25 de Diciembre 23:35 horas
Esmeralda estaba de camino a su apartamento más que avergonzada. Aún en su mente persistía el recuerdo del grandísimo sorteo y lo emocionada que se sintió al ser una de las ganadoras. Ella había comenzado a trabajar en la compañía hacía menos de un año. Al comenzar el mes de diciembre los murmullos y la emoción de sus compañeros de trabajo eran constantes y no comprendía por qué. Samantha, una joven que trabajaba en su departamento de contabilidad le había explicado el por qué la emoción de todos. La empresa Gilmore siempre había destinado dinero a obras de caridad a favor de los niños desprotegidos y con enfermedades graves. Aunque tenían muchísimo dinero para varias vidas, también ayudaban a quien lo necesitara en varias ocasiones. El mes de diciembre era muy esperado por todos. Los sorteos que organizaba la empresa para premiar a los trabajadores por su compromiso y también para motivarlos a donar a obras benéficas eran estupendos. Kenton Gilmore no escatimaba en gastos. Los premios variaban, desde automóviles, días de spa, viajes, electrodomésticos y joyas, hasta sobres misteriosos. Tan solo dos días antes de Navidad, la empresa organizó una fiesta donde se darían a conocer los ganadores de tan importante sorteo. Samantha había ganado un viaje al Caribe para ella y un acompañante por una semana completa. Faltando solo diez premios por entregar, Esmeralda fue favorecida con uno de los sobres misteriosos. Esmeralda no estaba interesada en un viaje o un día de spa. Ella y su hermana habían heredado deudas de sus padres y aunque intentaban disminuirlas, eso no era tarea fácil y los intereses no dejaban de subir. Aquel año, una cena con el CEO y el vicepresidente habían sido incluidas en el sorteo. ¿Qué mujer no querría tener la oportunidad de cenar en una suite de lujo con un hombre guapísimo? Kenton se creía irresistible, ¿No era eso lo que decían las revistas del corazón? Mientras Esmeralda ansiaba llegar a la tranquilidad de su apartamento, Kenton se sentía frustrado, excitado y molesto. Su ego fue severamente herido, ¿Quien se atrevería a rechazarlo? Debía conseguir que esa obstinada mujer aceptara estar en su cama. Esmeralda se sentía demasiado enojada, furiosa y humillada. ¿Cómo miraría a su hermana a los ojos? Sus pobres sobrinos podrían haber disfrutado el dinero que invirtió en ese estúpido número. Su Navidad fue triste porque otro año no había podido salir de deudas y darle a sus sobrinos todo lo que merecían. ¡No era justo! El pequeño Dylan tenía siete años y Álvaro apenas tenía seis meses.. Lourdes era madre soltera, el padre de sus hijos no era adinerado y había fallecido en un accidente de tráfico cuando se enteró que nuevamente estaba embarazada. Ella debió dar a luz sin tener al padre de sus hijos. Esmeralda se sentía abrumada, cansada. Solamente tenía a su hermana y sobrinos. Así ella debiera trabajar de sol a sol lo haría por ayudarlos. Todo su dinero era destinado al pago de deudas y lo que sobraba para los gastos de su apartamento y para ayudar a sus sobrinos. Esmeralda no sabía que le diría a su hermana, ¿Cómo le explicaría que el premio fue una cena con su jefe y que él le había ofrecido dinero por una noche de sexo? Ella no deseaba entregarse a él, su cuerpo no era una propiedad que podría alquilarse o venderse, eso no era negociable. El taxi llegó a destino y Esmeralda pagó dándole una pequeña propina al chófer. Le deseó feliz Navidad y entró a su edificio. Deseó que su hermana estuviese dormida para tener más horas para calmarse y enfrentar sus preguntas. Lourdes estaba meciendo a su hijo pequeño para poder ir a la cama y descansar cuando vió a Esmeralda llegar. Ella pretendía no hacer ruido e ir directamente a la cama. -Cuéntame, ¿Qué fue lo que ganaste?