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Capítulo 5} ¿Primer beso?

Se despertó con más energía el día siguiente y con más ganas de hacerle la vida imposible a Héctor. Eran las nueve de la mañana, después de darse un buen baño, bajó a la cocina donde lo encontró tomándose el desayunando. Cándida estaba poniéndole la mesa a ella, los saludó con una sonrisa y solo ella respondió a su saludo. Se percató en que él ni siquiera le dirigía la mirada y pensó que tal vez estaba molesto por lo que sucedió en la fiesta anoche. Le quitó importancia y se sentó a la mesa.

—Ya tienes listo el desayuno, —le dijo Cándida la criada —espero que lo disfrutes.

—Gracias Candy, eres muy amable, —dijo con una amable sonrisa —es agradable saber que hay gente que se preocupa por ti.

Ante ese comentario, Héctor se levantó del taburete, sabía que estaba refiriéndose a él y no iba a quedarse allí sentado esperando que le hicieran enojar. Pero antes de salir apareció Fares, el jardinero. Saludó a Hannah con una reverencia al tiempo que se acercaba a Héctor y le susurró algo al oído. Por el gesto de su rostro, ella supo que no era nada bueno, al menos no para él.

—Salgo un momento al patio —dijo al separarse del jardinero y con la mirada fija en Hannah

—Estaré cerca, por si me necesita.

—¿Ocurre algo? — Ella no pudo evitar preguntar.

—No, nada— forzó una sonrisa, intentando restarle importancia— Todo está bajo control. Puede quedarse a desayunar tranquila.

Héctor salió fuera y Hannah de pronto se le entró curiosidad por saber qué le habían dicho que lo había cambiado de humor de repente. No podía estar quieta.

—¿Sabes qué le habrá podido decir Fares?  

—No lo sé y no creo que debas preocuparte por eso —contestó Candy —son hombres, seguro que saben cómo arreglárselas.

No estaba convencida del todo y estaba decidida a comprobarlo por su cuenta sin tener en cuenta de las palabras de Cándida. Se dirigió al salón y la criada se vio obligada a seguirla. Se detuvieron las dos frente al ventanal que les permitía ver todo lo que sucedía fuera. Observaron que Héctor estaba hablando con una mujer joven y parecían estar discutiendo por algo. La expresión del rostro de ella mostraba súplica, pero él estaba insistiendo en algo.

—¿Quién es esa? — preguntó Hannah con necesidad de saber.

—No lo sé, —le contestó Cándida —y creo que no deberías meterte en sus asuntos, evidentemente esto es personal.

Pero, en eso último ella ya no la escuchaba, estaba muy atenta a lo que estaba ocurriendo fuera.  

—¿Crees que sea su novia? — preguntó sin apartar la mirada de la pareja.Cándida empezaba a impacientarse.

—Volvamos a la cocina y…

—Voy a ver qué ocurre —concluyó sin dejarla acabar la frase. Salió al patio y se dirigió hacia donde estaba la pareja antes de que Cándida pudiera detenerla.

Héctor estaba de espaldas, pero la chica la vio acercarse y se puso rígida.

—Hola ¿puedo saber qué está sucediendo aquí? — preguntó poniéndose al lado de Héctor. Él no podía creérselo, ¿Cómo es que se había atrevido a acercarse donde estaban?

—¿Qué haces aquí? Te dije que todo estaba bien —dijo molesto sin mirarla, seguía con la mirada en aquella chica misteriosa.

—Pues no me lo ha parecido —dijo fijándose en él. —Dime ¿Quién es esa ella? —ahora la observaba a ella.

—Soy su novia —contestó la chica antes de que él pudiera decir algo y éste le miró con ojos fulminantes.

—Querrás decir ex-novia, porque nos separamos hace casi un año.

—Pero sabes que te sigo amando, y estoy más que segura, de que tú también lo estas de mí. Y quiero que por unos segundos dejes tu orgullo a un lado, y arreglemos lo nuestro, por favor…

—Mira, mira —Hannah ya no soportaba escucharla —eres una chica digamos, bonita y seguro que hay un príncipe azul por ahí esperando por ti, pero a Héctor déjalo en paz que ya tiene novia, y no creo que quiera dejarla por mucho que confieses que sigues amándolo. Acepta que lo vuestro se quedó en el pasado y deja de arrastrarte.

Héctor no entendía de qué demonios estaba hablando ella, pero no era el mejor momento para hacer reclamaciones.

—¿Pero de qué hablas? —Preguntó la chica desconcertada —Eso no es cierto.

—¡Vaya! Y si te digo que soy su novia, ¿Eso tampoco lo entenderías?

Héctor no daba crédito en lo que estaba diciendo Hannah, pero, sí creía que estaba pasando de la raya.

