Valery Lewis, una joven de 23 años, de largos cabellos rubios y ojos azules tan profundos como el océano, esconde un secreto que la hace diferente a los demás. No es un talento, ni una maldición… es un don inquietante dado por su sangre: puede predecir la muerte de cualquier persona que desee.
Desde siglos atrás, cuando era pequeña, aprendió a vivir con ello. Lo aceptó sin cuestionarlo demasiado y, con el tiempo, dejó de afectarle. No le importaba cómo, cuándo ni dónde ocurría el destino de los demás. Para ella, la vida y la muerte eran solo dos caras de la misma moneda, algo inevitable que no debía perturbar su tranquilidad.
Se acostumbró a mantener distancia de las personas, a no encariñarse, a no sentir. La soledad se convirtió en su refugio, en su zona segura. ¿Para qué formar lazos si, tarde o temprano, todo acaba?
Pero entonces, él apareció.
Adeus Shalow. Un chico de cabello castaño y ojos color miel, con una sonrisa capaz de iluminar hasta el día más gris. Su sola presencia parecía hecha para atraer a los demás, para encantar sin esfuerzo. No importaba quién fuera, Adeus siempre tenía una palabra amable, una broma a tiempo o un gesto sincero que lograba quedarse en la memoria de todos.
Menos en la de Valery.
O eso quería creer.
Al principio, intentó ignorarlo. Su simpatía le resultaba irritante, su insistencia, molesta. Pero Adeus nunca se rindió. No importaba cuántas veces lo rechazara con miradas frías o palabras cortantes, él seguía allí, como si nada de eso le afectara. Y un día, sin siquiera darse cuenta, Valery dejó de verlo como un simple chico molesto y comenzó a sentir algo diferente.
Algo que la aterrorizó.
Porque, por primera vez en su vida, el destino de alguien le importaba.
Cuando comenzaron a llegar amenazas anónimas dirigidas a Adeus, Valery sintió un miedo desconocido. Una angustia que la llevó a tomar una decisión peligrosa: usar su don para salvarlo. Sabía que interferir con el destino traía consecuencias… pero no le importaba. No podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo la única persona que había logrado derribar sus barreras corría peligro.
Y entonces, todo cambió.
Aquello que parecía un simple juego del destino se convirtió en una batalla contra lo inevitable. Cada paso que daba para protegerlo la acercaba más a un desenlace que jamás imaginó. No era solo Adeus quien estaba en riesgo… ella también lo estaba.
Pero el miedo ya no importaba.
Al principio, su relación era un constante choque de opuestos. Valery, con su frialdad y su indiferencia, intentaba mantenerlo alejado. Adeus, con su calidez y su insistencia, se negaba a rendirse. Ella lo apartaba, él volvía. Ella lo ignoraba, él la hacía reír. Y, sin saber cuándo ni cómo, la distancia entre ellos desapareció.
Se convirtieron en algo más que conocidos, más que amigos. Eran dos almas distintas, con mundos opuestos, que de algún modo encontraron un punto en común.
Dicen que los polos opuestos se atraen… Valery jamás creyó en esas palabras, pero Adeus estaba logrando cambiar su manera de ver las cosas.
Él era la única persona capaz de hacerla dudar de su propio destino.
Él era la única persona por la que estaba dispuesta a arriesgarlo todo… incluso su propia vida.