- Preguntó con emoción y Esmeralda no fue capaz de ocultar su tristeza -El premio era cenar con mi jefe, ¿Te lo puedes creer? Creo que perdí mi empleo- Aquel era un miedo latente porque ellas dependían de ese dinero -Bueno, al menos pudiste cenar con alguien guapo. Ese hombre es todo un bombón, no puedes negarlo- Alzó una ceja en dirección a su hermana menor -¿Cómo esperas que disfrute una cena con ese hombre? ¿Enloqueciste? Cree que nadie es merecedor de su agradecimiento y además carece de modales. Si le decía sus verdades acababa despedida y ahora creo que es lo que conseguí por mostrar mi disgusto al preguntar por mi premio- Lourdes decidió guardar silencio. Su hermana tenía razón -¿Al menos te dió dinero para el taxi? Esmeralda pensó en todo lo que su jefe deseaba darle, pero nada de eso era dinero para el taxi precisamente. Era un hombre de negocios que podía pagar por placer, pero no un simple taxi si la mujer en cuestión se negaba a ocupar su cama. Si Kenton Gilmore antes del mes de diciembre era dueño de su desprecio, desde esa noche se había ganado su odio. -No me dió nada. Él creyó que yo estaría feliz de estar allí con él. No sé que mujer sea capaz de soportarlo, además de la "Vampiro", claro- Con desgano recordó a la mujer que siempre se mostraba con su jefe -Un hombre tan guapo con esa mujer. No sé cómo puede ser tan inteligente y tan estúpido, ¿Quien entiende a los ricos?- Lourdes bromeó, no quería que su hermana siguiera afligida -¿Verdad? Perdóname. Si yo no hubiese comprado ese número, podríamos haber usado ese dinero para los niños- En su voz se notaba lo afligida que estaba y Lourdes tragó el nudo en su garganta provocado por la tristeza- Iré a dormir, ¿Quieres que lo lleve conmigo así tu descansas? Esmeralda no esperó la respuesta de su hermana y se llevó a su pequeño sobrino a su cuarto. Viéndolo dormir varios minutos después, lloró en silencio. Podría haber usado mejor el dinero en vez de perderlo con su jefe. También pensó en cuánto dinero habría obtenido si aún estuviera en esa suite y desechó la idea. Así necesitaran el dinero, las hermanas Starling eran mujeres respetables. Pese al mal ejemplo que habían tenido en su crianza, ellas habían logrado tomar buenos caminos y darse a respetar. Esmeralda dejó su traje listo para ir a la empresa la mañana siguiente y se concentró en dormir. Imaginó distintos escenarios que podrían ocurrir tan solo horas después. ¿Kenton daría la orden de no permitirle entrar a la empresa? Era probable, pero si se atrevía a despedirla le haría un escándalo que nadie olvidaría, claro que si. Ella era una trabajadora impecable, profesional y dedicada. Su cuerpo desnudo no tenía por qué formar parte de su desempeño laboral. Lo que Esmeralda desconocía era que su rechazo había despertado un fuerte deseo en su jefe y que él no la dejaría en paz hasta obtener lo que tanto ansiaba. Lo que Kenton quería, él lo conseguía y Esmeralda no sería la excepción. Aunque él desconocía lo difícil que podría resultar.La alarma sonó con insistencia y Esmeralda la apagó con deseos de permanecer en la cama. El pequeño Alvarito dormía acurrucado a su cuerpo y por primera vez sintió envidia de ese pequeño ángel. Debía de ser lindo no tener preocupaciones ni un posible despido por no acostarse con su jefe en Navidad. Más que furiosa con el recuerdo, llevó a su sobrino con Lourdes y se encerró en el minúsculo baño para asearse e ir a trabajar. Se sentía intranquila, un manojo de nervios con piernas. El corazón le latía desbocado dentro del pecho y tenía un mal presentimiento que con el correr de los minutos se volvía peor. En la empresa Gilmore las mujeres podían escoger entre vestir un traje con falda tubo o pantalón. Muchas empleadas guapísimas usaban falda así se les congelara hasta la última terminación nerviosa del cuerpo. Esmeralda había usado su falda en invierno, solo cuando sus sobrinos manchaban su pantalón entallado, algo que ocurría con mucha frecuencia. -¿Mostrar las piernas sabi