—¿Es…una broma...o qué? —Miró a Héctor esperando que desmintiera lo que había dicho ella, pero él no dijo ni una sola palabra —¿No piensas decirme nada? Porque, que yo sepa, tú trabajas aquí, aunque, por cierto —dijo frunciendo el ceño —no entiendo por qué te has metido en eso sí tu padre es...

—De mi padre nada —dijo dando un paso al frente, se había alterado —Creo que ya es hora de que te vayas.

—Pero Héctor…

—¿Te marchas ya? —insistió, Claire soltó un suspiro de resignación.

—Está bien. Pero al menos dime que ella no es tu novia y me iré. —se refirió a la chica que le empezaba a caer mal.

—No tengo por qué darte…

—Oye cariño—lo llamó Hannah tomándole del hombro, él se volvió para enfrentarla y antes de que pudiera reaccionar, ella lo sorprendió con un beso.Héctor se congeló, aquel beso le había pillado por sorpresa, observó a Claire. Vio que se habían nublado los ojos, ¿Iba a llorar? En cambio Hannah, al sentir los labios de ella congeniarse con los de su guardaespaldas se olvidó por completo en la situación en la que se encontraba hasta que él la apartó. Ella se aclaró la garganta y se volvió a Claire.

—¿Sigues presentando alguna otra duda sobre nuestra relación? —preguntó Hannah sin pena alguna.

Claire quiso hablar y decir algo, pero no podía, era demasiado para ella y no se atrevía a dudar de que él pudiera estar enamorado de ella, era casi perfecta. Sin palabra alguna, salió lo más pronto que pudo de allí. Cuando se hubo marchado, Héctor sintió que se iba a explotar de la furia mientras Hannah se estaba divirtiendo por la situación, ¿es que quería volverle loco?

—¡¿Se puede saber en qué estabas pensando…?!

—De nada —lo interrumpió sin dejar de reírse.

—No necesitaba de tu ayuda, lo tenía controlado.

—No es lo que me pareció.

—Mira niña consentida. —dijo impacientándose —no tenías por qué besarme. Tú y yo no somos nada, solo trabajo para ti y eso tiene que quedarte bien claro.

Pareció que aquel comentario le dolió, sabía de sobra que no era nada suyo, no tenía por qué recordárselo. Cambió enseguida de humor y se puso seria.

—Pues, mira que lo sé de sobra, además...no me imaginé que así sería mi primer beso —lo dejó sorprendido, caminó hacia la casa y entró en ella.¿Qué? ¿Qué era su primer beso? ¿No será una de sus bromas? Pensó él desconcertado. No podía creerse lo que acababa de escuchar. Pero ¿por qué tenía que ser todo de esa forma? A demás, era él quien debería estar enojado por lo que había hecho ella y no todo lo contrario, pero ¿por qué de pronto se sentía culpable? La siguió hasta la cocina donde había regresado ella, no podía permitir que se saliera con la suya.

—¡Todavía no he acabado contigo! —le gritó mientras ella intentaba retomar su desayuno.

—¡Yo creo que ya está todo dicho! —le contestó igualmente y los dos se olvidaron de la presencia y curiosa mirada de Cándida sobre ellos.

—¡Se supone que soy yo la víctima! —dijo él enfatizando —Soy yo quien debería estar enojado y no todo lo contrario.

—Si lo dices por el beso, no te preocupes, ya lo he olvidado. No era para tanto.

—¡Lo digo por todo! —Ella estaba consiguiendo alterarlo.

—Entonces lo mínimo que creo que podrías hacer es agradecerme por librarte de esa tipa que no te dejaba en paz —Héctor sonrió irónicamente, esa chica era increíble.

—Mira señorita, cada quien tiene sus propios problemas y estaría muy agradecido si me dejaras resolver los míos a mi manera sin tener en cuenta lo difícil que supongas que sean ¿sí?  

—Ya no te preocupes. Ya no se me volverá a ocurrir. Puedes estar tranquilo. —dijo, se levantó de la mesa y subió a su cuarto. Héctor suspiró profundamente y miró a Cándida que no había hecho nada más que observarlos sin decir nada.

—Siento mucho lo que acaba de presenciar, es que esa chica...  

—No tienes por qué darme explicaciones, —le tranquilizó Cándida —sé lo difícil que te resulta trabajar para ella, pero estoy segura de que no vas a rendirte todavía ¿verdad?

Héctor la miró casi perdido y un poco más relajado, negó con la cabeza. Iba a continuar un poco más por si valía la pena, aunque acababa de confirmar que para nada era la chica que recordaba. Le dedicó una de sus hermosas sonrisas y salió al patio.

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