Suspiro pesadamente y decido devolverle la cortesía.
—¿Y tú? —pregunto mientras saco un cuaderno de mi bolso.
Él sonríe ampliamente, como si mi simple pregunta le alegrara el día.
—Bien —dice, pero su mirada brilla con algo más—. ¿Qué harás esta tarde?
Alzo una ceja, desconfiada.
—Nada —respondo.
—¿Quieres ir por un helado?
Lo miro con más atención. Desde que terminamos, hace tres meses y medio, ha estado buscando la manera de acercarse otra vez. De alguna forma, intenta volver a "enamorarme". Lo peor de todo es que, en cierto modo, nunca dejó de tenerme.
Aunque realmente jamás estuve enamorada de él.
Pero no importa cuánto me agradaba, lo que pasó no se borra. Una infidelidad es una infidelidad, sin importar las excusas. No puedo hacer como si nada hubiera pasado.
—¿En serio? —pregunto, cansada.
Él asiente, pero su expresión cambia, se torna más seria, casi vulnerable.
—Como amigos —dice en voz baja—. Al menos como eso.
Baja la mirada, como si temiera mi respuesta.
Respiro hondo. Sé que debería decir que no. Pero también sé que lo extraño de alguna forma. Que aún duele. Que una parte de mí quiere aferrarse a lo que fuimos para no perder la amistad, aunque otra parte me grite que es una mala idea.
—Está bien —acepto, justo cuando el profesor entra al aula—. A las tres, en la heladería de siempre.
Un nudo se forma en mi garganta al decirlo. La heladería de siempre… No es solo un lugar cualquiera. Ahí se me declaró. Ahí tuvimos la mayoría de nuestras citas. Ahí celebramos cada mesiversario. Ahí nos dimos nuestro primer beso. Ahí...
Ahí también comenzaron los celos.
No dejo que esos recuerdos me afecten. No ahora.
—Gracias —murmura Erick, y por alguna razón su voz me suena un poco más cálida de lo normal.
El profesor se aclara la garganta, llamando la atención de todos.
—Buenos días —dice con su tono monótono de siempre—. Hoy tenemos un nuevo estudiante en el salón. Como es el primer día de clases, solo hablaremos de los repasos y la forma de evaluación.
Voltea hacia la puerta y yo bajo la vista a mi bolso, fingiendo interés en buscar algo.
—Pase —dice el profesor—. Él será su nuevo compañero.
Las chicas detrás de mí empiezan a chillar en cuanto el chico entra al salón.
Ruedo los ojos.
—Preséntese —ordena el profesor.
Sigo hurgando en mi bolso, ignorando todo lo demás.
—Mi nombre es Adeus Shalow, tengo 24 años, soy de California y hace poco me trasladé aquí —dice con una voz que suena extrañamente confiada.
Me obligo a alzar la vista y ahí está.
Alto, de complexión atlética, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que cree que puede tener a quien quiera. Parece el típico chico que solo busca pasar el rato, sin intenciones de comprometerse con nada ni nadie.
Ruedo los ojos y vuelvo a lo mío.
Sabía perfectamente quién era él, no era la primera vez que lo observaba.
Al menos ahora su cabeza se encontraba en su lugar.
—Sí —murmuro para mí misma al encontrar mis auriculares inalámbricos.
Me los coloco, enciendo el Bluetooth y reproduzco No de Meghan Trainor, dejándome llevar por la música mientras dibujo en mi libreta.
De vez en cuando, echo un vistazo a la pizarra para que el profesor no me regañe, aunque en realidad no me importa. Soy buena fingiendo que presto atención. Dibujo lo que sea que pase por mi mente, dejando que mi mano se mueva sola sobre el papel.
Así, al menos, el tiempo pasa más rápido.
La clase finalmente ha terminado. Exhalo despacio, sintiendo el ligero alivio que siempre me invade cuando se acaba otra hora de estar aquí sentada, fingiendo que presto atención.