Kenton buscaba con desesperación concentrarse en el documento que tenía frente a él. El recuerdo del rechazo de Esmeralda y no una, sino ¡Dos veces! en menos de veinticuatro horas era insólito. ¿Cómo se atrevía? Además de su osadía al decir que era lesbiana. Él era generoso, complaciente. Victoria, a quien habían apodado Vampiro era su amante más antigua, la que tenía el título de oficial. Él era un hombre práctico, seguro de si mismo y en momentos de gran estrés perezoso para buscar una nueva mujer. Siempre Victoria estaba disponible, a una llamada de distancia y haría lo que fuera por complacerlo. Aquella mañana era particularmente dura y su humor empeoraba a cada minuto a causa de esa hermosa mujer que se atrevió a rechazarlo y hasta a desafiarlo. ¿Ella creía que se lo pondría fácil y la despediría? Ella no tenía ni idea, pero estaba equivocada. Con frustración dejó los papeles de lado. Así lo intentara no lograba concentrarse. Su mano derecha reprimió una sonrisa y lo miró
27 de Diciembre. Alvarito había tenido una mala noche. La salida de sus dos primeros dientecitos lo tenían muy molesto y eso además de dolor le había producido fiebre. Lourdes, su madre, estaba agotada y Esmeralda dispuesta a ayudarla así no se lo hubiese pedido. Lourdes había llorado al darle el pecho a su hijo. En un intento de aliviar su dolor, el pequeño, la había mordido varias veces. Ella anhelaba amamantarlo y necesitaba hacerlo porque no podía pagar la leche de fórmula. Esmeralda lloró mientras se duchaba para ir más despejada a trabajar. No podía ver a su hermana sufrir, de ninguna manera. Ella aún no superaba el amor que sentía por el fallecido padre de sus hijos y además no podía pagar por estar mejor junto a los niños. Dylan iba a la escuela y comprar sus útiles era caro, los pañales de Álvaro eran demasiado costosos también. Maldijo su pobreza y las limitaciones a las que estaban sometidos. -Maldita sea esta vida- Esmeralda repitió una y otra vez Casi sin h
A Esmeralda el sueño y el cansancio que sentía por haber pasado parte de la noche en vela al cuidado de su sobrino, parecía haberla abandonado. Jamás había sentido una descarga mas grande de adrenalina que la que había experimentado en el despacho de su jefe minutos atrás. Casi que podía reírse de la confusión del señor Gilmore cuando le confesó estar locamente enamorada de la señorita Ferguson. Si el supiera que no sabía ni el nombre de esa antipática secretaria tal vez le haría la vida de cuadritos, pero él no tenía por qué enterarse. Kenton caminaba como un león enjaulado, de nuevo, intentando disipar su mal genio. ¡No podía creerlo! A la mujer que deseaba llevarse a la cama le gustaba su secretaria. Él había dormido con ella y, aunque guapa, no era muy encantadora. ¿Qué podía tener de especial? -¡Ferguson!- Gritó con más fuerza de la debida haciendo que la pobre secretaria tirara el lapicero al suelo y él teclado del computador. Le había dado un susto de muerte Acomodando
