25 de Diciembre, 19:30 horas.
Esmeralda bufaba cansada. Su hermana mayor era obsesiva con los detalles y esa noche estaba más insoportable que nunca. -Solo iré al hotel por mi premio y regresaré. No entiendo por qué debo arreglarme tanto- Se quejó, pero eso no detuvo a Lourdes en su tarea de embellecerla Usando un vestido verde a la altura de las rodillas y unos preciosos tacones negros, Esmeralda observó su imagen en el espejo. Se veía muy bella, pero lo creía excesivo. Dos días atrás, ella había resultado favorecida con uno de los tantos premios que la empresa donde llevaba ocho meses trabajando sorteaba cada año en esas fechas. Ella necesitaba el dinero y sentía que el premio que recibiera le ayudaría a salir de la catastrófica situación económica que atravesaba. Con mucho esmero, finalmente su hermana terminó por estar satisfecha con el resultado y luego de darle un abrigo largo que la protegiera del frío invierno la acompañó a la puerta de entrada. Allí la abrazó como siempre hacía y le deseó suerte. Cuando el taxi llegó a buscarla, Esmeralda dió la dirección del hotel de lujo donde debía ir. Sus nervios estaban a flor de piel y sentía la necesidad de morder sus uñas, un tic nervioso al que recurría tantas veces para tranquilizarse. Le dió dinero al chofer y descendió del vehículo. ¿Cuando había podido ir a un hotel así? Jamás, nunca había ido a uno ni de media estrella, mucho menos a uno de cinco. A sus veinticinco años no hacía nada más que trabajar para intentar salir de la enorme cantidad de deudas que parecían acumularse en su contra. Se sintió perdida en recepción, ¿A quién tenía que ver allí? Dudaba que alguien supiera de la existencia del premio. -Bienvenida señorita- La recepcionista de mediana edad la saludó con amabilidad y ella se acercó con el sobre en las manos -Buenas noches. Vine por esto pero no sé dónde tengo que ir con exactitud- Entregó el sobre y la recepcionista sonrió -Esmeralda Starling, ¿Me permite su identificación?- Aquello no la sorprendió, así que la buscó en su bolso y se la enseñó sin demora Haciendo una seña a otro empleado, la escoltaron a la habitación 219. -Hemos llegado señorita, que disfrute su velada. Si usted o su acompañante necesitan algo no dude en llamarnos- ¿Acompañante? Pensó A principios de Diciembre, había comprado un número para participar en un sorteo, el único y más importante del año. Lo recaudado era destinado a caridad. Los premios de dicho sorteo eran muy importantes y costosos, aunque también había algunos sobres que no ofrecían detalles, tal como el suyo. Esmeralda había recibido las indicaciones el día anterior y se había mantenido ansiosa desde entonces. Frente a la habitación pensaba en quien estaría allí, ¿Qué clase de premios se entregaban en una lujosa habitación de hotel? Sea cuál fuere no estaba segura de lo que sucedería. Abrió la puerta y entró fingiendo seguridad, una que claramente no tenía. Observó la habitación, tan grande como el apartamento que compartía con su hermana y sobrinos. Lo más impactante fue ver a un hombre vistiendo un traje negro de espaldas, contemplando las vistas de la ciudad. -Buenas noches- Saludó esperando terminar con aquella situación extraña El hombre se dió la vuelta y la recorrió con su mirada. El abrigo no permitía ver demasiado, pero ya la había investigado previamente. Su cita era una bellísima mujer del área de contabilidad. Sus cabellos cobrizos caían sueltos llegando a media espalda. Aquella noche se veía aún más hermosa, el maquillaje resaltaba sus hermosos ojos verdes y también sus labios carnosos. -¿Señor Gilmore?- Preguntó Esmeralda recuperándose de la sorpresa inicial. De pie, acercándose a ella estaba Kenton Gilmore, un guapo millonario, su jefe -Señorita Starling, no hace falta ser formales aquí. No estamos en horario de oficina. Llámeme Kenton y yo me permitiré tutearla, ¿Le parece correcto?