Bajo la vista a mi cuaderno y observo el dibujo que hice mientras el profesor hablaba. No está nada mal. Un paisaje nocturno. Un lago tranquilo reflejando la luna llena en su superficie, con un cielo estrellado como fondo. En el muelle de madera, una chica con un vestido largo está sentada con las piernas colgando sobre el agua, mirando su propio reflejo como si buscara algo en él. Como si estuviera esperando una respuesta. O a alguien.
Suspirando, cierro el cuaderno.
—Nada mal —comenta de repente una voz a mi lado.
Me congelo por un instante y parpadeo sorprendida. ¿Quién…?
Al girar la cabeza, me encuentro con Adeus Shalow.
Ah, claro. El chico que ha causado revuelo entre las chicas desde que entró al aula con su sonrisa despreocupada y su actitud de encantador de serpientes. A juzgar por su tono confiado y la manera en que me mira, parece uno de esos tipos que están acostumbrados a recibir atención sin tener que esforzarse demasiado.
Ruedo los ojos y, sin dignarme a responderle, comienzo a guardar mis cosas en la mochila. Saco mi teléfono para cambiar la canción y poner otra de Katie Angel cuando, de repente, siento su mano apartando un mechón de mi cabello.
Congelo mis movimientos.
¿Qué demonios está haciendo?
Su toque es ligero, pero completamente inesperado. Apenas me doy cuenta de lo que está haciendo cuando su voz suena de nuevo, despreocupada, como si no acabara de invadir mi espacio personal sin permiso.
—Mmm… lindo —dice, observando mis auriculares.
Frunzo el ceño.
Mis auriculares son pequeños, inalámbricos, de un tono amarillo pálido para que se camuflan con mi cabello. Nunca antes alguien había hecho un comentario sobre ellos, pero no me engaño. No creo que le importen mis auriculares en lo más mínimo. Este tipo está buscando excusas para acercarse.
Bien.
Le doy un manotazo en la mano, apartándola con firmeza de mi rostro.
—¿Qué? —mi voz es seca, cortante, una advertencia implícita de que no me gusta que me toquen sin permiso—. ¿No tienes nada mejor que hacer?
Adeus se encoge de hombros con una sonrisa que no se borra de su cara.
—Nop. ¿Qué puede ser mejor que hablar con una linda chica?
Oh, por favor. Irritante.
Levanto una ceja, divertida por lo predecible de su intento de flirteo.
—Ja, ja, ja… —finjo una risa monótona y sin emoción—. Busca otra con la cual ligar, puberto. No cuentes conmigo para pasar el rato.
Espero que eso lo haga retroceder, pero en lugar de eso, su expresión no cambia.
—No es lo que busco —dice con una naturalidad exasperante.
Tomo mis cosas y me levanto del asiento, con la intención de alejarme lo antes posible. Pero justo cuando estoy a punto de dar la vuelta y salir del aula, su voz suena de nuevo.
—Me resultas familiar.
Mis pasos se detienen un instante.
Esa frase, dicha con tanta seguridad, me provoca un ligero escalofrío en la nuca. Pero no le doy importancia. No tengo tiempo ni paciencia para los juegos mentales de la versión de este chico que no conozco y que, honestamente, no me interesa conocer.
No deseo problemas.
—No me importa —respondo sin mirarlo—. Adiós, puberto.
Y, sin más, salgo del salón.
El aire del pasillo es ligeramente más fresco, pero no lo suficiente para disipar mi incomodidad. Respiro hondo y camino con paso firme hacia el campo, buscando alejarme de todo el bullicio y recuperar la tranquilidad que este chico ha interrumpido sin motivo.
No entiendo por qué me ha dirigido la palabra. No entiendo qué pretende. Pero tampoco me interesa averiguarlo.
Con suerte, será la última vez que se acerque a mí.
Porque no tengo intención de dejar que alguien como él se entrometa en mi vida.
No otra vez.
