"De
quelesirvetenerlotodosilefaltastu"Ha estado siguiéndome, y trato de no ser grosera, de no decirle todo lo que realmente quiero decirle. Me conozco y sé que no solo le diría lo que tengo en la cabeza, sino que también descargaría todo el enojo que aún siento, ese enojo que me consume por dentro. Y sé que lo único que lograría sería desquitarme a golpes. Como antes.
Pronto saldremos de clases, y aunque había jurado que no regresaría a las carreras de motos, la adrenalina me ayuda a relajarme, a calmarme, y sobre todo, a evitar que le parta la cara al primer imbécil que se cruce en mi camino.
Suspiro pesadamente. Ha estado hablando todo el maldito camino, y mis ganas de no decirle nada se están desmoronando.
—Entonces, ¿por qué te pusiste así? —sigue hablando sin parar.
Apreté mis puños, buscando la manera de no gritarle.
—La verdad no creo que haya sido por nada —insiste, sin entender que ya me estaba agotando.
—¡Por Satán, callate de una maldita vez! —grito, deteniéndome en seco, sintiendo cómo la frustración me consume. Paso las manos por mi cara, tratando de calmarme. —¡Lárgate! —digo, sin ningún tono de emoción, viéndolo a los ojos con una mirada vacía.
—No. —Su respuesta es simple, como si no tuviera ni idea de lo cerca que estaba de hacerme perder el control.
—¿En serio? ¡Denme paciencia, por favor! —le grito, ya al borde del colapso.
—Te lo dije, quiero ser tu amigo y no me voy a ir. —Hace una pausa mientras yo siento que mis manos empiezan a picarme, como si me pidieran que me lanzara encima de él. La flor, de alguna manera, la metí en mi bolso, asegurándome de que no se dañara, pero me estoy empezando a arrepentir de haberla aceptado. Tal vez, si no lo hubiera hecho, no estaría aquí, encima mío, como una molestia constante.
—Déjame —dice, con la mandíbula apretada, los puños tan tensos que mis nudillos se vuelven blancos.
—Te juro que te mando a urgencias si no lo haces en este mismo instante —le amenazo, mi voz tan fría como el hielo. Doy media vuelta sobre mis talones y me dirijo hacia la salida.
—¡Aún no acaban las clases! —grita, desde el lugar donde se quedó parado.
Gracias, Dios, no lo hubiera soportado más.
—¡No me interesa! —respondo sin detenerme. —Saluda a Willi de mi parte y dile que hoy no lidiará conmigo.
Se escucha una leve risa en su voz, pero yo sigo mi camino sin mirar atrás. Se preguntarán, ¿Quién es Willi? Es mi maestro de inglés. Es gordo, pelón y barbudo. Por eso lo llamo "Willi", porque me cae mal el maldito viejo. Él siempre me hace pasar al pizarrón, y se jacta de hacerme quedar en ridículo. Pero se jode, porque desde niña me he familiarizado con el inglés, y no hay forma de que me haga sentir inferior.
Llego al estacionamiento, le quito la alarma a mi auto, abro la puerta trasera y tiro ahí mi bolso. Cierro la puerta y me dirijo hacia la puerta del piloto, me subo al auto, lo entiendo y hago rugir el motor tan fuerte que llama la atención de los pocos que están por allí.
Las llantas chillan cuando comienzo a mover el coche, quitando el freno de seguridad. El auto avanza rápidamente, y aprovecho que el camino hacia mi casa es una calle recta para acelerar aún más.
Voy a 200 km/h, con la música retumbando en los parlantes traseros, y cuanto más acelero, más cerca estoy de mi destino. A medida que me acerco a la entrada de mi casa, empiezo a desacelerar para no tener problemas al estacionarme. Llegando frente a mi casa, me estaciono en el mismo lugar de siempre. Apago el motor, bajo del auto y saco mi bolso del asiento trasero.