"Ser consiente que hacemos daño, no es suficiente...Tratar de no hacerlo, es imposible...Pero estar junto a ese alguien cuando lo necesita, vale oro..."Hoy empiezo mi segundo año en la universidad. No es algo que me emocione particularmente, pero tampoco es que tenga otra opción. La rutina sigue su curso, y yo me limito a seguirla. No hay reencuentros emocionantes para mí, ni charlas nostálgicas sobre las vacaciones. Prefiero mantenerme al margen, como siempre lo he hecho. La gente es efímera. ¿Para qué encariñarse con alguien cuando sé exactamente el momento en que dejará de existir?Me observo en el espejo del baño mientras el vapor de la ducha aún cubre parte del reflejo. Mi cabello, largo y rubio como hilos de oro, cae húmedo sobre mis hombros, formando ondas naturales que brillan bajo la luz del tocador. Es de un tono peculiar, no demasiado claro ni demasiado oscuro, con reflejos dorados que parecen cambiar dependiendo del ángulo en el que caiga la luz. A veces me pregunto si r
Suspiro pesadamente y decido devolverle la cortesía.—¿Y tú? —pregunto mientras saco un cuaderno de mi bolso.Él sonríe ampliamente, como si mi simple pregunta le alegrara el día.—Bien —dice, pero su mirada brilla con algo más—. ¿Qué harás esta tarde?Alzo una ceja, desconfiada.—Nada —respondo.—¿Quieres ir por un helado?Lo miro con más atención. Desde que terminamos, hace tres meses y medio, ha estado buscando la manera de acercarse otra vez. De alguna forma, intenta volver a "enamorarme". Lo peor de todo es que, en cierto modo, nunca dejó de tenerme.Aunque realmente jamás estuve enamorada de él.Pero no importa cuánto me agradaba, lo que pasó no se borra. Una infidelidad es una infidelidad, sin importar las excusas. No puedo hacer como si nada hubiera pasado.—¿En serio? —pregunto, cansada.Él asiente, pero su expresión cambia, se torna más seria, casi vulnerable.—Como amigos —dice en voz baja—. Al menos como eso.Baja la mirada, como si temiera mi respuesta.Respiro hondo. Sé q
"Amigos o enemigos...¿De que sirven si al final quedas solo y no hay nada que puedas hacer?Por eso... No te aconsejo querer de verdad porque al final te abandonan en el peor de los momentos"Llego al mismo lugar de siempre, el único sitio donde siento que realmente puedo desconectarme del mundo. Antes de acomodarme, saco mi teléfono y cambio la música a algo más intenso: Darkside, Who Am I, Tomboy, Control… canciones con las que, de una forma u otra, a veces me identifico.Camino con paso tranquilo hasta un gran árbol que ya considero mío. Me siento bajo su sombra, dejando mi bolso a un lado. Extraigo mi teléfono de él, más que nada para tener la hora a la vista, y luego me acomodo, cerrando los ojos. La brisa de la mañana/tarde acaricia mi piel, un contraste perfecto con la melodía que llena mis oídos. Es en momentos como este cuando disfruto la soledad más que nunca.Después de un rato en paz, un cosquilleo en mi nariz interrumpe mi tranquilidad. Arrugo la frente, casi segura de qu
—¿Hola? —me quito los auriculares, dejandolos en la palma de mi mano y los hago sonar con un movimiento impaciente—. ¿Interrumpo? —digo, casi sin interés, mientras camino hacia Erick. Mi voz es baja y calculada.Él no parece sorprenderse, pero aún así se acerca más y, sin previo aviso, besa mi mejilla con la misma familiaridad de siempre.—¿Qué mosco te picó? —suelto con sarcasmo, frunciendo un poco el ceño, pero sin desviar la mirada.El susurro del murmullo entre los estudiantes en el aula se hace más fuerte, y noto a Clara aún tirada en el suelo, sin mover un dedo, como si el mundo no fuera más que una obra para ella.—¿Y a ti? ¿Qué terremoto te tumbó que aún no te levantas? —mi tono es casi burlón, y no puedo evitar sonreír para mis adentros.Erick se endereza, como si una chispa le hubiera saltado de pronto, y me fulmina con la mirada. Me quedo impasible, apenas alzando una ceja.—¿Qué? —pregunto, con total indiferencia.No necesito esperar a que me conteste. En un abrir y cerrar