- Asintió con más dudas que al entrar al hotel -Está bien. Feliz Navidad- ¿Que más podría decirle? -Feliz Navidad, Esmeralda. En unos minutos servirán la cena para nosotros- Aquello era aún más extraño Kenton fue servicial y caballeroso al ayudarle a quitar su abrigo y también al servirle una copa de champaña. La cena fue servida y se obligó a disfrutarla, ¿Qué más podría hacer? Estaría siendo descortés si la rechazaba y sentía en peligro recibir su premio. Así pidiera ser tuteado, quien estaba con ella era el CEO y sentía latente su despido si cometía equivocaciones. Durante la cena sintió la penetrante mirada de su jefe, quien siempre le pareció un desgraciado. Jamás miraba a sus empleados de poca jerarquía y si uno de ellos debía ir a su oficina jamás lo escuchaba decir gracias. Era inteligente y endemoniadamente guapo, pero no sé sentía impresionada, sino más bien intimidada e incómoda. Kenton comía con elegancia y rellenaba su copa. Tenía modales después de todo, debió admitir. -Cuéntame sobre ti, Esmeralda- Aquello era casi tan extraño como recibir un desconocido premio en una habitación de un hotel de lujo -Mi vida no es muy interesante. No hay mucho por decir- Aquello era mentira, principalmente porque todo lo que había que contar no era muy bueno- Trabajo en su empresa hace ocho meses Kenton observó sus reacciones y supo que era una mujer reservada. ¿Podría ella ser más adecuada? No veía de que forma. Hermosa, sensual, reservada y sobre todo muy discreta. Ella parecía separar el trabajo del placer, lo cual era demasiado atractivo. Se consideraba un experto tratando con el sexo opuesto y eso se debía a su interminable lista de conquistas. -Ya veo- Admitió con una sonrisa que no anunciaba nada bueno, al menos así lo creyó Esmeralda El "tirano" siendo amable y riendo, ¿Quien lo creería? Tal vez si se pellizcaba se daría cuenta que estaba teniendo un sueño que encabezaría el top uno en extraños. Los minutos transcurrían y con ellos la llegada del postre y una nueva botella de fina champaña. ¿Sería apropiado decirle al CEO que quería volver a casa? ¿Cuánto tiempo más estaría allí con él esperando su premio? Decidió esperar, ¿Qué otra opción tenía? Su hermana la mataría si le contaba no haber comido un menú de lujo como ese. Cuando terminó el postre se sintió esperanzada, recibiría su premio y estaba más ansiosa que antes. Lo aceptaría, agradecería y se iría a casa. Por la mañana lo vendería y usaría el dinero para pagar las deudas que había heredado junto a su hermana. Para Kenton aquella noche sería una muy interesante. Tendría un cuerpo cálido con él cual compartir la cama después de una noche de pasión. Su experiencia y gran lista de conquistas confirmaba que Esmeralda tendría la noche más placentera de su vida. ¿Qué mujer se resistiría a él? Guapo y millonario, irresistible. Él esperaba que Esmeralda diera el primer paso, pero ella aún seguía en guardia, su lenguaje corporal hablaba en lugar de ella. Sus manos y sus hombros parecían tensos, apenas si pestañeaba, estaba ansiosa, nerviosa. -¿Deseas más champaña?- Preguntó él listo para llamar al servicio de habitaciones al terminar el postre -No, gracias- Rechazó educadamente y suspirando profundamente reunió valor para reclamar su premio, solamente estaba allí por eso Kenton no le resultaba agradable, más bien todo lo contrario. Los modales que había mostrado eran fingidos porque las veces que había tenido que ir a su oficina le había hecho un ademán para que se retirara casi tan pronto como el informe era depositado en su costoso escritorio. ¿Por qué estaba siendo especialmente amable esa noche? Tal vez amaba la Navidad, aunque le parecía increíble que él pudiera amar algo. -Señor, no pretendo ser maleducada, pero ya hemos cenado y realmente no logro visualizar lo que gané- Rompió el silencio ganando una mirada cargada de incredulidad del CEO -Una cena conmigo, cualquier mujer se sentiría afortunada- Con pasos felinos y una sonrisa que bajaría las bragas de cualquier mujer se acercó- Además podríamos pasar la noche juntos -No es gracioso, señor Gilmore. Exijo saber cuál es el dichoso premio- Ella se sentía furiosa y humillada, colérica -¿No lo crees suficiente? Muy bien, podemos negociarlo. Quédate conmigo y tendrás además de una maravillosa experiencia una suma de dinero para nada despreciable- Se acercó más creyendo que eso cerraría el trato -Es usted despreciable- Lo apartó dándole un