Cierro el carro con un ligero golpe de la puerta y me dirijo hacia el garaje para estacionarlo, antes de sacar la moto y salir en busca de lo que me espera. El sonido del motor se apaga lentamente, pero dentro de mí sigue retumbando la vibración de la adrenalina que ya siento en el cuerpo. Al entrar a mi casa, el silencio me recibe como siempre. Vivo sola, y aunque a veces el vacío parece abrazarme con fuerza, me he acostumbrado. La soledad me permite estar conmigo misma, sin preguntas ni expectativas. El lugar está en orden, cada cosa en su lugar, tal como me gusta. Camino directo a mi cuarto, sin detenerme, mientras mis pensamientos empiezan a correr tan rápido como mi corazón.Al llegar a mi cuarto, lo primero que hago es sacar la flor del bolso. La observo un instante; la delicadeza de la flor intacta contrasta con la crudeza del mundo exterior, el mismo que me está esperando. No la guardo por sentimentalismo, más bien por costumbre. La pongo sobre la mesa de noche, sin darle más i
Me dirijo hacia uno de los lugares vacíos cerca de la línea de salida de la carrera. El ambiente está cargado de expectativas y la adrenalina comienza a recorrer mi cuerpo. Me quito el casco y sacudo el cabello, dejándolo caer de un lado a otro antes de pasármelo con la mano para que se acomode. Dejo el casco sobre la moto después de bajarme de ella, y me acerco a Xavier, quien está con Marina, su novia y también encargada de dar la salida a los corredores en la línea de salida y meta. Saco un fajo de dinero del bolso y me acerco a pagar mi primera carrera.—Hola —me saluda Xavier al verme. Se nota que ya ha comenzado a acomodarse en su rol, pero aún mantiene esa actitud relajada. —¿Te apuntas en la primera de la noche? —pregunta, viendo cómo saco el dinero y asiento.—¿Cuánto es? —le pregunto, mientras sigo mirando las apuestas y la gente que se empieza a juntar.—Son 20 mil —responde—. La verdad es que la apuesta está más alta ahora...Aparto la cantidad del fajo que necesito y se l
El golpe lo derriba de inmediato. Su cuerpo cae pesadamente junto a su moto, y por un segundo me quedo ahí, observándolo. No porque me preocupe si está bien, sino porque quiero asegurarme de que entienda lo que hizo.Pero no es suficiente. No después de lo que intentó.Aunque morir no es algo que me preocupe realmente.Lo agarro del brazo y lo arrastro lejos de la moto sin ningún cuidado. Apenas tiene tiempo de recomponerse cuando le suelto una patada en el estómago.—¿Querías matarme? —escupo las palabras con rabia, viendo cómo se retuerce en el suelo, luchando por recuperar el aire.El cabrón jadea, intentando decir algo, pero no me interesa escuchar excusas. Mi corazón sigue latiendo con fuerza, la adrenalina sigue en mi sistema y todo en mí me pide seguir golpeándolo hasta que entienda lo que pudo haber causado. Si no fuera por mis reflejos, podría haberme estrellado contra el pavimento a toda velocidad. Podría estar muerta. De nuevo.—¡Valery!La voz de Xavier irrumpe en la escena
"El amor y el dolor son cartas con la misma fecha de entrega"Dos meses.Dos malditos meses ha estado jodiéndome.¿Es en serio? ¿No tiene nada mejor que hacer?Estoy cansada. No, harta. Desde que este puberto apareció en mi vida, no he tenido un solo respiro. Es como una sombra pegajosa que se aferra a mí sin importar cuánto intente deshacerme de él.—Y así fue como le dije a mi abuela que no quería a la chica que me metía hasta por donde no entra la luz —concluye su historia con tono divertido.Fuerzo una sonrisa, pero no estoy escuchando. En realidad, no he estado escuchando nada de lo que ha dicho en los últimos minutos. Ya sé cómo funciona esto: él habla, yo finjo que lo escucho y él sigue hablándome como si nada.Ha estado siguiéndome de un lado a otro durante dos meses.¿Y por qué no lo corro? Oh, ya lo intenté. De todas las maneras posibles.Lo ignoré. Lo insulté. Lo amenacé. Hasta le dije que me dejaría llevar por la violencia si seguía persiguiéndome.Pero nada.El cabrón sigu