Para Esmeralda su agotamiento había pasado a ser un tema del pasado. Al llegar al apartamento que compartía con su hermana y sobrinos, ella debía mostrarse renovada y feliz. ¿Importaba estar agotada? No lo hacía. Lourdes había perdido al hombre que amaba y estar intentando criar a dos hijos sola no era tarea fácil. Esmeralda sabía cuánto su hermana sufría, pero ¿Acaso ella no lo hacía también? Por momentos habia notado sus ojos llorosos y enrojecidos mientras miraba a los niños y a la foto del padre de ellos. -¿Pedimos pizza?- Preguntó Esmeralda intentando animar a su hermana y sobrino mayor El pequeño de siete años no era muy consciente de lo que ocurría, mucho menos de lo difícil que era para su madre estar atenta a sus necesidades cuando no podía con su alma. Su tía Esmeralda lo era todo en los momentos donde se sentía ignorado por su madre. Esmeralda escuchaba los lamentos de su sobrino, mientras veía a su hermana sumida en la tristeza mirando con añoranza la imagen dond
Kenton miraba los papeles que descansaban en su escritorio sin verlos realmente. Había intentado leer uno de ellos varias veces, pero estaba desconcentrado. Él rememoraba lo ocurrido con Esmeralda. -¿Revisaste la propuesta?- El vicepresidente había esperado por varios minutos, pero Kenton no lo había notado -No te escuché llegar. Estaba pensando- Contestó apartando los papeles -Eso me queda más que claro. Ya la revisé yo y evalué pros y contras. ¿Tiene algo que ver la señorita Starling en tu momentánea estupidez?- Se burló sabiendo la respuesta -La besé y la lastimé. Le di dinero, pero aún sigue sin aceptar lo que le ofrezco- Con frustración y desespero manifestó la realidad -¿Cómo es eso de que la lastimaste? ¿De que manera?- El solamente había roto algunos corazones, pero jamás había lastimado físicamente a nadie -La mordí con más fuerza de la que quise y le di dinero por eso. ¿Crees que sea suficiente para invitarla a salir? Es decir, si ella comprende que le pagaré
Esmeralda volvió a casa. Tener que negarse a la cena no había resultado difícil, pero presentía que su jefe no se daría por vencido tan fácilmente. ¿Por qué no volvía con su querida vampiro y la dejaba en paz? Ella ni siquiera lo había besado ni lo había mirado como las empleadas que suspiraban por él. -¿Cómo te fue hoy?- Lourdes le preguntó preocupada con el presentimiento de que algo malo estaba ocurriendo -No fue un mal día. Lo normal, números y más números- Restó importancia para no preocuparla Esmeralda notó que había una fotografía más en la pared y sonrió con tristeza. Lourdes seguía aferrada al recuerdo de su ex. Él había sido un buen hombre en toda la extensión de la palabra y en verdad había amado a su hermana. En aquella fotografía podía notar el amor entre los dos, pero a diferencia del amor que habían tenido sus padres, el de ellos era sano. -Trabajas mucho y te estás esforzando aún más, pero no pareces feliz- Lourdes la hizo volver al presente y alejarse así de los
Esmeralda volvió a la empresa y lo hizo con la certeza de que sería despedida finalmente por rechazar de todas formas a su insistente jefe. Antes de dar por terminada su jornada laboral, Kenton mandó a llamar a su esquiva empleada, pero por primera vez no solicitó un informe que justificara su visita a la presidencia. Esmeralda llegó y sin esperar ser anunciada entró a la oficina. Kenton no estaba en su escritorio, sino que había ido a la oficina de vicepresidencia para firmar unos papeles. Cuando la puerta fue abierta ella esperó encontrarse con su jefe, pero nada la sorprendería más que oir la voz de su sobrino. -¿Tia? Wow que pasada, ¿Aquí trabajas?- El niño empezó a mirar cada lugar y se sentó en la cómoda silla giratoria de Kenton -No, ¿Que haces aquí? Esta es la oficina de mi jefe y se molestará mucho si te ve aquí- La puerta fue abierta y Esmeralda se puso de pie -Hola Esmeralda, ¿Quien eres tu?- Miró al niño ocupando su silla con cierta molestia -¿Quién es usted?-