"Amigos o enemigos...¿De que sirven si al final quedas solo y no hay nada que puedas hacer?Por eso... No te aconsejo querer de verdad porque al final te abandonan en el peor de los momentos"Llego al mismo lugar de siempre, el único sitio donde siento que realmente puedo desconectarme del mundo. Antes de acomodarme, saco mi teléfono y cambio la música a algo más intenso: Darkside, Who Am I, Tomboy, Control… canciones con las que, de una forma u otra, a veces me identifico.Camino con paso tranquilo hasta un gran árbol que ya considero mío. Me siento bajo su sombra, dejando mi bolso a un lado. Extraigo mi teléfono de él, más que nada para tener la hora a la vista, y luego me acomodo, cerrando los ojos. La brisa de la mañana/tarde acaricia mi piel, un contraste perfecto con la melodía que llena mis oídos. Es en momentos como este cuando disfruto la soledad más que nunca.Después de un rato en paz, un cosquilleo en mi nariz interrumpe mi tranquilidad. Arrugo la frente, casi segura de qu
—¿Hola? —me quito los auriculares, dejandolos en la palma de mi mano y los hago sonar con un movimiento impaciente—. ¿Interrumpo? —digo, casi sin interés, mientras camino hacia Erick. Mi voz es baja y calculada.Él no parece sorprenderse, pero aún así se acerca más y, sin previo aviso, besa mi mejilla con la misma familiaridad de siempre.—¿Qué mosco te picó? —suelto con sarcasmo, frunciendo un poco el ceño, pero sin desviar la mirada.El susurro del murmullo entre los estudiantes en el aula se hace más fuerte, y noto a Clara aún tirada en el suelo, sin mover un dedo, como si el mundo no fuera más que una obra para ella.—¿Y a ti? ¿Qué terremoto te tumbó que aún no te levantas? —mi tono es casi burlón, y no puedo evitar sonreír para mis adentros.Erick se endereza, como si una chispa le hubiera saltado de pronto, y me fulmina con la mirada. Me quedo impasible, apenas alzando una ceja.—¿Qué? —pregunto, con total indiferencia.No necesito esperar a que me conteste. En un abrir y cerrar
"De que le sirve tenerlo todo si le faltas tu"Ha estado siguiéndome, y trato de no ser grosera, de no decirle todo lo que realmente quiero decirle. Me conozco y sé que no solo le diría lo que tengo en la cabeza, sino que también descargaría todo el enojo que aún siento, ese enojo que me consume por dentro. Y sé que lo único que lograría sería desquitarme a golpes. Como antes.Pronto saldremos de clases, y aunque había jurado que no regresaría a las carreras de motos, la adrenalina me ayuda a relajarme, a calmarme, y sobre todo, a evitar que le parta la cara al primer imbécil que se cruce en mi camino.Suspiro pesadamente. Ha estado hablando todo el maldito camino, y mis ganas de no decirle nada se están desmoronando.—Entonces, ¿por qué te pusiste así? —sigue hablando sin parar.Apreté mis puños, buscando la manera de no gritarle.—La verdad no creo que haya sido por nada —insiste, sin entender que ya me estaba agotando.—¡Por Satán, callate de una maldita vez! —grito, deteniéndome en
Cierro el carro con un ligero golpe de la puerta y me dirijo hacia el garaje para estacionarlo, antes de sacar la moto y salir en busca de lo que me espera. El sonido del motor se apaga lentamente, pero dentro de mí sigue retumbando la vibración de la adrenalina que ya siento en el cuerpo. Al entrar a mi casa, el silencio me recibe como siempre. Vivo sola, y aunque a veces el vacío parece abrazarme con fuerza, me he acostumbrado. La soledad me permite estar conmigo misma, sin preguntas ni expectativas. El lugar está en orden, cada cosa en su lugar, tal como me gusta. Camino directo a mi cuarto, sin detenerme, mientras mis pensamientos empiezan a correr tan rápido como mi corazón.Al llegar a mi cuarto, lo primero que hago es sacar la flor del bolso. La observo un instante; la delicadeza de la flor intacta contrasta con la crudeza del mundo exterior, el mismo que me está esperando. No la guardo por sentimentalismo, más bien por costumbre. La pongo sobre la mesa de noche, sin darle más i