fuerte empujón- Tenga usted una feliz Navidad Furiosa por haber gastado dinero en la compra de un número que no había valido nada y por creer que perdería su trabajo por no haber dormido con ese despreciable hombre salió del hotel. Volvió a maldecir cuando debió pagar un taxi que la llevara a casa. Jamás se había sentido más humillada en toda su vida y había gastado su preciado dinero para eso.25 de Diciembre 23:35 horas Esmeralda estaba de camino a su apartamento más que avergonzada. Aún en su mente persistía el recuerdo del grandísimo sorteo y lo emocionada que se sintió al ser una de las ganadoras. Ella había comenzado a trabajar en la compañía hacía menos de un año. Al comenzar el mes de diciembre los murmullos y la emoción de sus compañeros de trabajo eran constantes y no comprendía por qué. Samantha, una joven que trabajaba en su departamento de contabilidad le había explicado el por qué la emoción de todos. La empresa Gilmore siempre había destinado dinero a obras de caridad a favor de los niños desprotegidos y con enfermedades graves. Aunque tenían muchísimo dinero para varias vidas, también ayudaban a quien lo necesitara en varias ocasiones. El mes de diciembre era muy esperado por todos. Los sorteos que organizaba la empresa para premiar a los trabajadores por su compromiso y también para motivarlos a donar a obras benéficas eran estupendos. Kenton G
La alarma sonó con insistencia y Esmeralda la apagó con deseos de permanecer en la cama. El pequeño Alvarito dormía acurrucado a su cuerpo y por primera vez sintió envidia de ese pequeño ángel. Debía de ser lindo no tener preocupaciones ni un posible despido por no acostarse con su jefe en Navidad. Más que furiosa con el recuerdo, llevó a su sobrino con Lourdes y se encerró en el minúsculo baño para asearse e ir a trabajar. Se sentía intranquila, un manojo de nervios con piernas. El corazón le latía desbocado dentro del pecho y tenía un mal presentimiento que con el correr de los minutos se volvía peor. En la empresa Gilmore las mujeres podían escoger entre vestir un traje con falda tubo o pantalón. Muchas empleadas guapísimas usaban falda así se les congelara hasta la última terminación nerviosa del cuerpo. Esmeralda había usado su falda en invierno, solo cuando sus sobrinos manchaban su pantalón entallado, algo que ocurría con mucha frecuencia. -¿Mostrar las piernas sabi
Kenton buscaba con desesperación concentrarse en el documento que tenía frente a él. El recuerdo del rechazo de Esmeralda y no una, sino ¡Dos veces! en menos de veinticuatro horas era insólito. ¿Cómo se atrevía? Además de su osadía al decir que era lesbiana. Él era generoso, complaciente. Victoria, a quien habían apodado Vampiro era su amante más antigua, la que tenía el título de oficial. Él era un hombre práctico, seguro de si mismo y en momentos de gran estrés perezoso para buscar una nueva mujer. Siempre Victoria estaba disponible, a una llamada de distancia y haría lo que fuera por complacerlo. Aquella mañana era particularmente dura y su humor empeoraba a cada minuto a causa de esa hermosa mujer que se atrevió a rechazarlo y hasta a desafiarlo. ¿Ella creía que se lo pondría fácil y la despediría? Ella no tenía ni idea, pero estaba equivocada. Con frustración dejó los papeles de lado. Así lo intentara no lograba concentrarse. Su mano derecha reprimió una sonrisa y lo miró
27 de Diciembre. Alvarito había tenido una mala noche. La salida de sus dos primeros dientecitos lo tenían muy molesto y eso además de dolor le había producido fiebre. Lourdes, su madre, estaba agotada y Esmeralda dispuesta a ayudarla así no se lo hubiese pedido. Lourdes había llorado al darle el pecho a su hijo. En un intento de aliviar su dolor, el pequeño, la había mordido varias veces. Ella anhelaba amamantarlo y necesitaba hacerlo porque no podía pagar la leche de fórmula. Esmeralda lloró mientras se duchaba para ir más despejada a trabajar. No podía ver a su hermana sufrir, de ninguna manera. Ella aún no superaba el amor que sentía por el fallecido padre de sus hijos y además no podía pagar por estar mejor junto a los niños. Dylan iba a la escuela y comprar sus útiles era caro, los pañales de Álvaro eran demasiado costosos también. Maldijo su pobreza y las limitaciones a las que estaban sometidos. -Maldita sea esta vida- Esmeralda repitió una y otra vez Casi sin h