"De que le sirve tenerlo todo si le faltas tu"Ha estado siguiéndome, y trato de no ser grosera, de no decirle todo lo que realmente quiero decirle. Me conozco y sé que no solo le diría lo que tengo en la cabeza, sino que también descargaría todo el enojo que aún siento, ese enojo que me consume por dentro. Y sé que lo único que lograría sería desquitarme a golpes. Como antes.Pronto saldremos de clases, y aunque había jurado que no regresaría a las carreras de motos, la adrenalina me ayuda a relajarme, a calmarme, y sobre todo, a evitar que le parta la cara al primer imbécil que se cruce en mi camino.Suspiro pesadamente. Ha estado hablando todo el maldito camino, y mis ganas de no decirle nada se están desmoronando.—Entonces, ¿por qué te pusiste así? —sigue hablando sin parar.Apreté mis puños, buscando la manera de no gritarle.—La verdad no creo que haya sido por nada —insiste, sin entender que ya me estaba agotando.—¡Por Satán, callate de una maldita vez! —grito, deteniéndome en
Cierro el carro con un ligero golpe de la puerta y me dirijo hacia el garaje para estacionarlo, antes de sacar la moto y salir en busca de lo que me espera. El sonido del motor se apaga lentamente, pero dentro de mí sigue retumbando la vibración de la adrenalina que ya siento en el cuerpo. Al entrar a mi casa, el silencio me recibe como siempre. Vivo sola, y aunque a veces el vacío parece abrazarme con fuerza, me he acostumbrado. La soledad me permite estar conmigo misma, sin preguntas ni expectativas. El lugar está en orden, cada cosa en su lugar, tal como me gusta. Camino directo a mi cuarto, sin detenerme, mientras mis pensamientos empiezan a correr tan rápido como mi corazón.Al llegar a mi cuarto, lo primero que hago es sacar la flor del bolso. La observo un instante; la delicadeza de la flor intacta contrasta con la crudeza del mundo exterior, el mismo que me está esperando. No la guardo por sentimentalismo, más bien por costumbre. La pongo sobre la mesa de noche, sin darle más i
Me dirijo hacia uno de los lugares vacíos cerca de la línea de salida de la carrera. El ambiente está cargado de expectativas y la adrenalina comienza a recorrer mi cuerpo. Me quito el casco y sacudo el cabello, dejándolo caer de un lado a otro antes de pasármelo con la mano para que se acomode. Dejo el casco sobre la moto después de bajarme de ella, y me acerco a Xavier, quien está con Marina, su novia y también encargada de dar la salida a los corredores en la línea de salida y meta. Saco un fajo de dinero del bolso y me acerco a pagar mi primera carrera.—Hola —me saluda Xavier al verme. Se nota que ya ha comenzado a acomodarse en su rol, pero aún mantiene esa actitud relajada. —¿Te apuntas en la primera de la noche? —pregunta, viendo cómo saco el dinero y asiento.—¿Cuánto es? —le pregunto, mientras sigo mirando las apuestas y la gente que se empieza a juntar.—Son 20 mil —responde—. La verdad es que la apuesta está más alta ahora...Aparto la cantidad del fajo que necesito y se l
El golpe lo derriba de inmediato. Su cuerpo cae pesadamente junto a su moto, y por un segundo me quedo ahí, observándolo. No porque me preocupe si está bien, sino porque quiero asegurarme de que entienda lo que hizo.Pero no es suficiente. No después de lo que intentó.Aunque morir no es algo que me preocupe realmente.Lo agarro del brazo y lo arrastro lejos de la moto sin ningún cuidado. Apenas tiene tiempo de recomponerse cuando le suelto una patada en el estómago.—¿Querías matarme? —escupo las palabras con rabia, viendo cómo se retuerce en el suelo, luchando por recuperar el aire.El cabrón jadea, intentando decir algo, pero no me interesa escuchar excusas. Mi corazón sigue latiendo con fuerza, la adrenalina sigue en mi sistema y todo en mí me pide seguir golpeándolo hasta que entienda lo que pudo haber causado. Si no fuera por mis reflejos, podría haberme estrellado contra el pavimento a toda velocidad. Podría estar muerta. De nuevo.—¡Valery!La voz de Xavier irrumpe en la escena