La noche late con vida.El rugido de los motores, las luces de los autos modificados y la mezcla embriagadora de adrenalina con olor a gasolina me envuelven. Este es mi mundo. El lugar donde el asfalto se convierte en mi trono y la velocidad en mi mayor arma.Estaciono junto a Xavier, apago la moto con un movimiento mecánico y me quito el casco. El aire nocturno acaricia mi rostro, y sacudo un poco mi cabello mientras clavo la mirada en mi amigo.—Hola, Valery —me saluda con esa sonrisa de complicidad que siempre lleva cuando algo interesante está por suceder.—Hola —respondo, cruzándome de brazos—. ¿Contra quién corro? Espero que valga la pena.Siempre lo hace. Desde que pisé este mundo, no ha habido una sola carrera que no haya sido un reto, pero ahora… ahora hay una pequeña diferencia. No estoy aquí solo para correr. Estoy aquí para reclamar lo que es mío.Xavier suelta una risa breve antes de responder.—Oh, créeme, lo vale. Es el que ha estado en primer lugar desde que te retirast
Estoy en la línea de salida, el motor de mi moto vibrando debajo de mí, la adrenalina recorriéndome las venas. Esta vez no me voy a contener.Aprieto el manillar con fuerza, sintiendo la textura del cuero bajo mis guantes. Marina se coloca en el centro con el típico pañuelo blanco entre las manos. Lo levanta en el aire, dándonos los últimos segundos antes de que todo inicie.El ruso está a mi lado, su moto rugiendo impaciente. Puedo sentir su mirada de reojo, probablemente preguntándose si la fama de "La Reina" es solo un mito.Le demostraré que no lo es.El pañuelo baja.Suelto el freno de golpe y acelero con toda mi fuerza. La velocidad es mi aliada. El aire golpea contra mi cuerpo, la vibración del motor se fusiona con la euforia de la carrera.—Comerás polvo, ruso —murmuro con una sonrisa torcida mientras lo dejo atrás.Siento cada curva, cada recta, cada leve inclinación del terreno. La pista es una extensión de mi cuerpo. Mis reflejos están afilados, mis movimientos precisos. La
"Lo fácil aburre, lo difícil atrae, lo complicado seduce y lo imposible enamora"Sonrío.Tal vez es un gesto insignificante para cualquiera, pero para mí significa algo enorme. Ahora sí soy su amigo. O, al menos, ella me ve de una forma diferente.Me siento emocionado, casi nervioso. No pensé que este día llegaría tan pronto. No pensé que me permitiría estar cerca.Aún sigo procesando lo que pasó anoche. Todavía tengo grabado en la cabeza el rugido de las motos, la adrenalina, el olor a gasolina quemada y el eco de las voces apostando por un ganador. Nunca imaginé que la vería en una carrera de motos, y mucho menos que ella sería “La Reina”.Pero cuando la vi, lo entendí.Ese título le queda perfecto. No es solo un apodo, es una corona invisible que ella lleva con orgullo. Conduce con una confianza brutal, con una seguridad que intimida y deslumbra al mismo tiempo.Durante la carrera, supe que ganaría. Desde el momento en que apretó el acelerador y dejó atrás a mí hermano como si fuera
Han pasado ya unas semanas desde que lo encontré en las carreras, y aunque al principio no estaba muy segura de qué pensar de él, ahora estamos en este punto, donde él me invita a salir y a correr juntos. Bueno, yo voy a correr y él me acompañará. Tenía una carrera esa noche, pero me invitó a ir con él a otro lugar después. Aunque, si soy sincera, lo acepté porque se lo prometí. No soy de romper promesas, aunque a veces siento que lo que prometí me está llevando por caminos que no tenía planeados.Me termino de vestir, y mientras lo hago, mis pensamientos se mezclan, se atropellan unos con otros. No puedo evitar pensar en cómo ha cambiado mi vida desde que lo conocí, cómo la presencia de Adeus parece haber alterado algo en mí que no había notado antes. Mi reflejo en el espejo me muestra la misma chica de siempre: unos jeans rotos en las rodillas que combinan perfectamente con una malla negra que lleva hasta la cintura. Me pregunto si soy la misma de antes, si sigo siendo la misma chica