A Esmeralda el sueño y el cansancio que sentía por haber pasado parte de la noche en vela al cuidado de su sobrino, parecía haberla abandonado. Jamás había sentido una descarga mas grande de adrenalina que la que había experimentado en el despacho de su jefe minutos atrás. Casi que podía reírse de la confusión del señor Gilmore cuando le confesó estar locamente enamorada de la señorita Ferguson. Si el supiera que no sabía ni el nombre de esa antipática secretaria tal vez le haría la vida de cuadritos, pero él no tenía por qué enterarse. Kenton caminaba como un león enjaulado, de nuevo, intentando disipar su mal genio. ¡No podía creerlo! A la mujer que deseaba llevarse a la cama le gustaba su secretaria. Él había dormido con ella y, aunque guapa, no era muy encantadora. ¿Qué podía tener de especial? -¡Ferguson!- Gritó con más fuerza de la debida haciendo que la pobre secretaria tirara el lapicero al suelo y él teclado del computador. Le había dado un susto de muerte Acomodando
Para Esmeralda su agotamiento había pasado a ser un tema del pasado. Al llegar al apartamento que compartía con su hermana y sobrinos, ella debía mostrarse renovada y feliz. ¿Importaba estar agotada? No lo hacía. Lourdes había perdido al hombre que amaba y estar intentando criar a dos hijos sola no era tarea fácil. Esmeralda sabía cuánto su hermana sufría, pero ¿Acaso ella no lo hacía también? Por momentos habia notado sus ojos llorosos y enrojecidos mientras miraba a los niños y a la foto del padre de ellos. -¿Pedimos pizza?- Preguntó Esmeralda intentando animar a su hermana y sobrino mayor El pequeño de siete años no era muy consciente de lo que ocurría, mucho menos de lo difícil que era para su madre estar atenta a sus necesidades cuando no podía con su alma. Su tía Esmeralda lo era todo en los momentos donde se sentía ignorado por su madre. Esmeralda escuchaba los lamentos de su sobrino, mientras veía a su hermana sumida en la tristeza mirando con añoranza la imagen dond
Kenton miraba los papeles que descansaban en su escritorio sin verlos realmente. Había intentado leer uno de ellos varias veces, pero estaba desconcentrado. Él rememoraba lo ocurrido con Esmeralda. -¿Revisaste la propuesta?- El vicepresidente había esperado por varios minutos, pero Kenton no lo había notado -No te escuché llegar. Estaba pensando- Contestó apartando los papeles -Eso me queda más que claro. Ya la revisé yo y evalué pros y contras. ¿Tiene algo que ver la señorita Starling en tu momentánea estupidez?- Se burló sabiendo la respuesta -La besé y la lastimé. Le di dinero, pero aún sigue sin aceptar lo que le ofrezco- Con frustración y desespero manifestó la realidad -¿Cómo es eso de que la lastimaste? ¿De que manera?- El solamente había roto algunos corazones, pero jamás había lastimado físicamente a nadie -La mordí con más fuerza de la que quise y le di dinero por eso. ¿Crees que sea suficiente para invitarla a salir? Es decir, si ella comprende que le pagaré
Esmeralda volvió a casa. Tener que negarse a la cena no había resultado difícil, pero presentía que su jefe no se daría por vencido tan fácilmente. ¿Por qué no volvía con su querida vampiro y la dejaba en paz? Ella ni siquiera lo había besado ni lo había mirado como las empleadas que suspiraban por él. -¿Cómo te fue hoy?- Lourdes le preguntó preocupada con el presentimiento de que algo malo estaba ocurriendo -No fue un mal día. Lo normal, números y más números- Restó importancia para no preocuparla Esmeralda notó que había una fotografía más en la pared y sonrió con tristeza. Lourdes seguía aferrada al recuerdo de su ex. Él había sido un buen hombre en toda la extensión de la palabra y en verdad había amado a su hermana. En aquella fotografía podía notar el amor entre los dos, pero a diferencia del amor que habían tenido sus padres, el de ellos era sano. -Trabajas mucho y te estás esforzando aún más, pero no pareces feliz- Lourdes la hizo volver al presente y alejarse así de los