo lo que fuera necesario pero ese deseo suyo no duró demasiado porque llamaron a su puerta. Gruñó entre las sabanas y como no contestaba se abrió la puerta, Cándida entró más feliz de lo acostumbrado, se acercó a la ventana y dejó que la luz penetrara en el cuarto en su total plenitud, Hannah escondió su rostro bajo la sábana por la fuerza de la luz. — Es hora de despertarse— dijo Cándida acercándose hasta la cama. — Presiento que este día será bastante largo, déjame acortarlo un poco más. — Son las nueve de la mañana, supongo que ya lo has acortado lo suficiente. Además, adivina quién está esperándote en el patio. — El nuevo guardaespaldas— dijo asomando su rostro fuera de la sabana. — Has acertado. — ¿Y qué tiene eso de bueno? — Pues que es más guapo,— dijo sentándose sobre la cama
Preparó el auto entre tanto que ella tardaba en regresar. Regresó unos minutos más tarde ya cambiada, llevaba puesta unos vaqueros con una blusa de color blanco con unas zapatillas del mismo color. Se había recogido el pelo y se veía preciosa. Héctor no se quedó a observarla, le abrió la puerta de copiloto y ella se subió, después se subió él en el asiento del conductor y puso el auto en marcha. Abandonaron el patio y se dirigieron a la ciudad. — ¿Dónde me llevas? — Ya que no me lo has sugerido, voy a llevarte a un lugar que creo que va a gustarte. — Pues eso espero.Durante un rato la trayectoria fue silenciosa hasta que ella decidió hablar.— ¿Por qué decidiste regresar? — Bueno, teniendo en cuenta que ayer te amenazaron, quería asegurarme de que no estabas asustada, o sea, en peligro. — los dos sonrieron. — Es en serio, Héctor, ¿Qué te hizo cambiar de opinión? — La verdad no lo sé. Supongo que siempre hubo algo que me at
Pasaron por la tienda y dieron una vuelta por la ciudad. Realmente se estaban divirtiendo como nunca antes, contaban historias, se reían, compartían helados… y se olvidaban que eran jefa y guardaespaldas hasta que llegó la tarde y tuvieron que recordarse de ello de una manera inesperada.Eran las ocho de la noche, Hannah tenía que irse a la dichosa fiesta a la que había sido invitada. Se encontraba frente al espejo y ni se reconocía a sí misma por el cambio, se veía distinta. Se había puesto unos pantalones más cortos de lo que estaba acostumbrada, un sin mangas de color negro que se ajustaba a su cuerpo, unas botas y se había rulado el pelo. Se había maquillado más de lo normal y estaba dispuesta a marcharse en ese estado. Cogió su monedero y salió del cuarto.Llegó en el salón, pero Héctor estaba en la puerta esperando por ella, iba a llevarla aunque no le gustaba la idea de dejarla ir. La observó desde los pies hasta cabeza, estaba irreconocible y… medio desnuda, segú
Héctor quería hacerle caso, pero no podía, había algo que le preocupaba y no sabía qué era. Era su deber protegerla y no podía dejarla sola; era tarde y sería irresponsable de su parte no hacer su trabajo solo porque se lo había dicho ella en un arrebato de enojo. Tomó la decisión de quedarse a esperarla en el auto hasta que acabara la fiesta. Mientras transcurría el tiempo, se preocupaba aún más, no conseguía imaginarse que todo estaría bien, tal vez porque la fiesta la celebraba Sergio. Con solo acordarse de ese nombre se puso aún más tenso, miró la hora en el reloj del auto, eran ya las once de la noche y Hannah seguía allí dentro. Había gente fuera del local, algunos borrachos, otros que se alejaban, pero ella no aparecía por ningún lado.Decidió acercarse, se bajó del auto y lo bloqueó.Entró en el local y no le gustó para nada lo que veía, había mucha gente joven y demasiado ruido, la música estaba demasiado elevada. Intentó distinguir a Hannah entre la multitud y aunque