Me dirijo hacia uno de los lugares vacíos cerca de la línea de salida de la carrera. El ambiente está cargado de expectativas y la adrenalina comienza a recorrer mi cuerpo. Me quito el casco y sacudo el cabello, dejándolo caer de un lado a otro antes de pasármelo con la mano para que se acomode. Dejo el casco sobre la moto después de bajarme de ella, y me acerco a Xavier, quien está con Marina, su novia y también encargada de dar la salida a los corredores en la línea de salida y meta. Saco un fajo de dinero del bolso y me acerco a pagar mi primera carrera.—Hola —me saluda Xavier al verme. Se nota que ya ha comenzado a acomodarse en su rol, pero aún mantiene esa actitud relajada. —¿Te apuntas en la primera de la noche? —pregunta, viendo cómo saco el dinero y asiento.—¿Cuánto es? —le pregunto, mientras sigo mirando las apuestas y la gente que se empieza a juntar.—Son 20 mil —responde—. La verdad es que la apuesta está más alta ahora...Aparto la cantidad del fajo que necesito y se l
El golpe lo derriba de inmediato. Su cuerpo cae pesadamente junto a su moto, y por un segundo me quedo ahí, observándolo. No porque me preocupe si está bien, sino porque quiero asegurarme de que entienda lo que hizo.Pero no es suficiente. No después de lo que intentó.Aunque morir no es algo que me preocupe realmente.Lo agarro del brazo y lo arrastro lejos de la moto sin ningún cuidado. Apenas tiene tiempo de recomponerse cuando le suelto una patada en el estómago.—¿Querías matarme? —escupo las palabras con rabia, viendo cómo se retuerce en el suelo, luchando por recuperar el aire.El cabrón jadea, intentando decir algo, pero no me interesa escuchar excusas. Mi corazón sigue latiendo con fuerza, la adrenalina sigue en mi sistema y todo en mí me pide seguir golpeándolo hasta que entienda lo que pudo haber causado. Si no fuera por mis reflejos, podría haberme estrellado contra el pavimento a toda velocidad. Podría estar muerta. De nuevo.—¡Valery!La voz de Xavier irrumpe en la escena
"El amor y el dolor son cartas con la misma fecha de entrega"Dos meses.Dos malditos meses ha estado jodiéndome.¿Es en serio? ¿No tiene nada mejor que hacer?Estoy cansada. No, harta. Desde que este puberto apareció en mi vida, no he tenido un solo respiro. Es como una sombra pegajosa que se aferra a mí sin importar cuánto intente deshacerme de él.—Y así fue como le dije a mi abuela que no quería a la chica que me metía hasta por donde no entra la luz —concluye su historia con tono divertido.Fuerzo una sonrisa, pero no estoy escuchando. En realidad, no he estado escuchando nada de lo que ha dicho en los últimos minutos. Ya sé cómo funciona esto: él habla, yo finjo que lo escucho y él sigue hablándome como si nada.Ha estado siguiéndome de un lado a otro durante dos meses.¿Y por qué no lo corro? Oh, ya lo intenté. De todas las maneras posibles.Lo ignoré. Lo insulté. Lo amenacé. Hasta le dije que me dejaría llevar por la violencia si seguía persiguiéndome.Pero nada.El cabrón sigu
La noche late con vida.El rugido de los motores, las luces de los autos modificados y la mezcla embriagadora de adrenalina con olor a gasolina me envuelven. Este es mi mundo. El lugar donde el asfalto se convierte en mi trono y la velocidad en mi mayor arma.Estaciono junto a Xavier, apago la moto con un movimiento mecánico y me quito el casco. El aire nocturno acaricia mi rostro, y sacudo un poco mi cabello mientras clavo la mirada en mi amigo.—Hola, Valery —me saluda con esa sonrisa de complicidad que siempre lleva cuando algo interesante está por suceder.—Hola —respondo, cruzándome de brazos—. ¿Contra quién corro? Espero que valga la pena.Siempre lo hace. Desde que pisé este mundo, no ha habido una sola carrera que no haya sido un reto, pero ahora… ahora hay una pequeña diferencia. No estoy aquí solo para correr. Estoy aquí para reclamar lo que es mío.Xavier suelta una risa breve antes de responder.—Oh, créeme, lo vale. Es el que ha estado en primer lugar desde que te retirast